A las 12 y media del día 24 de octubre de 1842 se apaga en Lima la gloriosa vida de Bernardo O´Higgins, que consagró íntegramente al servicio de Chile y de América, siendo sepultados sus restos con los honores militares correspondientes a su rango. Un mes después, el 26 de noviembre, en la iglesia limeña de San Agustín se celebran una solemne honras fúnebres, a las que asisten el vicepresidente del Consejo de gobierno y el cuerpo diplomático , cubierto por las banderas de Chile, Perú y Argentina.
Sus restos, que hoy descansan en el Altar de la Patria, frente al edificio de La Moneda fueron repatriados en 1869. A continuación las palabras del discurso de Diego Barros Arana pronunciadas en aquella época.
(Diego Barros Arana, 13 de enero de 1869)
No es el dolor lo que nos reúne hoi en este lugar de tristeza i de luto. La urna que en estos momentos rodea un pueblo inmenso, no despierta en nuestras almas los amargos sentimientos que siempre inspira la pérdida de un ser querido cuyo cadáver venimos a depositar en la mansión de los muertos. En presencia de este puñado de polvo, que sirvió de ropaje mortal al espíritu del Capitán Jeneral don Bernardo O’Higgins, sólo se hace sentir el eco de la gratitud nacional, que viene a rendirle el tributo de su admiración i de su respeto. Estas cenizas venerables, proscritas por largo tiempo del suelo chileno vuelven hoi triunfantes para recibir las bendiciones de la justiciera posteridad.
La voz del patriotismo se ha alzado en todas partes para repetir el elojio del primer campeón de la lucha de nuestra independencia. Pero O’Higgins no fue solo el mas valiente i el mas entendido de nuestros guerreros; el glorioso derrotado de Rancagua i de Talcahuano, i el vencedor heroico del Roble i de Chacabuco; el Jefe Supremo del Estado, que con una constancia nunca desmentida i con una inteligencia superior organizó ejércitos i equipó escuadras para ir a arrojar de toda la América a sus antiguos opresores. ¡No! al lado de esos títulos, a la admiración i al reconocimiento de sus conciudadanos, O’Higgins puede exhibir otros, menos brillantes sin duda, pero que revelan que junto con el alma bien templada del soldado i del patriota, poseía la cabeza del estadista i la mirada escrutadora del hombre que, en la dirección de los negocios públicos, se adelanta siempre a las preocupaciones de sus contemporáneos.
Después de los elocuentes elogios de aquel ilustre ciudadano que acabais de oír, permitidme que os recuerde solo tres actos de su vida, que conducen a probar este concepto.
En setiembre de 1817, O’Higgins se hallaba en Concepción dirigiendo las operaciones de la guerra. “Queriendo- con sus propias palabras- desterrar para siempre las reliquias del sistema feudal que ha regido en Chile, i que, por efecto de una rutina ciega, se conserva aun en parte contra los principios de este Gobierno, decretó la abolición de todo título de nobleza o de dignidad hereditarias como opuestas al espíritu democrático de un pueblo republicano”. La junta gubernativa que mandaba en Santiago, aunque formada de patriotas ardorosos; se resistía a publicar ese decreto. Temíase que aquella declaración apartarse de las filas de los revolucionarios a todos, o a casi todos los señores de la antigua colonia; i sobre todo que predispusiese contra la causa de la independencia a la poderosa e influyente aristocracia del Perú, sobre cuyo país se preparaba entonces una expedición para destruir el último baluarte de la dominación española en América. O’Higgins desoyó esas consideraciones; i sin consultar otro consejero que su corazón, i buscando ante todo la igualdad de las condiciones sociales como expresión del respeto que nos debemos todos los hombres, abolió para siempre en Chile los títulos de nobleza, i el uso de cualquiera distinción hereditaria. Así fue como adquirimos de hecho una de las hermosas garantías de nuestro derecho público: En Chile no hai clases privilegiadas.
He aquí otro hecho. Durante la revolución de la independencia americana, hubo momentos en que algunos de sus mas ilustres promotores perdieron la confianza en su obra, i volvieron la vista hacia Europa para pedir uno o varios príncipes que vinieran a reinar en los nuevos Estados. Hombres distinguidos por su grande inteligencia, patriotas eminentes, creían con toda sinceridad que los americanos no podrían pasar del despotismo de la colonia a la vida de la libertad i de la República. En Buenos Aires, en donde las ideas de democracia estaban profundamente arraigadas, se pensó en elevar un trono para un hermano de Fernando VII. El mismo San Martín, republicano austero por principio, creía que la independencia de América, no seria un hecho indestructible, ni alcanzaría el reconocimiento de las potencias extranjeras, mientras las nuevas naciones no se constituyeran en monarquías, buscando, así decía, las únicas instituciones que están en armonía con los antecedentes i con la educación de estos pueblos.
En Chile esas ideas no obtuvieron nunca aceptación, pero fue O’Higgins el que, haciéndose superior a los temores i a las desconfianzas de alguno de los patriotas americanos, salvó a nuestra revolución de haberse empañado con un solo día de vacilaciones sobre la futura forma de Gobierno. “Si Chile, decía en un documento notable, ha de ser República como lo exigen nuestros juramentos; si nuestros sacrificios no han tenido un objeto insignificante; si los promovedores de la revolución se propusieron hacer libre i feliz a su suelo, i esto solo se logra bajo un gobierno republicano i no por la variación de dinastías distintas, preciso es que huyamos de aquellos fríos calculadores que apetecen el monarquismo”. I el ardoroso corazón de O’Higgins rechazó con firmeza incontrastable todo pensamiento que tendiese a monarquizar las antiguas colonias de la España. “mientras yo tenga influencia en los destinos de mi patria, repetía constantemente, arrostraré cualquier sacrificio antes que tolerar que se busquen reyes para gobernarla”.
Paso ahora a recordaros el tercer acto de la vida de Capitan Jeneral a que he hecho alusión al comenzar este discurso.
A principios de 1818, todo estaba preparado para hacer la solemne declaración de la independencia de Chile. Los más ilustres letrados del país se habían reunido con el objeto de redactar el acta que debía afirmar el Director Supremo. Ya podéis imajinaros el cuidado con que se elejian y se coordinaban cada uno de los pensamientos i cada una de las palabras de aquel documento importante, con que Chile se anunciaba como nación independiente a todos los pueblos del orbe. Los consejeros de O’Higgins, siguiendo el ejemplo trazado por otros pueblos americanos, declaraban en él que Chile estaba resuelto a. vivir i morir libre, defendiendo la fe católica con la esclusion de otro culto.
¿Sabéis lo que contestó el Director Supremo cuando se le presentó el manuscrito para que se pusiese su venerable firma? Vais a oírlo: son las palabras salidas de su alma, sin añadirlos y sin quitarles nada. “La protesta de fe que observo en el borrador cuando habla de nuestro deseo de vivir i morir libres defendiendo la fe santa en que nacimos, me parece suprimible por cuanto no hai de ella una necesidad absoluta i que acaso pueda chocar algún día con nuestros principios de política. Los países cultos han proclamado abiertamente la libertad de creencias: sin salir de la América del Sur, el Brasil acaba de darnos ese notable ejemplo de liberalismo; e importaría tanto proclamar en Chile una relijion escluyente, como prohibir la emigración hacia nosotros de multitud de talentos i brazos útiles en que abunda el otro continente. Yo, a lo menos no descubro el motivo que nos obligue a protestar la defensa de la fe en la declaración de nuestra independencia”.
I O’Higgins modificó el acta, í suprimió esa restrictiva protestación de fe, dando así una prueba solemne de su respeto por todas las creencias.
En esa misma época O’Higgins encargaba al ajente de Chile en Londres que contratase en el estranjero inmigrantes europeos que viniesen a poblar nuestras desiertas campiñas. “En esa inmigración, decía, serán comprendidos los ingleses í cualquier otra nación, sin serle obstáculo su opinión religiosa”.
El medio siglo de vida independiente i republicana que llevamos recorrido nos aleja tanto de las ideas del pasado, que la intelijencia no puede comprender el estado del país en la época en que O’Higgins pronunciaba estas palabras. Toda la voluntad del Supremo Director fue impotente para consignar aquel principio en las dos Constituciones que se dictaron bajo su Gobierno. Para que os formeis una idea aproximada de lo que pensaban sus contemporáneos en estas materias, recordad que se han necesitado mas de cuarenta años para que la leí venga a sancionar los fervientes votos que en 1818 hacía el padre de la patria.
Me parece que bastan estos hechos para daros a conocer una de las fases más prominentes del carácter de este gran ciudadano.
O’Higgins, republicano con convicción, adelantándose a las ideas de muchos de los mas distinguidos entre sus contemporáneos, pensaba que la leí debía proclamar la igualdad de todos los hombres, i dispensarles una protección idéntica, cualquiera que fuese su nacimiento, cualquiera que fuesen sus creencias.
Después de referiros estos hechos, es inútil que os recuerde que O’Higgins, luchando con arraigadas preocupaciones, estableció los cementerios para desterrar la funesta costumbre de sepultar los cadáveres en las iglesias, que creó paseos públicos para dar salubridad i ornato a nuestras poblaciones, que fundó en ellas los primeros mercados que mandó abrir la Biblioteca i el Instituto Nacional, cerrados durante la reconquista española, que dispensó a la agricultura una protección tan jenerosa como benéfica i que llevó la acción del Gobierno a todas partes a donde se lo permitían los escasos recurso s del país.
He aquí en rápida reseña algunos de los hechos que la posteridad recuerda cuando el pueblo se agrupa en este sitio para bendecir las cenizas del gran ciudadano, ya que no le es dado poner sobre sus sienes la corona inmarcesible a que lo hicieron acreedor su heroísmo, su intelijencia i sus virtudes. Pero O’Higgins no ha muerto: vive inmortal en las pájinas justicieras de 1a historia, en el recuerdo de sus compatriotas i en Chile entero, que tanto amó, por el cual hizo tantos i tan grandes sacrificios, i cuya independencia proclamó con su palabra i afianzó con su espada.
De un tiempo a esta parte, me vi involucrado en la busca sistemática de fantasmas, de aquellos recuerdos olvidados por el paso del tiempo; me vi caminando por calles viejas que encerraban miles de cuentos de hadas. Mi memoria, un tanto fragmentada, la necesitaba para anclarme positivamente en mi reconstrucción. / chillanantiguo@gmail.com
lunes, 19 de julio de 2010
jueves, 15 de julio de 2010
Genealogía de Bernardo O´Higgins y Riquelme de la Barrera
Bernardo O'Higgins Riquelme de la Barrera ( 1778 - 1842)
Grabado en acero de R. Cooper
Arbol Genealógico y líneas colaterales maternas del Libertador Dn. Bernardo O´Higgins y Riquelme de la Barrera (1540 1900)
Publicada por el Instituto O´Higginiano de Chile.
AUTORES: D. Carlos Ruíz Rodríguez; D. Hugo Rodolfo E. Ramírez River
FUENTES: Familias del Antiguo Obispado de Concepción 1551 - 1900.
de D. Gustavo Opazo Maturana.
Familias Chilenas. Origen y desarrollo de las Familias Chilenas.
de D. Guillermo de la Cuadra Gormaz.
TRANSCRIPCIÓN PARA EL BLOG CHILLÁN ANTIGUO / Máximo Beltrán.
Miniatura sobre marfil, autorretrato hacia 1820.
martes, 13 de julio de 2010
Vestuario en el Chillán del s.XIX a principio del s. XX (1)
p. Máximo Beltrán
Los chillanejos a la par de las ciudades principales como Concepción , Santiago y la Serena seguía los dictámenes de la moda en el s. XIX; quizás con un perfil más bajo como pueblo interior.
El nuevo cambio de emplazamiento de Chillán en 1835, vino a despertar del sueño colonial; la llegada de profesionales extranjeros que delinearon la nueva ciudad, el sosoiego o estabilidad del país en la época de los decenios, vino con la mano del auge agrícola y la tecnología.
En aquella época el puerto de Buchupureo ocupaba un lugar preponderante en la comercialización de productos; era el puerto de Ñuble, aquí se exportaba el trigo y el comercio agrícola, aquí llegaban las telas, pianos, muebles, libros, revistas, ya sea del propio Chile como Valparaíso, así como del extranjero.
El Camino Real era una travesía peligrosa y de muchos días para llegar a Santiago, el “Granero de Chile” como se denominaba a esta zona, llegaba al mundo a través del mar.
Las grandes tiendas y las revistas importadas eran el nexo que las clases altas mantenían para tratar de estar al día con lo que se producía y que determinaba lo que era la moda.
Comienza un período de fuerte influencia europea en la moda tanto masculina como femenina, gracias a la presencia de grandes tiendas que importaban tanto trajes como telas, y llegaban también revistas femeninas con figurines que servían a las modistas locales.
El valor de la moda, adquiere ribetes quizás no entendibles para el mundo de hoy, antiguamente los trajes, ya sea de varón o dama era material de traspaso de padres a hijos, estamos hablando de tiempos en que el reloj marcaba otras horas.
La llegada del 1900 a Chillán lo encuentra con una ciudad ya trazada, con comercio bullante, locomoción urbana, con el ferrocarril que nos unía con Santiago, y una agricultura que todavía seguía siendo nuestro pilar.
La llegada del s. XX, llega a Chillán con una ciudad ya conectada con el resto del país, la sociedad ya empieza a discutir sus temas, las mujeres empiezan a descubrír lentamente sus piernas y brazos, el vestir se hace más holgado... el conservadurismo va dejando paso lentamente a otras corrientes de pensamiento, que dejaran una profunda huella.
A continuación una serie de fotos que testimonian el desarrollo del vestuario en nuestra ciudad, no pretende en absoluto ser cátedra de nada, sino un paseo humilde por imágenes de nuestra gente, agradecemos el apoirte de las familias, Egaña, González, Fuentes, Bastias, Vidal, Contreras, Parra, Basterrica, Sepúlveda, Palma, Gallo, Cabrera, Rigall y Sandoval.
Vestirse en el Siglo XIX e inicios del XX: El inicio de la extranjerización cultural
p Guillermo Sepúlveda Castro
Licenciado en Sociología
La vestimenta de los viejos habitantes de la comuna viva de Chillán se encontraba caracterizada por una cultura enraizada en el hombre adulto. Esto, que puede parecer bastante lejano a las concepciones modernas del vestir, fue y marcó una tendencia y moda. La razón fundamental de lo que podría definirse como un cierto “adultocentrismo” fue la fuerte importancia que adquiría la generación adulta en el desarrollo económico, cimentado por el trabajo manual y la histórica productividad agrícola de la comuna. Este, sin duda es un sello de sus tendencias sociológicas y la gran diferencia con nuestros tiempos centrada en la “eterna juventud” o “juventocéntrica”, tema que no hablaremos aquí por ser “harina de otro costal”.
Por otra parte y de forma complementaria, el siglo XIX termina con una cruenta Guerra Civil (1891) la cual, en sus aspectos más oscuros, conlleva a fuertes divisiones. La lucha ideológica entre Presidencialistas (Balmacedistas) y Parlamentarias repercute también en la cotidianidad, trayendo consigo la fuerte influencia de la nación inglesa, ganadora real de la guerra político-económica generada por el salitre chileno. Esta victoria extranjera consolida no sólo a la apropiación de los medios de producción salitreros en nuestro norte, sino que además y principalmente, una tendencia anglo-céntrica –británica per excellence- la cual se manifiesta en el ropaje eurocéntrico y aristocratizante.
No obstante a los avances de estas tendencias, la moda histórica chilena no quedaba atrás. La clase denominada “dirigente” se vió de mayor forma influenciada por estas modas eurocéntricas y, por el contrario, fueron los sectores “populares” y campesinos los cuales aún conservaban la vestimenta generada por ellos mismos y alejada de las grandes tiendas modernistas; esto debido fundamentalmente a las fuertes raíces cristiano-católicas que aún los diferenciaban de la emergente clase alta de corte laico y adherente a la reciente consolidación estructural del modelo parlamentarista británico, el cual impera aún en nuestro siglo.
Es así como poco a poco las tendencias extranjerizantes fueron haciendo lo suyo. En lo que respecta a la estructura social del país, estas trajeron como consecuencia un alejamiento progresivo entre la emergente clase dirigente y los demás sectores. Las divisiones generadas por la Guerra Civil repercutieron así en las relaciones sociales de la Nación Orgánica y trayendo una fuerte crisis de integración. El conflicto “modernidad”/”tradición” se vio en estos tiempos fuertemente marcado.
Estas son las condiciones históricas profundas. Queda ahora reflexionar lo que queda para el Siglo XXI. ¿Hemos cambiado en demasía? ¿Refleja actualmente nuestra vestimenta la forma en que concebimos el mundo? Estas y otras preguntas quedan al tapete y son una invitación del autor, su humilde servidor, al pensar el mañana de nuestra tierra centralina.
Los chillanejos a la par de las ciudades principales como Concepción , Santiago y la Serena seguía los dictámenes de la moda en el s. XIX; quizás con un perfil más bajo como pueblo interior.
El nuevo cambio de emplazamiento de Chillán en 1835, vino a despertar del sueño colonial; la llegada de profesionales extranjeros que delinearon la nueva ciudad, el sosoiego o estabilidad del país en la época de los decenios, vino con la mano del auge agrícola y la tecnología.
En aquella época el puerto de Buchupureo ocupaba un lugar preponderante en la comercialización de productos; era el puerto de Ñuble, aquí se exportaba el trigo y el comercio agrícola, aquí llegaban las telas, pianos, muebles, libros, revistas, ya sea del propio Chile como Valparaíso, así como del extranjero.
El Camino Real era una travesía peligrosa y de muchos días para llegar a Santiago, el “Granero de Chile” como se denominaba a esta zona, llegaba al mundo a través del mar.
Las grandes tiendas y las revistas importadas eran el nexo que las clases altas mantenían para tratar de estar al día con lo que se producía y que determinaba lo que era la moda.
Comienza un período de fuerte influencia europea en la moda tanto masculina como femenina, gracias a la presencia de grandes tiendas que importaban tanto trajes como telas, y llegaban también revistas femeninas con figurines que servían a las modistas locales.
El valor de la moda, adquiere ribetes quizás no entendibles para el mundo de hoy, antiguamente los trajes, ya sea de varón o dama era material de traspaso de padres a hijos, estamos hablando de tiempos en que el reloj marcaba otras horas.
La llegada del 1900 a Chillán lo encuentra con una ciudad ya trazada, con comercio bullante, locomoción urbana, con el ferrocarril que nos unía con Santiago, y una agricultura que todavía seguía siendo nuestro pilar.
La llegada del s. XX, llega a Chillán con una ciudad ya conectada con el resto del país, la sociedad ya empieza a discutir sus temas, las mujeres empiezan a descubrír lentamente sus piernas y brazos, el vestir se hace más holgado... el conservadurismo va dejando paso lentamente a otras corrientes de pensamiento, que dejaran una profunda huella.
A continuación una serie de fotos que testimonian el desarrollo del vestuario en nuestra ciudad, no pretende en absoluto ser cátedra de nada, sino un paseo humilde por imágenes de nuestra gente, agradecemos el apoirte de las familias, Egaña, González, Fuentes, Bastias, Vidal, Contreras, Parra, Basterrica, Sepúlveda, Palma, Gallo, Cabrera, Rigall y Sandoval.
Vestirse en el Siglo XIX e inicios del XX: El inicio de la extranjerización cultural
p Guillermo Sepúlveda Castro
Licenciado en Sociología
La vestimenta de los viejos habitantes de la comuna viva de Chillán se encontraba caracterizada por una cultura enraizada en el hombre adulto. Esto, que puede parecer bastante lejano a las concepciones modernas del vestir, fue y marcó una tendencia y moda. La razón fundamental de lo que podría definirse como un cierto “adultocentrismo” fue la fuerte importancia que adquiría la generación adulta en el desarrollo económico, cimentado por el trabajo manual y la histórica productividad agrícola de la comuna. Este, sin duda es un sello de sus tendencias sociológicas y la gran diferencia con nuestros tiempos centrada en la “eterna juventud” o “juventocéntrica”, tema que no hablaremos aquí por ser “harina de otro costal”.
Por otra parte y de forma complementaria, el siglo XIX termina con una cruenta Guerra Civil (1891) la cual, en sus aspectos más oscuros, conlleva a fuertes divisiones. La lucha ideológica entre Presidencialistas (Balmacedistas) y Parlamentarias repercute también en la cotidianidad, trayendo consigo la fuerte influencia de la nación inglesa, ganadora real de la guerra político-económica generada por el salitre chileno. Esta victoria extranjera consolida no sólo a la apropiación de los medios de producción salitreros en nuestro norte, sino que además y principalmente, una tendencia anglo-céntrica –británica per excellence- la cual se manifiesta en el ropaje eurocéntrico y aristocratizante.
No obstante a los avances de estas tendencias, la moda histórica chilena no quedaba atrás. La clase denominada “dirigente” se vió de mayor forma influenciada por estas modas eurocéntricas y, por el contrario, fueron los sectores “populares” y campesinos los cuales aún conservaban la vestimenta generada por ellos mismos y alejada de las grandes tiendas modernistas; esto debido fundamentalmente a las fuertes raíces cristiano-católicas que aún los diferenciaban de la emergente clase alta de corte laico y adherente a la reciente consolidación estructural del modelo parlamentarista británico, el cual impera aún en nuestro siglo.
Es así como poco a poco las tendencias extranjerizantes fueron haciendo lo suyo. En lo que respecta a la estructura social del país, estas trajeron como consecuencia un alejamiento progresivo entre la emergente clase dirigente y los demás sectores. Las divisiones generadas por la Guerra Civil repercutieron así en las relaciones sociales de la Nación Orgánica y trayendo una fuerte crisis de integración. El conflicto “modernidad”/”tradición” se vio en estos tiempos fuertemente marcado.
Estas son las condiciones históricas profundas. Queda ahora reflexionar lo que queda para el Siglo XXI. ¿Hemos cambiado en demasía? ¿Refleja actualmente nuestra vestimenta la forma en que concebimos el mundo? Estas y otras preguntas quedan al tapete y son una invitación del autor, su humilde servidor, al pensar el mañana de nuestra tierra centralina.
martes, 6 de julio de 2010
RELATOS BREVES Chillán Antiguo
Grupo Chillán Antiguo,convocó al primer Concurso de Relatos Breves “Chillán Antiguo”; les presento los seleccionados:
Nuestra identidad se ve fortalecida, cuando chillanejos de diferentes sectores convergen en un solo sentido; el hacer memoria y reconstruir desde el anonimato otra historia, la
no oficial, aquella que se transmite oralmente y se transforma en un mudo testimonio de lo pasado.
Un pequeño relato, un cuento, una historia, nos puede hablar de miles de cosas; emociones, personajes, familia, ciudad, barrios, campo, colegio...todo lo imaginable que este a punto de extraviarse o que ya inevitablemente perdimos.
Aquel recuerdo, es necesario para anclarnos positivamente en nuestra reconstrucción.
CUENTO UNO
SEMBLANZA de CHLLÁN / Carmen Andrea Mantilla
HAN INSISTIDO EN LLAMARME CARMEN, OTROS ME CONOCEN COMO ANDREA, PERO A QUIEN QUIERAS PREGUNTAR SABEN QUE SOY MANTILLA DE PADRE Y POR LO TANTO, POBRE Y REINCIDENTE EN EL AMOR. TAMBIÉN RESPONDO AL NOMBRE DE MILITA QUE ES AQUEL CON EL QUE ME AUTOINVOCO PARA ESCRIBIRTE DE CÓMO SON LAS TORMENTAS QUE AZOTAN LAS COSTAS DE CHILE.
Chile, Provincia de Ñuble, Chillán, Marzo de 2009
“Arden eras chillanejas.
Todo Chillán es fermento.
Toda su tierra parece
ofrenda, fervor, sustento,
y salta una llamarada
que nos da a mitad del pecho”
GABRIELA MISTRAL, "CHILLÁN"
Me preguntaste alguna vez dónde vivía. Te lo dije, pero no te lo expliqué. Chillán necesita ser explicado, desmenuzado, mordido. Necesita que te sientes pacientemente a la orilla de un mesón ancho, con vino pipeño y dulzón a comer jaibas de Tomé, con una dedicación casi monacal y piedra en mano, al amparo de un parrón que te permita burlar el calor del verano. Es una ciudad de siesta, todavía tiene el encanto del mundo que gira lento.
Ahora nos empinamos recién en los 160 mil habitantes, pero parece que fuéramos menos aquí y que nos multiplicáramos en otros lados. Me explico. Menos aquí porque en esta ciudad todo se sabe, no hay amorío que se calle ni persona que no sea pariente de alguien conocido. Y más en otros lados, porque cuando se sale de Chillán, siempre encuentras otro chillanejo patiperro que probablemente sea pariente de una compañera que tuviste hace años, situación que te acerca lo suficiente para hermandar destinos mientras dure tu propia travesía. Donde hay un lugar imposible, habrá un chillanejo que añore el encanto campesino de esta tierra bella. Y donde hay dos chillanejos hay matria.
“Me persigue Chillán
por todas partes;
remecida uva sol;
plácida plaza,
viene conmigo desde siempre,
arsenal de la patria.
Chillán es lo que tengo
y eso es bastante,
para tan grande sed
que ando trayendo,
no hay otro cántaro que valga;
para tanto cansancio acumulado,
no hay otra almohada.”
SERGIO HERNÁNDEZ, "ME PERSIGUE CHILLÁN"
La ciudad se ha ampliado a lo loco. Cuando yo era chica todavía podía verse un caballo paseando suelto por la calle de mi población así como si nada. Ahora ya no. Alcancé a ver tradiciones como el vendedor de mote mei que pasaba en las noches, ahora sólo queda la señora del trigo mote y las patitas en el Mercado, ahí encerrada en el destino que le otorgaron, no tienen hambre de colonizar lugares nuevos. También pasaban vendiendo leche de burra en un cachito y los chinchineros generaban tumulto. Los chinchineros a veces pasan aún a la ciudad, se ganan en una de las esquinas del centro y me pintan la envidia en la cara con las coordinaciones imposibles de manos, pies y cuerpos, ésas que jamás podría hacer yo. Creo que con suerte podría pasar el gorrito pidiendo la calificación del espectáculo en monedas.
Ya te conté de mi infancia y que me crió mi abuela. Hubo una cosa que me quedó en el tintero: cuando los cielos se ponían rojos en las tardes mi abuela decía “los ángeles están haciendo galletitas” y una se quedaba de lo más conforme. Veinticinco años después cualquier niño que recibiera una explicación como esa te manda a ver Discovery Channel y a internalizar las palabras de Nietzsche como un mantra “Dios ha muerto”, “Dios ha muerto”... Los tiempos cambian. Son nuevos, pero creo que no más felices de los que hoy corren. Quizás sólo me he hecho vieja de tanto pensar y de tanto leer.
“Chillán existe como una rosa blanca
sobre mi corazón húmedo y sin palabras.”
NICANOR PARRA, "TERREMOTO DE CHILLÁN”
Quiero llevarte a pasear por mi tierra. Imaginaré que comenzamos a caminar bajo un otoño fresco. Vamos al Cementerio cuyas puertas de ingreso de varios metros fueron traídas especialmente de Alemania para nosotros. Iremos juntos a que veas la gran fosa común de los muertos del ’39, y que te rías cuando te cuente que una vez me rompí la nariz porque choqué de frente con la Llorona, la escultura de la Helga Yuffer que hay frente al patio 3, porque iba corriendo y no la vi (excusa es la edad, a los cinco años una mira otros mundos) y te muestre el canal en el que antes se sacaba el agua, al que me caí una mañana procurando llenar el bidón para limpiar la tumba de mi abuelo. Y a grandes cuitas, grandes soluciones: me desnudaron, me pusieron un chaleco de alguien y pusieron mi solera y mis calzones de algodón de los siete años sobre la cruz de la tumba, bajo el sol del verano se secó antes que emigráramos a ver la tumba de mi hermano. Mi hermano es un bebé que nació muerto justo el día del cumpleaños de mi tío que lo lloró como si fuera el padre y que alguien me convenció que justo me tocó de Ángel de la Guarda. Ahí está la tumba de Ramón Vinay, el gran Otelo que dio Chillán al mundo, y de Claudio Arrau, el virtuoso hombre del piano, y del tío Lalo Parra que a punta de cuecas choras acuna a los vecinos. Te mostraré la tumba de Laura Lagos que tiene una escultura de Marta Colvin en el regazo y te mostraré la de Marcelita, una niña que murió muy joven porque su camisa de dormir se incendió y nadie pudo ayudarla porque había puesto llave a su pieza. Cada vez que pasábamos frente a la tumba de la Marcelita, camino a la de mi papito Chemo me decía mi abuela “por eso no hay que descuidarse con la estufa y no hay que ponerle llave a las piezas”. Crecí en una casa en la que nada estaba bajo cerradura, sólo en la noche se le ponía llave a la reja, se cerraba la puerta que daba hacia el frente de la casa (sin llave) y se ponía “la tranca” en la puerta del patio que era un picaporte enorme que debo haberlo aprendido a cerrar como a los ocho o diez años y del que todavía guardo el sonido seco que hacía al moverlo. Imagino que llamarle “la tranca” debió haber sido algún resabio de las casas viejas. Debiera mostrarte mis muertos: Mi abuelo y mi abuela que descansan juntos, mi hermanito (el ángel de la guarda), la Gabrielita y mi tío Pato, muertos en el accidente carretero más brutal de mi familia, la Totita, junto a sus padres (la Toti ¿te acuerdas? Mi otra abuela, con la que hacía licores y mirábamos la calle Gamero perderse hacia la costa, mientras comíamos pasteles de crema y tomábamos licor de oro). Siempre me han gustado los cementerios. Te voy a contar algo que parece muy genial: a problemas de muertos, soluciones de vivos. Hubo un tiempo en que el Cementerio no era general, sino que era católico y estaba en otro lado, entonces por la creciente migración de extranjeros fue necesario contar con un lugar donde ellos se enterraran de acuerdo a sus creencias, así surgió el Cementerio Alemán que dejó de funcionar a principios de 1900 pero del que se perdió su fisonomía con el terremoto del ’39. Para que no se pasaran las almas desde el cementerio católico al cementerio de infieles, se cavó una zanja profunda entre ambos cementerios y asunto arreglado, ya todos descansarían en paz, porque se podrá estar muy muerto pero ni leso irse a zafar los pies inmateriales por andar de copuchas en el cementerio equivocado. Ya te decía: a problemas de muertos, soluciones de vivos.
“Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo,
y no tomo la guitarra, por conseguir un aplauso,
yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso,
de lo contrario no canto”.
VIOLETA PARRA, "YO CANTO A LA DIFERENCIA”
Cuando regresemos del Cementerio recordaré que nada te he contado de este barrio que lo antecede, que le llaman Ultraestación ahora y que antes se llamó Villa Alegre. Éste era el antiguo camino a la costa, por aquí se llegaba al mar. Aquí vivían los Parra (la Violeta, Nicanor, Roberto, el tío Lalo), éste era el sector del cachureo, del cambalache, de los precarios, de los trotacaminos, de las mejores bodegas de vino (oficiales y clandestinas) y los burdeles, no podía si no llamarse Villa Alegre ¿qué otro nombre le sentaría mejor? Nicanor Parra (el antipoeta chileno por antonomasia) dijo alguna vez “El prototipo que tenemos del francés es quien nació en Paris...De igual modo, el verdadero Chillanejo, es el que nació en Villa Alegre, al otro lado de la Estación”.
A un par de cuadras de aquí, en la primera cuadra después de los rieles, vivía mi tío-abuelo José Eleucadio, más conocido como el “Negro Cai” o “Pantalón Cortito” por su costumbre de subirse los pantalones muy arriba al momento de sentarse para que no se le marcaran las rodillas en la tela, también le decían “Pompas Fúnebres” porque no ha habido registro de un conductor de tren que hubiese matado más personas en una noche entre Concepción y Chillán. ¿Qué barrio si no éste podía alojar a mi tío-abuelo, medio mapuche y medio catalán? ¿Medio catalán? Sí, para que veas, ya te contaré más largo de mis ascendientes en otra carta. Ahora te cuento de Chillán y de Villa Alegre. Aquí también vivió mi abuela-mamá cuando recién emigró de Los Ángeles, en la misma calle Los Olivos pero en el sector sur, desde su ventana, mientras cocinaba, podía ver los suicidas del Paso Nivel. Tristes han existido siempre. En este sector vivo yo, la regenta de mi propio burdel de esperanzas rotas.
Antes o después te mostraré el penoso estado en el que se encuentra el Museo de la Iglesia San Francisco, sus cinco mil libros antiguos y raros, los pocos vestigios que quedan de las épocas de gloria, y te contaré que decían que habían pasadizos secretos que llegaban hasta las monjas de la Purísima, pero nunca se ha comprobado eso. A un par de metros de ahí está la casa que fue del pintor Arturo Pacheco Altamirano, injustamente olvidado. Recuerdo el temor que nos producía a los niños una calavera de un sacerdote muerto que tenían justo al subir la escala, ibas de lo más suelto de cuerpo cuando te pillabas un hábito franciscano y su esqueleto correlativo en la puerta… Ahora ya no está. Decían que era un cura que se subió a arreglar el reloj de la iglesia y que cayó sobre las rejas de acceso.
“Con el canto'e la Violeta
y el corazón de Chillán,
yo me traje, en la maleta,
quinientos litros y un pan.
[…]
Seis días 'tuve tomando
a'ond'el guatón Monrroy,
seis días que ando contando
más hablaor que un choroy.”
TITO FERNÁNDEZ, EL TEMUCANO, "CHILLÁN”
No sé si llevarte ahora hacia las calles del norte o volver al sur… Mejor hacia el sur. Iremos luego a pasear por el Mercado en día de feria para que escuches como se vende el zapallo milagroso que engorda la pierna, los huevos de campo sin colesterol, las acelgas mágicas para bajar de peso y para que veas el cartelito chistoso de la señora a la que le compro fruta, que dice “Los zorzales también pagan”, puesto ahí en la esperanza de desmoralizar a los clientes que sólo prueban y no compran nunca, para que conozcas a Silvita a quien le compro el pescado, a mi casero de las papas que me guarda la infinidad de bolsas y bolsas mientras compro y compro tentada por todas esas cosas ricas que ofrece mi tierra y la de otros que las vienen a comercializar aquí. Te presentaré a la Pamela, una rubia con pecas grandes que trae esas frutas poco masivas: el maqui, la granada, los membrillos, y con quien nos saludamos con auténtico cariño desde que yo iba a comprar acompañando a mi abuela y ella tenía un canasto con sus cosas cerca de la mirada vigilante de su madre, hará ya unos veinte años. Si tenemos suerte, a lo mejor encontremos al que trae chupones y murtilla. La parte del mercado que más me gusta es la de los frutos secos, creo que nunca acabaría de comer guindas secas, almendras, nueces o pasas rubias, el olor mezclado, en el aire de la fragancia de los melones calameños, del merkén, de la canela, de los clavos de olor, es una invasión sensorial sin clemencia alguna. Famoso es el callejón de los restaurantes que “arreglan la caña” o “los levantamuertos” que se sirven con cafecito con malicia, salen de adentro olores de fritanga y de compañerismo. Esa era la Feria libre. Vamos al Mercado Techado. En un costado están las cocinerías en las que por dos dólares matas el hambre y haces amigos; por el pasillo central están a la caza -como si de un puma agazapado se tratase- mujeres que te invitan sonrientes a irte con ellas, cantos de sirena a los que todos sucumben “mi caballero, venga por aquí, por aquí, le tengo pastel de choclo”. ¿Cómo no será necesario amarrarse al mástil para no ir tras ellas?
“Chile. Mucho se ha hablado de la mentalidad regionalista y reducida de sus habitantes, de la impronta puesta en la frente por la cordillera de los Andes, gigante rocoso con voz de mujer bravía, mujer iracunda y desenfadada que a la menor provocación arremanga sus polleras y muestra su sexo humeante. No tuvo amores ni hijos ni dioses, fue sí el albergue de los amores de otros, de hijos ajenos y de dioses extraños. Subió sus brazos para protegernos de la mirada inquisidora de otros (igual que Claudia protegió de miradas curiosas a Mauricio); pero a pesar de su celo no logró salvarnos.
Dentro de este ordenado abanico de paisajes, casi al medio de su exuberancia, queda Chillán, pueblo desnudo, enclavado en el valle central, como si necesitase sentir el mar y la cordillera alcanzables. Chillán debió hacer pactos con lunas hechiceras, porque a su alero han crecido infinidad de amores que a la luz de la mañana no pueden vivir, amores vampiros que al rayar el alba deben mantenerse en la oscuridad…”
MILITA BABILONICA, "EL CLUB DE LULÚ”
¿Qué más puedo mostrarte? ¿Con qué te encanto? ¿Qué te cuento?
Aquí nació Bernardo O’Higgins, llamado el Padre de la Patria, Director Supremo de Chile, hijo natural de Isabel Riquelme, noble de esta tierra, que prendó al Virrey del Perú sin importar los casi 40 años que los separaban.
Aquí nació también Carmen Arriagada que mantuvo por años una apasionada correspondencia infiel con el pintor Mauricio Rugendas, a quien conoció en una tertulia y amó hasta la muerte.
“La vida me la pasé
buscando una chillaneja.
Por los palacios pasé
miré detrás de las rejas
los ranchos examiné
desde el patio hasta las tejas
hasta que me la encontré”
PABLO NERUDA, "LA CHILLANEJA”
Aquí nació Matilde Urrutia, el gran amor de Pablo Neruda, su castaña despeinada, su fea, su chillaneja evidente, su cordillerana. Aquella que puedes encontrar en la poesía erótica más completa de Neruda, la que se ríe, burla la muerte y ama y no ama en los Cien Sonetos, la amante clandestina de tantos años, la amada visible del resto de los años de su vida.
Aquí nació Hilda May que enamoró a Volodia Teitelboim y fue detrás del amor de Gonzalo Rojas hasta París para flecharlo para siempre y traerse al poeta a vivir a esta tierra.
Aquí tantos y tantas que conjugan en todos los tiempos el verbo amar. Con tanta intensidad como inteligencia, saben del conocerse en otro, del vivir con otro, del crear con otro. Tantos que saben de hacerlo “a la chillaneja”: con violencia y con desnudez esencial.
Aquí nació Sara Richard, mi abuela, que a los 17 años huyó de Chillán con un locutor ecuatoriano que andaba de paso y que, casada a la rápida en la ciudad de Santiago, aprendió a vivir en Quito; pero volvió, porque ya decía Sergio que Chillán nos persigue.
Aquí nací yo también, y aquí ofrecí sexo y verdad para siempre. No fue suficiente entonces, quizás no lo sea luego; pero aquí sigo siendo “mujer de barro y pan caliente”.
Y ahora dame la mano y regresemos a la alfombra de la cual partimos, seguiremos paseando otro día, porque hoy nos toca ver una película llorona comiendo avellanas de monte...
CUENTO DOS
A LOS OJOS DE UNA NIÑA / Paulina Millas
No sabía bien a dónde iba. La curiosidad propia de su edad la hacia inquietarse cada vez más, aun así optó por callar y seguir atenta los consejos de sus padres. El bus seguía su trayecto de media mañana, y sentada en las faldas de su madre veía cómo las alamedas y sembrados se iban alejando en forma progresiva del horizonte, mientras que en opuesta proporción se asomaban caseríos desconocidos para ella: algunos más grandes, otros con sendas rejas, de diversos colores y formas. Atentamente seguía el tramo cuando ¡mira! un automóvil aparece desde el otro lado del camino; novedoso es, ya que no suelen pasar mucho de esos en el campo. Al rato aparece otro, y otro, luego dos más: un camión con frutas, un viejo Ford blanco, ``casi todos vienen de la ciudad´´ le dicen, ante la impresión de la pequeña.
Su corta vida transcurría en el campo, entre arboledas y predios nutridos de esfuerzo humano y bondad de la naturaleza. Ahí, con los pies embarrados, corría junto a sus hermanos, espantaba a las gallinas, acompañaba a su padre en paseos a caballo. Un mundo verde, mestizo de tierra húmeda, adobe, duraznos recién maduros y brotes tan bellos como anárquicos; vida sencilla pero de una calma envidiable.
Muy distinto entorno era el que halló al bajarse del bus, partiendo por un extraño pero simpático bullicio que le daba la bienvenida. Todo lo que había ahí le era nuevo, atrayente pero a la vez temible, por lo cual debía ir de la mano con sus padres. Avanzaban por Arauco, luego por El Roble, entre decenas de caras, carretas y motores. Ella seguía atentamente cada movimiento, cada sonido: el tac tac de las carretas al chocar con el pavimento, uno que otro bocinazo de las liebres (¡qué locura!); la multitud en el banco, ``la casa en donde se guarda el dinero´´, como le indicaba su papá. No dejaba de sorprenderse con la cantidad de niños aferrados a las faldas de sus madres, los señores de traje y sombrero impecables, los pregones de frutas y verduras frescas, artículos varios que se pavoneaban en las vitrinas de los emporios. Gente chillona aquí y allá, por un lado emergen los acordes de una guitarra solitaria, mientras que por otro boleros se mezclan con una música nueva y curiosa, rock and roll le dicen. Hay edificios con formas caprichosas, de los cuales penden avisos de vistosos colores que compiten entre sí por captar la atención del transeúnte, todo un monstruoso carnaval de comercio y cemento.
Seducida por los encantos de este entorno recién descubierto por sus ojos de preescolar, por momentos se soltaba de la protección paterna para tratar de internarse en esta selva, jugando a ser conquistadora de un territorio mágico, como en los cuentos. Pero el adusto ``ven ´´ de la madre da cuenta de su imprudencia: aún es muy pequeña para este mundo, deberá entrenar y aprender mucho para vivir en esta batahola urbana. Obedece resignada, pero llevando consigo la certera promesa de volver algún día: no como pollito en corral nuevo, sino como orgullosa reina dispuesta a brillar en éste, ``su ´´ espacio en el mundo.
(Tormenta reina)
CUENTO TRES
RACCONTO / Margarita Salazar
No volveré a vivir en Chillán…..salí de allí hace mas de 30 años…..ya tengo mi vida hecha, mi familia formada, mi historia……no volveré…….creo…..
Y aquí estoy….recién llegada recorriendo sus calles…..estableciéndome nuevamente en mi ciudad natal…..reconociendo sus añosas arboledas que decoran sus avenidas tratando de encontrar entre los rostros que pasan por mi lado, alguno que pueda identificar – además de mis familiares, claro - ….pero el tiempo no se ha detenido, los jóvenes deben ser hijos o nietos quizá de las que fueron mis amigas de infancia, mis compañeras de colegio, las vecinas de mi barrio…..si, …. .el tiempo no se ha detenido mientras estuve fuera.
Bueno, habrá que comenzar de nuevo a conocer Chillán me digo ….y mientras camino por aquellas calles que conocía y recorría de niña….algo pasa al llegar a una esquina… !! la esquina de la piedra !!, y me siento transportada en las alas de un corcel llamado Recuerdo y es en ese momento que el tiempo se detiene para mi…..y comienzan a fluir desde lo mas recóndito de mi ser, esas maravillosas tardes de juegos infantiles… cierro mis ojos, y en solo unos segundos recuerdo vividamente los lánguidos atardeceres, esperando que el abrasador sol de enero esconda su rostro, para comenzar a asomarnos cada uno desde las viejas casonas de adobe y reunirnos en torno a la piedra de la esquina…..la piedra…..nuestra mesa de juegos…..punto de reunión de todos los que hoy pintamos canas…. la piedra, que ya no existe…el progreso se la llevó para cubrir con cemento el polvo de aquella esquina…
Chillán….mi viejo Chillán….como alimentas mi espíritu y me llevas a recordar lo que pensaba olvidado…
Y sigo mi peregrinaje por esas callecitas, recibiendo en cada esquina, cual ramito de violetas de la canasta de un vendedor, el aroma de los recuerdos puros y felices de mi niñez….plena de juegos, donde la precariedad material y la poca tecnología existente, daban paso a una imaginación viva para crear juegos y entretención…..días a los que le faltaban horas para seguir jugando…. donde la palabra aburrimiento no formaba parte de nuestro lenguaje…
Chillán….mi viejo Chillán, …donde las duras capas del concreto que hoy cubre tus calles, no han podido borrar las marcas de un “luche avión”, el bailar zigzagueante de un trompo “cucarro”, o de un “pocito”, hábilmente fabricado por nuestras pequeñas manos para capturar ojalá a las mas hermosas bolitas de vidrio…esas….las “ojitos de gato”…para tener la colección mas grande de todos…
Chillán…mi viejo Chillán… que hermosa, alegre y sana niñez me diste…
Camino por la plaza…aquella….la de los grandes árboles que nos protegían del calor en verano y acompañaban nuestra caminata los domingos luego de la misa de 11, pero por mas que busco en ella, no logro encontrar los grandiosos castaños que la adornaban… los que cada invierno nos esperaban a la salida del colegio con el piso cubierto de cajetillas a punto de parir su carnoso fruto… !!! A vaciar los bolsones para recoger castañas !!!... .Era el grito de guerra luego de clases….para luego llegar a casa a calentar el cuerpo y las manos con un jarro de café de trigo….mientras esperábamos el plato de fondo: castañas asadas en el rescoldo de un brasero que temperaba nuestra casa….puedo sentir aún en el paladar el sabor y textura de las sabrosas castañas, con su color amarillo que nos decía que ya estaban listas para ser devoradas… mientras escuchábamos algún relato de fantasmas y apariciones que los mayores nos narraban para amenizar las lluviosas tardes de invierno….(o para que no quisiéramos salir cuando ya oscurecía)…
Chillán….mi viejo Chillán…. Que colmaste mi imaginación y forjaste mi carácter, hoy te rindo un homenaje sencillo desde el fondo de mi alma…
Llego a la esquina de la señora “Chela”….aquella que nos esperaba cada día camino al colegio con sus canastos llenos de albaricoques…rojos y verdes….y un paquetito de sal para condimentarlos….nuestra colación para el recreo….ah!!...y para aromar el pañuelo….que no se olvide de vendernos también un peso de flor de magnolia….amarillas, pequeñas….de intensa fragancia que renovábamos cuando ya tomaban un color café oscuro…ja, ja, ja…su grata fragancia llega a mi mente….como si fuera hoy…..pero fue hace tantos años…
No puedo terminar este recorrido sin contemplar los caquis, que aún existen en la siguiente cuadra…..cuadras de campo, como me dicen mis hijos…, exquisito manjar cuando los consumíamos maduros……un atentado al paladar y atoradores cuando insistíamos que maduraran desde la compra hasta la llegada al colegio, sin olvidar el enojo de la madre por las marcas que quedaban e los blancos delantales que usábamos como uniforme…
Chillán….mi viejo Chillán….que en cada esquina roma me vas regalando un manojo de recuerdos, que atesoro con amor y gratitud….para llenar la valija con lo único que tiene valor en la eternidad….los hermosos recuerdos de lo vivido…. los malos ya los olvidé, las amistades que cultivamos…la familia que formamos….las lecciones aprendidas, los talentos desarrollados…todo lo que componen mi equipaje… el sencillo equipaje… para mi ultimo viaje….
Chillán….mi viejo Chillán…..solo tuve que regresar a ti….para darme cuenta cuanto te
extrañaba…y lo importante que eres para mi. (Gita)
CUENTO CUATRO
DON JUAN, TODA UNA LEYENDA / Verónica Peña
-¿Cómo está? ¡Qué día más radiante! Tenga una jornada agradable.
El lento recorrer de sus pasos no dejaba en duda que ya los noventa y tantos años cobraban su peso. Sin levantar los pies al caminar, con la rectitud de un tronco que no pretendía encorvar, con un portafolio bajo el brazo, rumbo al trabajo se encaminaba diariamente don Juan.
¡Don Juan! Tras una cristalina mirada, de amplia y fluida sonrisa; tenía la palabra exacta y justa para decirla a tiempo.
-¡Exitoso día!
Como si sobre su iluminada existencia debía proyectar vida, vida y más vida; pero ¿quién nos dice si somos portadores de vida o de muerte? Pienso que es imposible controlar esa proyección de nuestra humanidad. De la muerte ya habló Whitman: “es inútil que trates de asustarme” y de la vida: “eres residuo de incalculables muertes”.
Siempre deteniéndose, aunque fueran unos segundos a brindar la sonrisa y el saludo.
-¡Temprano echo a andar los motores! Expresaba con alegría cuando se le increpaba por su temprana presencia en la calle.
-¡De otra forma cuesta salir a trabajar!
Le escuchaba atenta y me sobrevenía una reflexión ¿trabajar a sus años? ¡pero si he visto renunciar al trabajo a genta más joven, en plena vida útil; motivados al parecer por la impagable misión de criar, formar y educar a sus hijos; personas que voluntariamente han renunciado a su propia realización, a ser integrados activamente a la sociedad y excluirse de la competitividad que nos integra a este convulsionado mundo.
Sin embargo don Juan no decaía, y se le encontraba en lugares inimaginables. De esta forma llevaba las cuentas de las casa comerciales como misión y trabajo, pienso, auto-impuesto; pues ese era su deseo.
¡Cuántas misiones nos habremos autoimpuesto en nuestras vidas! Pero qué llevadero y ameno debe ser realizarlas con la calidad, constancia y valor de este ejemplo humano.
Siempre estamos quejándonos por nuestras contrariedades, por nimias que sean, nos crean un mundo de angustias internas. Con qué facilidad hablamos de depresiones, estrés, bajones internos y cómo desoímos a quién nos grita internamente: ¡tienes años de juventud, fortaleza, talento, salud, habilidad….!
No, al primer tropiezo nos caemos y levantarnos es todo un acontecimiento.
¿Por qué a mí? ¿Está será mi cruz? Y se recurre a algún medio para ayudarnos a la sobrevivencia; así empieza toda una seguidilla de intentos.
¿No sería preferible recurrir a estos ejemplos motivadores e inspiradores dignos de trascendencia?, ¡Si lo dice la sabiduría! ¿Por qué no escuchar?
-¿“Cuándo será el próximo encuentro de ex alumnos de nuestro colegio?, ya hablé con el organizador y quedó de llamar a reunión”
¡Si de su generación no queda nadie! Pienso que un reencuentro con las generaciones posteriores a la suya, le llevarían a revivir momentos plenos de gran alegría y espiritualidad; razones por las que, imagino, se esfuerza en reunir a sus ex camaradas.
En definitivas, escuchar a personajes longevos, detenerse frente a otras personas y perder, no; ganar unos segundos más de vida para intercambiar algunas palabras; ¿no podría ser el remedio a la incomunicada y vertiginosa vida que llevamos?
¡Qué admirable el valor de la sonrisa y la postura positiva ante la vida!
(Homenaje póstumo a don Juan Parraguéz)
Verosol
CUENTO CINCO
CHILLÁN 24 / 1 / 39. / María Eliana Carrasco
Algunas veces pienso que pudo haber sido el terror a lo desconocido lo que me hizo cambiar tan de repente, otras veces creo que fue el correr incesante de las estrellas en la bóveda tan oscura como no la había visto nunca, o el lamento de los animales a lo lejos o el graznido adelantado de los buitres. No, no puedo precisarlo, sin embargo así comenzó todo.
De las pesadillas se despierta, me repetía una y mil veces mientras escarbaba entre los escombros al lado de mi madre, sin saber a ciencia cierta qué buscaba ella. Mis manos aún temblorosas por la maldita noche se acomodaban a su ritmo acezante a pesar que la piel reclamaba dolorosa.
De pronto mamá se detuvo, algo la dejó paralizada como una estatua de sal, recordé aquel pasaje de la biblia que tanto me había asombrado allá en el colegio, pero que ahora me dejaba sin sangre en las venas y con los latidos que se repetían de dos en dos, inquietantes, demasiado rápidos. Supe entonces que todo había sido cierto, que no volvería a despertar para encontrar las cosas intactas, como antes, como siempre.
Quise saber lo que pasaba, al fin y al cabo mamá me había llevado para ayudarle en su tarea indescifrable. Con ternura húmeda me cogió la cara, resbaló su pena por las mejillas y me acurrucó en su falda olorosa a tierra. Vámonos de aquí, dijo, ya encontré lo que buscaba. Su voz me pareció resignada, tal vez lo que encontró la dejó así, o quizás fue alivio frente al hecho de no seguir removiendo entre los escombros.
La tarde de ese día caluroso e irrespirable se arrastraba entre lamentos y quejidos que venían de cualquier parte. El aire se había apoderado de esas voces, las había hecho suyas y las trasmitía de tanto en tanto.
Desde ese día las mañanas ya no fueron las mismas. Antes despertábamos con el delicioso abrir de ventanas y el aire perfumado que venía desde el jardín. Ahora dormíamos bajo el naranjo que estaba en el centro del patio, pero en nuestros juegos yo no cabían las carcajadas ni la alegría, sólo cuchicheábamos debajo de las frazadas y nos buscábamos los pies para espantar el miedo. Hablábamos en murmullos, como si la voz se nos hubiese quedado enterrada bajo la casa destruída. Sólo la ternura se deslizaba de vez en cuando sobre nuestra pena con una caricia aletargada o un roce de las manos de mamá por los cabellos desordenados.
Papá se encargaba de ordenar lo imposible y de cavar un pozo profundo ayudado por dos muchachos que nunca supe de donde vinieron, pero que tenían brazos fuertes y, a poco andar, lograron llegar hasta una profundidad que me pareció increíble.
¡Agua! ¡Agua! Sentimos gritar a papá una tarde que estábamos jugando con los elementos que estaban allí frente a nuestras manos y a los que tratábamos de dar una forma lo más parecido a una casa.
Del pozo salió agua de verdad, clara, sin sabor a tierra como la que nos daban a gotas los días que siguieron a esa maldita noche.
Algo sucedió esa tarde, a mamá le brotaron las sonrisas que se le habían escapado, papá nos abrazó uno por uno deteniéndose en cada abrazo. Luego llenó un balde y nos dió de beber. Recuerdo que el líquido estaba fresco, limpio. Me llenó por dentro de una esperanza nueva, una esperanza que hablaba de mejores tiempos y me hizo saber que la vida continuaba.
Una larga fila de sedientos chillanejos llenó de algarabía nuestros días y entre el batir del agua en el fondo del pozo comprendí que muchas cosas suceden de este modo, cuando uno menos lo espera, cuando la oscuridad nos ha nublado los ojos y las manos se cruzan sobre la falda en un gesto inútil.
Hoy, después de tantos años he vuelto a sentir aquel temblor de tierra y espero un milagro como el de papá allá en nuestra casa de Chillán. Se que la destrucción ha sido demasiado grande, sin embargo al recordar esa noche vuelvo a encontrar entre los pliegues de mi delantal de colegio esa experiencia vivida hace tantos años y que, a pesar de todo, estuvo pintada de esperanza.
Tal vez se repita, nunca se sabe.
Nuestra identidad se ve fortalecida, cuando chillanejos de diferentes sectores convergen en un solo sentido; el hacer memoria y reconstruir desde el anonimato otra historia, la
no oficial, aquella que se transmite oralmente y se transforma en un mudo testimonio de lo pasado.
Un pequeño relato, un cuento, una historia, nos puede hablar de miles de cosas; emociones, personajes, familia, ciudad, barrios, campo, colegio...todo lo imaginable que este a punto de extraviarse o que ya inevitablemente perdimos.
Aquel recuerdo, es necesario para anclarnos positivamente en nuestra reconstrucción.
CUENTO UNO
SEMBLANZA de CHLLÁN / Carmen Andrea Mantilla
HAN INSISTIDO EN LLAMARME CARMEN, OTROS ME CONOCEN COMO ANDREA, PERO A QUIEN QUIERAS PREGUNTAR SABEN QUE SOY MANTILLA DE PADRE Y POR LO TANTO, POBRE Y REINCIDENTE EN EL AMOR. TAMBIÉN RESPONDO AL NOMBRE DE MILITA QUE ES AQUEL CON EL QUE ME AUTOINVOCO PARA ESCRIBIRTE DE CÓMO SON LAS TORMENTAS QUE AZOTAN LAS COSTAS DE CHILE.
Chile, Provincia de Ñuble, Chillán, Marzo de 2009
“Arden eras chillanejas.
Todo Chillán es fermento.
Toda su tierra parece
ofrenda, fervor, sustento,
y salta una llamarada
que nos da a mitad del pecho”
GABRIELA MISTRAL, "CHILLÁN"
Me preguntaste alguna vez dónde vivía. Te lo dije, pero no te lo expliqué. Chillán necesita ser explicado, desmenuzado, mordido. Necesita que te sientes pacientemente a la orilla de un mesón ancho, con vino pipeño y dulzón a comer jaibas de Tomé, con una dedicación casi monacal y piedra en mano, al amparo de un parrón que te permita burlar el calor del verano. Es una ciudad de siesta, todavía tiene el encanto del mundo que gira lento.
Ahora nos empinamos recién en los 160 mil habitantes, pero parece que fuéramos menos aquí y que nos multiplicáramos en otros lados. Me explico. Menos aquí porque en esta ciudad todo se sabe, no hay amorío que se calle ni persona que no sea pariente de alguien conocido. Y más en otros lados, porque cuando se sale de Chillán, siempre encuentras otro chillanejo patiperro que probablemente sea pariente de una compañera que tuviste hace años, situación que te acerca lo suficiente para hermandar destinos mientras dure tu propia travesía. Donde hay un lugar imposible, habrá un chillanejo que añore el encanto campesino de esta tierra bella. Y donde hay dos chillanejos hay matria.
“Me persigue Chillán
por todas partes;
remecida uva sol;
plácida plaza,
viene conmigo desde siempre,
arsenal de la patria.
Chillán es lo que tengo
y eso es bastante,
para tan grande sed
que ando trayendo,
no hay otro cántaro que valga;
para tanto cansancio acumulado,
no hay otra almohada.”
SERGIO HERNÁNDEZ, "ME PERSIGUE CHILLÁN"
La ciudad se ha ampliado a lo loco. Cuando yo era chica todavía podía verse un caballo paseando suelto por la calle de mi población así como si nada. Ahora ya no. Alcancé a ver tradiciones como el vendedor de mote mei que pasaba en las noches, ahora sólo queda la señora del trigo mote y las patitas en el Mercado, ahí encerrada en el destino que le otorgaron, no tienen hambre de colonizar lugares nuevos. También pasaban vendiendo leche de burra en un cachito y los chinchineros generaban tumulto. Los chinchineros a veces pasan aún a la ciudad, se ganan en una de las esquinas del centro y me pintan la envidia en la cara con las coordinaciones imposibles de manos, pies y cuerpos, ésas que jamás podría hacer yo. Creo que con suerte podría pasar el gorrito pidiendo la calificación del espectáculo en monedas.
Ya te conté de mi infancia y que me crió mi abuela. Hubo una cosa que me quedó en el tintero: cuando los cielos se ponían rojos en las tardes mi abuela decía “los ángeles están haciendo galletitas” y una se quedaba de lo más conforme. Veinticinco años después cualquier niño que recibiera una explicación como esa te manda a ver Discovery Channel y a internalizar las palabras de Nietzsche como un mantra “Dios ha muerto”, “Dios ha muerto”... Los tiempos cambian. Son nuevos, pero creo que no más felices de los que hoy corren. Quizás sólo me he hecho vieja de tanto pensar y de tanto leer.
“Chillán existe como una rosa blanca
sobre mi corazón húmedo y sin palabras.”
NICANOR PARRA, "TERREMOTO DE CHILLÁN”
Quiero llevarte a pasear por mi tierra. Imaginaré que comenzamos a caminar bajo un otoño fresco. Vamos al Cementerio cuyas puertas de ingreso de varios metros fueron traídas especialmente de Alemania para nosotros. Iremos juntos a que veas la gran fosa común de los muertos del ’39, y que te rías cuando te cuente que una vez me rompí la nariz porque choqué de frente con la Llorona, la escultura de la Helga Yuffer que hay frente al patio 3, porque iba corriendo y no la vi (excusa es la edad, a los cinco años una mira otros mundos) y te muestre el canal en el que antes se sacaba el agua, al que me caí una mañana procurando llenar el bidón para limpiar la tumba de mi abuelo. Y a grandes cuitas, grandes soluciones: me desnudaron, me pusieron un chaleco de alguien y pusieron mi solera y mis calzones de algodón de los siete años sobre la cruz de la tumba, bajo el sol del verano se secó antes que emigráramos a ver la tumba de mi hermano. Mi hermano es un bebé que nació muerto justo el día del cumpleaños de mi tío que lo lloró como si fuera el padre y que alguien me convenció que justo me tocó de Ángel de la Guarda. Ahí está la tumba de Ramón Vinay, el gran Otelo que dio Chillán al mundo, y de Claudio Arrau, el virtuoso hombre del piano, y del tío Lalo Parra que a punta de cuecas choras acuna a los vecinos. Te mostraré la tumba de Laura Lagos que tiene una escultura de Marta Colvin en el regazo y te mostraré la de Marcelita, una niña que murió muy joven porque su camisa de dormir se incendió y nadie pudo ayudarla porque había puesto llave a su pieza. Cada vez que pasábamos frente a la tumba de la Marcelita, camino a la de mi papito Chemo me decía mi abuela “por eso no hay que descuidarse con la estufa y no hay que ponerle llave a las piezas”. Crecí en una casa en la que nada estaba bajo cerradura, sólo en la noche se le ponía llave a la reja, se cerraba la puerta que daba hacia el frente de la casa (sin llave) y se ponía “la tranca” en la puerta del patio que era un picaporte enorme que debo haberlo aprendido a cerrar como a los ocho o diez años y del que todavía guardo el sonido seco que hacía al moverlo. Imagino que llamarle “la tranca” debió haber sido algún resabio de las casas viejas. Debiera mostrarte mis muertos: Mi abuelo y mi abuela que descansan juntos, mi hermanito (el ángel de la guarda), la Gabrielita y mi tío Pato, muertos en el accidente carretero más brutal de mi familia, la Totita, junto a sus padres (la Toti ¿te acuerdas? Mi otra abuela, con la que hacía licores y mirábamos la calle Gamero perderse hacia la costa, mientras comíamos pasteles de crema y tomábamos licor de oro). Siempre me han gustado los cementerios. Te voy a contar algo que parece muy genial: a problemas de muertos, soluciones de vivos. Hubo un tiempo en que el Cementerio no era general, sino que era católico y estaba en otro lado, entonces por la creciente migración de extranjeros fue necesario contar con un lugar donde ellos se enterraran de acuerdo a sus creencias, así surgió el Cementerio Alemán que dejó de funcionar a principios de 1900 pero del que se perdió su fisonomía con el terremoto del ’39. Para que no se pasaran las almas desde el cementerio católico al cementerio de infieles, se cavó una zanja profunda entre ambos cementerios y asunto arreglado, ya todos descansarían en paz, porque se podrá estar muy muerto pero ni leso irse a zafar los pies inmateriales por andar de copuchas en el cementerio equivocado. Ya te decía: a problemas de muertos, soluciones de vivos.
“Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo,
y no tomo la guitarra, por conseguir un aplauso,
yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso,
de lo contrario no canto”.
VIOLETA PARRA, "YO CANTO A LA DIFERENCIA”
Cuando regresemos del Cementerio recordaré que nada te he contado de este barrio que lo antecede, que le llaman Ultraestación ahora y que antes se llamó Villa Alegre. Éste era el antiguo camino a la costa, por aquí se llegaba al mar. Aquí vivían los Parra (la Violeta, Nicanor, Roberto, el tío Lalo), éste era el sector del cachureo, del cambalache, de los precarios, de los trotacaminos, de las mejores bodegas de vino (oficiales y clandestinas) y los burdeles, no podía si no llamarse Villa Alegre ¿qué otro nombre le sentaría mejor? Nicanor Parra (el antipoeta chileno por antonomasia) dijo alguna vez “El prototipo que tenemos del francés es quien nació en Paris...De igual modo, el verdadero Chillanejo, es el que nació en Villa Alegre, al otro lado de la Estación”.
A un par de cuadras de aquí, en la primera cuadra después de los rieles, vivía mi tío-abuelo José Eleucadio, más conocido como el “Negro Cai” o “Pantalón Cortito” por su costumbre de subirse los pantalones muy arriba al momento de sentarse para que no se le marcaran las rodillas en la tela, también le decían “Pompas Fúnebres” porque no ha habido registro de un conductor de tren que hubiese matado más personas en una noche entre Concepción y Chillán. ¿Qué barrio si no éste podía alojar a mi tío-abuelo, medio mapuche y medio catalán? ¿Medio catalán? Sí, para que veas, ya te contaré más largo de mis ascendientes en otra carta. Ahora te cuento de Chillán y de Villa Alegre. Aquí también vivió mi abuela-mamá cuando recién emigró de Los Ángeles, en la misma calle Los Olivos pero en el sector sur, desde su ventana, mientras cocinaba, podía ver los suicidas del Paso Nivel. Tristes han existido siempre. En este sector vivo yo, la regenta de mi propio burdel de esperanzas rotas.
Antes o después te mostraré el penoso estado en el que se encuentra el Museo de la Iglesia San Francisco, sus cinco mil libros antiguos y raros, los pocos vestigios que quedan de las épocas de gloria, y te contaré que decían que habían pasadizos secretos que llegaban hasta las monjas de la Purísima, pero nunca se ha comprobado eso. A un par de metros de ahí está la casa que fue del pintor Arturo Pacheco Altamirano, injustamente olvidado. Recuerdo el temor que nos producía a los niños una calavera de un sacerdote muerto que tenían justo al subir la escala, ibas de lo más suelto de cuerpo cuando te pillabas un hábito franciscano y su esqueleto correlativo en la puerta… Ahora ya no está. Decían que era un cura que se subió a arreglar el reloj de la iglesia y que cayó sobre las rejas de acceso.
“Con el canto'e la Violeta
y el corazón de Chillán,
yo me traje, en la maleta,
quinientos litros y un pan.
[…]
Seis días 'tuve tomando
a'ond'el guatón Monrroy,
seis días que ando contando
más hablaor que un choroy.”
TITO FERNÁNDEZ, EL TEMUCANO, "CHILLÁN”
No sé si llevarte ahora hacia las calles del norte o volver al sur… Mejor hacia el sur. Iremos luego a pasear por el Mercado en día de feria para que escuches como se vende el zapallo milagroso que engorda la pierna, los huevos de campo sin colesterol, las acelgas mágicas para bajar de peso y para que veas el cartelito chistoso de la señora a la que le compro fruta, que dice “Los zorzales también pagan”, puesto ahí en la esperanza de desmoralizar a los clientes que sólo prueban y no compran nunca, para que conozcas a Silvita a quien le compro el pescado, a mi casero de las papas que me guarda la infinidad de bolsas y bolsas mientras compro y compro tentada por todas esas cosas ricas que ofrece mi tierra y la de otros que las vienen a comercializar aquí. Te presentaré a la Pamela, una rubia con pecas grandes que trae esas frutas poco masivas: el maqui, la granada, los membrillos, y con quien nos saludamos con auténtico cariño desde que yo iba a comprar acompañando a mi abuela y ella tenía un canasto con sus cosas cerca de la mirada vigilante de su madre, hará ya unos veinte años. Si tenemos suerte, a lo mejor encontremos al que trae chupones y murtilla. La parte del mercado que más me gusta es la de los frutos secos, creo que nunca acabaría de comer guindas secas, almendras, nueces o pasas rubias, el olor mezclado, en el aire de la fragancia de los melones calameños, del merkén, de la canela, de los clavos de olor, es una invasión sensorial sin clemencia alguna. Famoso es el callejón de los restaurantes que “arreglan la caña” o “los levantamuertos” que se sirven con cafecito con malicia, salen de adentro olores de fritanga y de compañerismo. Esa era la Feria libre. Vamos al Mercado Techado. En un costado están las cocinerías en las que por dos dólares matas el hambre y haces amigos; por el pasillo central están a la caza -como si de un puma agazapado se tratase- mujeres que te invitan sonrientes a irte con ellas, cantos de sirena a los que todos sucumben “mi caballero, venga por aquí, por aquí, le tengo pastel de choclo”. ¿Cómo no será necesario amarrarse al mástil para no ir tras ellas?
“Chile. Mucho se ha hablado de la mentalidad regionalista y reducida de sus habitantes, de la impronta puesta en la frente por la cordillera de los Andes, gigante rocoso con voz de mujer bravía, mujer iracunda y desenfadada que a la menor provocación arremanga sus polleras y muestra su sexo humeante. No tuvo amores ni hijos ni dioses, fue sí el albergue de los amores de otros, de hijos ajenos y de dioses extraños. Subió sus brazos para protegernos de la mirada inquisidora de otros (igual que Claudia protegió de miradas curiosas a Mauricio); pero a pesar de su celo no logró salvarnos.
Dentro de este ordenado abanico de paisajes, casi al medio de su exuberancia, queda Chillán, pueblo desnudo, enclavado en el valle central, como si necesitase sentir el mar y la cordillera alcanzables. Chillán debió hacer pactos con lunas hechiceras, porque a su alero han crecido infinidad de amores que a la luz de la mañana no pueden vivir, amores vampiros que al rayar el alba deben mantenerse en la oscuridad…”
MILITA BABILONICA, "EL CLUB DE LULÚ”
¿Qué más puedo mostrarte? ¿Con qué te encanto? ¿Qué te cuento?
Aquí nació Bernardo O’Higgins, llamado el Padre de la Patria, Director Supremo de Chile, hijo natural de Isabel Riquelme, noble de esta tierra, que prendó al Virrey del Perú sin importar los casi 40 años que los separaban.
Aquí nació también Carmen Arriagada que mantuvo por años una apasionada correspondencia infiel con el pintor Mauricio Rugendas, a quien conoció en una tertulia y amó hasta la muerte.
“La vida me la pasé
buscando una chillaneja.
Por los palacios pasé
miré detrás de las rejas
los ranchos examiné
desde el patio hasta las tejas
hasta que me la encontré”
PABLO NERUDA, "LA CHILLANEJA”
Aquí nació Matilde Urrutia, el gran amor de Pablo Neruda, su castaña despeinada, su fea, su chillaneja evidente, su cordillerana. Aquella que puedes encontrar en la poesía erótica más completa de Neruda, la que se ríe, burla la muerte y ama y no ama en los Cien Sonetos, la amante clandestina de tantos años, la amada visible del resto de los años de su vida.
Aquí nació Hilda May que enamoró a Volodia Teitelboim y fue detrás del amor de Gonzalo Rojas hasta París para flecharlo para siempre y traerse al poeta a vivir a esta tierra.
Aquí tantos y tantas que conjugan en todos los tiempos el verbo amar. Con tanta intensidad como inteligencia, saben del conocerse en otro, del vivir con otro, del crear con otro. Tantos que saben de hacerlo “a la chillaneja”: con violencia y con desnudez esencial.
Aquí nació Sara Richard, mi abuela, que a los 17 años huyó de Chillán con un locutor ecuatoriano que andaba de paso y que, casada a la rápida en la ciudad de Santiago, aprendió a vivir en Quito; pero volvió, porque ya decía Sergio que Chillán nos persigue.
Aquí nací yo también, y aquí ofrecí sexo y verdad para siempre. No fue suficiente entonces, quizás no lo sea luego; pero aquí sigo siendo “mujer de barro y pan caliente”.
Y ahora dame la mano y regresemos a la alfombra de la cual partimos, seguiremos paseando otro día, porque hoy nos toca ver una película llorona comiendo avellanas de monte...
CUENTO DOS
A LOS OJOS DE UNA NIÑA / Paulina Millas
No sabía bien a dónde iba. La curiosidad propia de su edad la hacia inquietarse cada vez más, aun así optó por callar y seguir atenta los consejos de sus padres. El bus seguía su trayecto de media mañana, y sentada en las faldas de su madre veía cómo las alamedas y sembrados se iban alejando en forma progresiva del horizonte, mientras que en opuesta proporción se asomaban caseríos desconocidos para ella: algunos más grandes, otros con sendas rejas, de diversos colores y formas. Atentamente seguía el tramo cuando ¡mira! un automóvil aparece desde el otro lado del camino; novedoso es, ya que no suelen pasar mucho de esos en el campo. Al rato aparece otro, y otro, luego dos más: un camión con frutas, un viejo Ford blanco, ``casi todos vienen de la ciudad´´ le dicen, ante la impresión de la pequeña.
Su corta vida transcurría en el campo, entre arboledas y predios nutridos de esfuerzo humano y bondad de la naturaleza. Ahí, con los pies embarrados, corría junto a sus hermanos, espantaba a las gallinas, acompañaba a su padre en paseos a caballo. Un mundo verde, mestizo de tierra húmeda, adobe, duraznos recién maduros y brotes tan bellos como anárquicos; vida sencilla pero de una calma envidiable.
Muy distinto entorno era el que halló al bajarse del bus, partiendo por un extraño pero simpático bullicio que le daba la bienvenida. Todo lo que había ahí le era nuevo, atrayente pero a la vez temible, por lo cual debía ir de la mano con sus padres. Avanzaban por Arauco, luego por El Roble, entre decenas de caras, carretas y motores. Ella seguía atentamente cada movimiento, cada sonido: el tac tac de las carretas al chocar con el pavimento, uno que otro bocinazo de las liebres (¡qué locura!); la multitud en el banco, ``la casa en donde se guarda el dinero´´, como le indicaba su papá. No dejaba de sorprenderse con la cantidad de niños aferrados a las faldas de sus madres, los señores de traje y sombrero impecables, los pregones de frutas y verduras frescas, artículos varios que se pavoneaban en las vitrinas de los emporios. Gente chillona aquí y allá, por un lado emergen los acordes de una guitarra solitaria, mientras que por otro boleros se mezclan con una música nueva y curiosa, rock and roll le dicen. Hay edificios con formas caprichosas, de los cuales penden avisos de vistosos colores que compiten entre sí por captar la atención del transeúnte, todo un monstruoso carnaval de comercio y cemento.
Seducida por los encantos de este entorno recién descubierto por sus ojos de preescolar, por momentos se soltaba de la protección paterna para tratar de internarse en esta selva, jugando a ser conquistadora de un territorio mágico, como en los cuentos. Pero el adusto ``ven ´´ de la madre da cuenta de su imprudencia: aún es muy pequeña para este mundo, deberá entrenar y aprender mucho para vivir en esta batahola urbana. Obedece resignada, pero llevando consigo la certera promesa de volver algún día: no como pollito en corral nuevo, sino como orgullosa reina dispuesta a brillar en éste, ``su ´´ espacio en el mundo.
(Tormenta reina)
CUENTO TRES
RACCONTO / Margarita Salazar
No volveré a vivir en Chillán…..salí de allí hace mas de 30 años…..ya tengo mi vida hecha, mi familia formada, mi historia……no volveré…….creo…..
Y aquí estoy….recién llegada recorriendo sus calles…..estableciéndome nuevamente en mi ciudad natal…..reconociendo sus añosas arboledas que decoran sus avenidas tratando de encontrar entre los rostros que pasan por mi lado, alguno que pueda identificar – además de mis familiares, claro - ….pero el tiempo no se ha detenido, los jóvenes deben ser hijos o nietos quizá de las que fueron mis amigas de infancia, mis compañeras de colegio, las vecinas de mi barrio…..si, …. .el tiempo no se ha detenido mientras estuve fuera.
Bueno, habrá que comenzar de nuevo a conocer Chillán me digo ….y mientras camino por aquellas calles que conocía y recorría de niña….algo pasa al llegar a una esquina… !! la esquina de la piedra !!, y me siento transportada en las alas de un corcel llamado Recuerdo y es en ese momento que el tiempo se detiene para mi…..y comienzan a fluir desde lo mas recóndito de mi ser, esas maravillosas tardes de juegos infantiles… cierro mis ojos, y en solo unos segundos recuerdo vividamente los lánguidos atardeceres, esperando que el abrasador sol de enero esconda su rostro, para comenzar a asomarnos cada uno desde las viejas casonas de adobe y reunirnos en torno a la piedra de la esquina…..la piedra…..nuestra mesa de juegos…..punto de reunión de todos los que hoy pintamos canas…. la piedra, que ya no existe…el progreso se la llevó para cubrir con cemento el polvo de aquella esquina…
Chillán….mi viejo Chillán….como alimentas mi espíritu y me llevas a recordar lo que pensaba olvidado…
Y sigo mi peregrinaje por esas callecitas, recibiendo en cada esquina, cual ramito de violetas de la canasta de un vendedor, el aroma de los recuerdos puros y felices de mi niñez….plena de juegos, donde la precariedad material y la poca tecnología existente, daban paso a una imaginación viva para crear juegos y entretención…..días a los que le faltaban horas para seguir jugando…. donde la palabra aburrimiento no formaba parte de nuestro lenguaje…
Chillán….mi viejo Chillán, …donde las duras capas del concreto que hoy cubre tus calles, no han podido borrar las marcas de un “luche avión”, el bailar zigzagueante de un trompo “cucarro”, o de un “pocito”, hábilmente fabricado por nuestras pequeñas manos para capturar ojalá a las mas hermosas bolitas de vidrio…esas….las “ojitos de gato”…para tener la colección mas grande de todos…
Chillán…mi viejo Chillán… que hermosa, alegre y sana niñez me diste…
Camino por la plaza…aquella….la de los grandes árboles que nos protegían del calor en verano y acompañaban nuestra caminata los domingos luego de la misa de 11, pero por mas que busco en ella, no logro encontrar los grandiosos castaños que la adornaban… los que cada invierno nos esperaban a la salida del colegio con el piso cubierto de cajetillas a punto de parir su carnoso fruto… !!! A vaciar los bolsones para recoger castañas !!!... .Era el grito de guerra luego de clases….para luego llegar a casa a calentar el cuerpo y las manos con un jarro de café de trigo….mientras esperábamos el plato de fondo: castañas asadas en el rescoldo de un brasero que temperaba nuestra casa….puedo sentir aún en el paladar el sabor y textura de las sabrosas castañas, con su color amarillo que nos decía que ya estaban listas para ser devoradas… mientras escuchábamos algún relato de fantasmas y apariciones que los mayores nos narraban para amenizar las lluviosas tardes de invierno….(o para que no quisiéramos salir cuando ya oscurecía)…
Chillán….mi viejo Chillán…. Que colmaste mi imaginación y forjaste mi carácter, hoy te rindo un homenaje sencillo desde el fondo de mi alma…
Llego a la esquina de la señora “Chela”….aquella que nos esperaba cada día camino al colegio con sus canastos llenos de albaricoques…rojos y verdes….y un paquetito de sal para condimentarlos….nuestra colación para el recreo….ah!!...y para aromar el pañuelo….que no se olvide de vendernos también un peso de flor de magnolia….amarillas, pequeñas….de intensa fragancia que renovábamos cuando ya tomaban un color café oscuro…ja, ja, ja…su grata fragancia llega a mi mente….como si fuera hoy…..pero fue hace tantos años…
No puedo terminar este recorrido sin contemplar los caquis, que aún existen en la siguiente cuadra…..cuadras de campo, como me dicen mis hijos…, exquisito manjar cuando los consumíamos maduros……un atentado al paladar y atoradores cuando insistíamos que maduraran desde la compra hasta la llegada al colegio, sin olvidar el enojo de la madre por las marcas que quedaban e los blancos delantales que usábamos como uniforme…
Chillán….mi viejo Chillán….que en cada esquina roma me vas regalando un manojo de recuerdos, que atesoro con amor y gratitud….para llenar la valija con lo único que tiene valor en la eternidad….los hermosos recuerdos de lo vivido…. los malos ya los olvidé, las amistades que cultivamos…la familia que formamos….las lecciones aprendidas, los talentos desarrollados…todo lo que componen mi equipaje… el sencillo equipaje… para mi ultimo viaje….
Chillán….mi viejo Chillán…..solo tuve que regresar a ti….para darme cuenta cuanto te
extrañaba…y lo importante que eres para mi. (Gita)
CUENTO CUATRO
DON JUAN, TODA UNA LEYENDA / Verónica Peña
-¿Cómo está? ¡Qué día más radiante! Tenga una jornada agradable.
El lento recorrer de sus pasos no dejaba en duda que ya los noventa y tantos años cobraban su peso. Sin levantar los pies al caminar, con la rectitud de un tronco que no pretendía encorvar, con un portafolio bajo el brazo, rumbo al trabajo se encaminaba diariamente don Juan.
¡Don Juan! Tras una cristalina mirada, de amplia y fluida sonrisa; tenía la palabra exacta y justa para decirla a tiempo.
-¡Exitoso día!
Como si sobre su iluminada existencia debía proyectar vida, vida y más vida; pero ¿quién nos dice si somos portadores de vida o de muerte? Pienso que es imposible controlar esa proyección de nuestra humanidad. De la muerte ya habló Whitman: “es inútil que trates de asustarme” y de la vida: “eres residuo de incalculables muertes”.
Siempre deteniéndose, aunque fueran unos segundos a brindar la sonrisa y el saludo.
-¡Temprano echo a andar los motores! Expresaba con alegría cuando se le increpaba por su temprana presencia en la calle.
-¡De otra forma cuesta salir a trabajar!
Le escuchaba atenta y me sobrevenía una reflexión ¿trabajar a sus años? ¡pero si he visto renunciar al trabajo a genta más joven, en plena vida útil; motivados al parecer por la impagable misión de criar, formar y educar a sus hijos; personas que voluntariamente han renunciado a su propia realización, a ser integrados activamente a la sociedad y excluirse de la competitividad que nos integra a este convulsionado mundo.
Sin embargo don Juan no decaía, y se le encontraba en lugares inimaginables. De esta forma llevaba las cuentas de las casa comerciales como misión y trabajo, pienso, auto-impuesto; pues ese era su deseo.
¡Cuántas misiones nos habremos autoimpuesto en nuestras vidas! Pero qué llevadero y ameno debe ser realizarlas con la calidad, constancia y valor de este ejemplo humano.
Siempre estamos quejándonos por nuestras contrariedades, por nimias que sean, nos crean un mundo de angustias internas. Con qué facilidad hablamos de depresiones, estrés, bajones internos y cómo desoímos a quién nos grita internamente: ¡tienes años de juventud, fortaleza, talento, salud, habilidad….!
No, al primer tropiezo nos caemos y levantarnos es todo un acontecimiento.
¿Por qué a mí? ¿Está será mi cruz? Y se recurre a algún medio para ayudarnos a la sobrevivencia; así empieza toda una seguidilla de intentos.
¿No sería preferible recurrir a estos ejemplos motivadores e inspiradores dignos de trascendencia?, ¡Si lo dice la sabiduría! ¿Por qué no escuchar?
-¿“Cuándo será el próximo encuentro de ex alumnos de nuestro colegio?, ya hablé con el organizador y quedó de llamar a reunión”
¡Si de su generación no queda nadie! Pienso que un reencuentro con las generaciones posteriores a la suya, le llevarían a revivir momentos plenos de gran alegría y espiritualidad; razones por las que, imagino, se esfuerza en reunir a sus ex camaradas.
En definitivas, escuchar a personajes longevos, detenerse frente a otras personas y perder, no; ganar unos segundos más de vida para intercambiar algunas palabras; ¿no podría ser el remedio a la incomunicada y vertiginosa vida que llevamos?
¡Qué admirable el valor de la sonrisa y la postura positiva ante la vida!
(Homenaje póstumo a don Juan Parraguéz)
Verosol
CUENTO CINCO
CHILLÁN 24 / 1 / 39. / María Eliana Carrasco
Algunas veces pienso que pudo haber sido el terror a lo desconocido lo que me hizo cambiar tan de repente, otras veces creo que fue el correr incesante de las estrellas en la bóveda tan oscura como no la había visto nunca, o el lamento de los animales a lo lejos o el graznido adelantado de los buitres. No, no puedo precisarlo, sin embargo así comenzó todo.
De las pesadillas se despierta, me repetía una y mil veces mientras escarbaba entre los escombros al lado de mi madre, sin saber a ciencia cierta qué buscaba ella. Mis manos aún temblorosas por la maldita noche se acomodaban a su ritmo acezante a pesar que la piel reclamaba dolorosa.
De pronto mamá se detuvo, algo la dejó paralizada como una estatua de sal, recordé aquel pasaje de la biblia que tanto me había asombrado allá en el colegio, pero que ahora me dejaba sin sangre en las venas y con los latidos que se repetían de dos en dos, inquietantes, demasiado rápidos. Supe entonces que todo había sido cierto, que no volvería a despertar para encontrar las cosas intactas, como antes, como siempre.
Quise saber lo que pasaba, al fin y al cabo mamá me había llevado para ayudarle en su tarea indescifrable. Con ternura húmeda me cogió la cara, resbaló su pena por las mejillas y me acurrucó en su falda olorosa a tierra. Vámonos de aquí, dijo, ya encontré lo que buscaba. Su voz me pareció resignada, tal vez lo que encontró la dejó así, o quizás fue alivio frente al hecho de no seguir removiendo entre los escombros.
La tarde de ese día caluroso e irrespirable se arrastraba entre lamentos y quejidos que venían de cualquier parte. El aire se había apoderado de esas voces, las había hecho suyas y las trasmitía de tanto en tanto.
Desde ese día las mañanas ya no fueron las mismas. Antes despertábamos con el delicioso abrir de ventanas y el aire perfumado que venía desde el jardín. Ahora dormíamos bajo el naranjo que estaba en el centro del patio, pero en nuestros juegos yo no cabían las carcajadas ni la alegría, sólo cuchicheábamos debajo de las frazadas y nos buscábamos los pies para espantar el miedo. Hablábamos en murmullos, como si la voz se nos hubiese quedado enterrada bajo la casa destruída. Sólo la ternura se deslizaba de vez en cuando sobre nuestra pena con una caricia aletargada o un roce de las manos de mamá por los cabellos desordenados.
Papá se encargaba de ordenar lo imposible y de cavar un pozo profundo ayudado por dos muchachos que nunca supe de donde vinieron, pero que tenían brazos fuertes y, a poco andar, lograron llegar hasta una profundidad que me pareció increíble.
¡Agua! ¡Agua! Sentimos gritar a papá una tarde que estábamos jugando con los elementos que estaban allí frente a nuestras manos y a los que tratábamos de dar una forma lo más parecido a una casa.
Del pozo salió agua de verdad, clara, sin sabor a tierra como la que nos daban a gotas los días que siguieron a esa maldita noche.
Algo sucedió esa tarde, a mamá le brotaron las sonrisas que se le habían escapado, papá nos abrazó uno por uno deteniéndose en cada abrazo. Luego llenó un balde y nos dió de beber. Recuerdo que el líquido estaba fresco, limpio. Me llenó por dentro de una esperanza nueva, una esperanza que hablaba de mejores tiempos y me hizo saber que la vida continuaba.
Una larga fila de sedientos chillanejos llenó de algarabía nuestros días y entre el batir del agua en el fondo del pozo comprendí que muchas cosas suceden de este modo, cuando uno menos lo espera, cuando la oscuridad nos ha nublado los ojos y las manos se cruzan sobre la falda en un gesto inútil.
Hoy, después de tantos años he vuelto a sentir aquel temblor de tierra y espero un milagro como el de papá allá en nuestra casa de Chillán. Se que la destrucción ha sido demasiado grande, sin embargo al recordar esa noche vuelvo a encontrar entre los pliegues de mi delantal de colegio esa experiencia vivida hace tantos años y que, a pesar de todo, estuvo pintada de esperanza.
Tal vez se repita, nunca se sabe.
lunes, 5 de julio de 2010
Chillán / Cultura y Centralismo
Aporte del sr.
José Rigoberto Parada Daza / a propósito cuando se propuso a Chillán como sede del Consejo de la Cultura...
La estadística del Senado, en la discusión final de la instalación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, dirá que la votación por Chillán fue un solitario voto a favor, 6 abstenciones y 33 a Valparaíso. ¿Ganó Valparaíso y perdió Chillán?, Ni lo uno ni lo otro. La Cultura y las Artes no se efectúan en oficinas ni burocracias, las hacen sus gentes. ¿Tiene relación con la Economía?. Obviamente que sí, a pesar de las leyes universales de ésta, la influencia culturales de sus gentes no son tan neutras, si no fuese así sería desconocer el impresionante aporte del economista alemán J. Shumpeter.
La discusión tuvo mucho de simbólico y Chillán no salió abatida, pues el aporte de sus gentes al país resulta sorprendente. ¡Algo tiene Chillán! Parece no una anécdota simbólica que el nombre de su gente esté en todo Chile, en Arica se recuerda la toma del Morro por los solados chilenos, a la cabeza de ellos estaba el chillanejo Pedro Lagos Marchant, en los puertos lo más importante se llama Arturo Prat, las principales calles de las ciudades se denominan Bernardo O´Higgins, el aeropuerto de Santiago lleva el nombre de otro chillanejo, Arturo Merino Benitez. Son hechos simbólicos y tremendamente relevantes, sus gentes han marcado puntos de quiebre de un antes y un después; no se puede separar la interpretación de piano sin un antes y después de Claudio Arrau, ni la Opera sin un antes y después de Ramón Vinay, ni el flolklor sin un antes y después de Violeta Parra, ni la pintura sin un antes y después de Arturo Pacheco Altamirano.
Nicanor Parra, otro de sus hijos, en su “Epopeya de Chillán”, publicada en los Anales de la U. de Chile en 1960, en uno de sus versos dice: “Que se levante el raudo viento azul de otoño / que aquí no pasa nada que puramente todo”, en otro: “Que la naranja surja de su capullo de oro / que aquí no pasa nada que eternamente todo”. ¡Algo tiene Chillán! ¿Cómo sería Chile, económica y territorialmente sin esos hombres que se tomaron el Morro de Arica y se enfrentaron a un barco muy superior en Iquique, dirigidos por hijos de Chillán?, ¿Cómo sería económicamente Chile sin el mando de la época de Bernardo O´Higgins? ¡Algo tiene Chillán!, Sí, dos veces destruida por terremotos y ahí está su gente. A algún lector pudiere no agradarle las guerras, a mí tampoco, pero una vez ella se desata, los pueblos milenariamente han contado y apreciado a sus héroes y hazañas
Tras la discusión es evidente el centralismo mental del que adolecemos los chilenos, la gente dice ¡Hay que operarse en Santiago!, ¡hay que estudiar en Santiago!, ¡hay que trabajar en Santiago!, ¡anda a ver un médico a Santiago!, etc. Este centralismo mental ya está en el subconsciente colectivo y, obviamente, esto influye en el desarrollo económico y desgraciadamente es un hecho de países que aún no cumplen totalmente su desarrollo, son países aún adolescentes, pierden más fáciles sus culturas, símbolos, y rituales . En un número reciente de la Revista “Harvard Review of Latinoamérica” se describe a Santiago no de buena forma, terminado el autor Edward L. Glaeser con lo siguiente: “si yo fuera estadounidenes, después de esta lectura no me asomo a Latinoamérica. Ni con pasaje y estadía gratis”. Pero que tiene que ver esto con la Sede de la Cultura, algo pues ya se está conformando una macro zona de la Región Metropolitana y la V Región.
Un solitario voto, el del senador Mario Ríos Santander, valiente el senador, pero no acompañado por otros que pudieren hacer las derrotas honorables. Los historiadores narran que cuando Prat abordó el Huáscar, lo hizo con dos marineros más, el que lo seguía fue Claudio Aldea, chillanejo también. Al senador Rios le faltó un señor Aldea, pero así es la política a veces popular, a veces incomprendida, a veces correcta, de todo. Dicen que lo hicieron para que no se la llevaran a Santiago, la Capital del Reino con reyes y cortesanos.
Un locuaz Senador refutó los argumentos de Chillán dijo que no se estaba discutiendo creación de una maternidad sino de la estructura del aparataje cultural.. Bien dicho Senador, es eso, una oficina para no sé qué. Pero dijo algo central, no sé si inconsciente o no, pero es el tema de la maternidad, simbólicamente hablando, muy relevante. Para no ser como un investigador que solo usa el método científico en el laboratorio y fuera de él sólo es pasión, es que lanzo una hipótesis, ¿es plausible argumentar y establecer que dado los méritos notables de Chillán, sea esta la “Madre Ciudad” de Chile? Pero como en investigación debe plantearse hipótesis alternativas, esta es: ¿Y Concepción no tiene tantos méritos que la vecina ciudad para ese fin? y evidentemente la segunda hipótesis alternativa sería, pues: ¿Es la VIII Región la Madre Región de Chile?. Interesantes hipótesis de trabajo los investigadores de las ciencias sociales, incluso capaz que obtengan fondos concursables para llevarla adelante.
En otros versos de la “Epopeya de Chillán” de Nicanor Parra señala: “Chillán no está vencido, Chillán laurel alzado / como en el verde campo los gentiles caballos”.
José Rigoberto Parada Daza / a propósito cuando se propuso a Chillán como sede del Consejo de la Cultura...
La estadística del Senado, en la discusión final de la instalación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, dirá que la votación por Chillán fue un solitario voto a favor, 6 abstenciones y 33 a Valparaíso. ¿Ganó Valparaíso y perdió Chillán?, Ni lo uno ni lo otro. La Cultura y las Artes no se efectúan en oficinas ni burocracias, las hacen sus gentes. ¿Tiene relación con la Economía?. Obviamente que sí, a pesar de las leyes universales de ésta, la influencia culturales de sus gentes no son tan neutras, si no fuese así sería desconocer el impresionante aporte del economista alemán J. Shumpeter.
La discusión tuvo mucho de simbólico y Chillán no salió abatida, pues el aporte de sus gentes al país resulta sorprendente. ¡Algo tiene Chillán! Parece no una anécdota simbólica que el nombre de su gente esté en todo Chile, en Arica se recuerda la toma del Morro por los solados chilenos, a la cabeza de ellos estaba el chillanejo Pedro Lagos Marchant, en los puertos lo más importante se llama Arturo Prat, las principales calles de las ciudades se denominan Bernardo O´Higgins, el aeropuerto de Santiago lleva el nombre de otro chillanejo, Arturo Merino Benitez. Son hechos simbólicos y tremendamente relevantes, sus gentes han marcado puntos de quiebre de un antes y un después; no se puede separar la interpretación de piano sin un antes y después de Claudio Arrau, ni la Opera sin un antes y después de Ramón Vinay, ni el flolklor sin un antes y después de Violeta Parra, ni la pintura sin un antes y después de Arturo Pacheco Altamirano.
Nicanor Parra, otro de sus hijos, en su “Epopeya de Chillán”, publicada en los Anales de la U. de Chile en 1960, en uno de sus versos dice: “Que se levante el raudo viento azul de otoño / que aquí no pasa nada que puramente todo”, en otro: “Que la naranja surja de su capullo de oro / que aquí no pasa nada que eternamente todo”. ¡Algo tiene Chillán! ¿Cómo sería Chile, económica y territorialmente sin esos hombres que se tomaron el Morro de Arica y se enfrentaron a un barco muy superior en Iquique, dirigidos por hijos de Chillán?, ¿Cómo sería económicamente Chile sin el mando de la época de Bernardo O´Higgins? ¡Algo tiene Chillán!, Sí, dos veces destruida por terremotos y ahí está su gente. A algún lector pudiere no agradarle las guerras, a mí tampoco, pero una vez ella se desata, los pueblos milenariamente han contado y apreciado a sus héroes y hazañas
Tras la discusión es evidente el centralismo mental del que adolecemos los chilenos, la gente dice ¡Hay que operarse en Santiago!, ¡hay que estudiar en Santiago!, ¡hay que trabajar en Santiago!, ¡anda a ver un médico a Santiago!, etc. Este centralismo mental ya está en el subconsciente colectivo y, obviamente, esto influye en el desarrollo económico y desgraciadamente es un hecho de países que aún no cumplen totalmente su desarrollo, son países aún adolescentes, pierden más fáciles sus culturas, símbolos, y rituales . En un número reciente de la Revista “Harvard Review of Latinoamérica” se describe a Santiago no de buena forma, terminado el autor Edward L. Glaeser con lo siguiente: “si yo fuera estadounidenes, después de esta lectura no me asomo a Latinoamérica. Ni con pasaje y estadía gratis”. Pero que tiene que ver esto con la Sede de la Cultura, algo pues ya se está conformando una macro zona de la Región Metropolitana y la V Región.
Un solitario voto, el del senador Mario Ríos Santander, valiente el senador, pero no acompañado por otros que pudieren hacer las derrotas honorables. Los historiadores narran que cuando Prat abordó el Huáscar, lo hizo con dos marineros más, el que lo seguía fue Claudio Aldea, chillanejo también. Al senador Rios le faltó un señor Aldea, pero así es la política a veces popular, a veces incomprendida, a veces correcta, de todo. Dicen que lo hicieron para que no se la llevaran a Santiago, la Capital del Reino con reyes y cortesanos.
Un locuaz Senador refutó los argumentos de Chillán dijo que no se estaba discutiendo creación de una maternidad sino de la estructura del aparataje cultural.. Bien dicho Senador, es eso, una oficina para no sé qué. Pero dijo algo central, no sé si inconsciente o no, pero es el tema de la maternidad, simbólicamente hablando, muy relevante. Para no ser como un investigador que solo usa el método científico en el laboratorio y fuera de él sólo es pasión, es que lanzo una hipótesis, ¿es plausible argumentar y establecer que dado los méritos notables de Chillán, sea esta la “Madre Ciudad” de Chile? Pero como en investigación debe plantearse hipótesis alternativas, esta es: ¿Y Concepción no tiene tantos méritos que la vecina ciudad para ese fin? y evidentemente la segunda hipótesis alternativa sería, pues: ¿Es la VIII Región la Madre Región de Chile?. Interesantes hipótesis de trabajo los investigadores de las ciencias sociales, incluso capaz que obtengan fondos concursables para llevarla adelante.
En otros versos de la “Epopeya de Chillán” de Nicanor Parra señala: “Chillán no está vencido, Chillán laurel alzado / como en el verde campo los gentiles caballos”.
TREN / Ramal Recinto
(p. Alfredo Navarro Recabal / miembro grupo Chillán Antiguo))
El ramal Chillán-Recinto fue fruto de múltiples gestiones venciendo la burocracia chilena de siempre que por favorecer los intereses de unos pocos entorpecen el desarrollo y beneficio de todos. Pero hemos tenido grandes emprendedores y constructores de ferrocarriles como Enrique Meiggs, William Wheelwright, los hermanos Clark, héroes del progreso y civilización de fines del siglo XIX, principios del XX. Dentro de la rama de estos grandes nombres es preciso señalar a quienes impulsaron el desarrollo de la provincia del Ñuble como Vicente Méndez Urrejola y Gonzalo Urrejola quienes dieron gran impulso a la construcción del ferrocarril a Recinto gracias a sus gestiones.
El 17 de Septiembre de 1910 llegó el primer tren a Coihueco.
El 6 de Febrero de 1911 llega el tren hasta Pinto estación ubicada a 1 Km. del pueblo del otro lado del río Chillán, la entrega oficial de este trazado se realizó el 1 de Noviembre de 1912.
La sección faltante a Recinto de 29 Km. costó $1.120.173 superando en un 100% el costo de la sección Chillán-Pinto de 34 Km., el presupuesto final del tramo Pinto-Recinto fue de $948.156 de la época a cargo del contratista el señor Víctor León.
La entrega del trazado completo se efectuó el día 18 de Octubre de 1917. Hubo proyectos de extenderlo hasta las trancas pero no prosperaron.
El sub-ramal Coihueco-Niblinto se inauguró en 1916 gracias también a las gestiones de Vicente Méndez y agricultores locales
El tráfico operacional del ramal fue reducido y estacional por temporada de cosechas y la reducida población local que viajaba no alcanzaba tampoco a cubrir los costos operacionales razones que históricamente se dan para justificar su levante en 1957.
No obstante 1957 y toda la década de 1960 es de un auge excepcional del transporte y monopolio ferroviario y en esa misma época Ferrocarriles del Estado mantenía y mantuvo hasta los 80´s decenas de ramales que arrojaban déficits aun peores. Las consideraciones más probables del cierre muy seguramente se explican por la trocha del
Ferrocarril (en la misma época se levantaron los ferrocarriles de trocha 600 Mm. Ancud-Castro, Linares-Colbún y el ramal Saboya-Capitán Pastene se mantuvo con un número muy reducido de servicios hasta principio de los 70´s.).
La trocha 600 Mm. Contrastó en términos de kilometraje con las dos trochas oficiales
de Ferrocarriles del Estado: la de 1000 Mm. (Red Norte completa y algunos ramales de la Red Sur) y la 1676 mm. (Red Sur completa y mayoría de los ramales). Debe tenerse en cuenta también que una reducida trocha no permite llevar grandes volúmenes de carga que permitan justificar económicamente la razón de ser del ferrocarril.
Las diferencias de trochas siempre fueron dolores de cabeza para los gerentes ferroviarios que buscaban integrar el sistema.
Si nuestro querido tren chico hubiese sido de una trocha 1 metro o trocha ancha tal vez hubiese sobrevivido hasta la década de los 80´s y porque no como el ramal a Constitución hasta hoy.
Las bondades en términos de costos de construcción la trocha 60 centímetros al final costaron caro...pero su levante temprano en 1957 no se explica en ningún caso por desesperación económica de la tremenda empresa que era ferrocarriles del Estado en esa época.
domingo, 4 de julio de 2010
¿Chillanejos o Chillanenses?
¿Como nos denominamos los habitantes de esta ciudad?
¿Chillanejos o Chillanenses?
Conversaciones en torno al tema en Facebook Chillán Antiguo.
Tertulia: ¿Chillanejos o Chillanenses?
Víctor Núñez Arias
Chilenos de Chillán
Carlos Alberto Valenzuela Carrasco
siempre nos hemos llamados a nosotros mismos "Chillanejos", ahora, algunos medios ligados al centralismo de Concepción nos han empezado a llamar "chillanenses".....
somos CHILLANEJOS, con todas sus letras
Gladys Rigall Zelada
Yo he leído bastante al respecto y me quedo con lo dicho por don Carlos Rene Ibacache, si mal no recuerdo dice que chillanejo es un termino despectivo y que lo correcto es chillanense, además es más bonito.
M Soledad Opazo Aravena
Permitame discrepar señora Gladys , aunque don Carlos piense que chillanejo sea un termino despectivo creo que prefiero ese, siempre ha sido asi y no lo vamos a cambiar ahora.
Parece que usted es amiga de una tia ( mi tia China Filomena )
Gladys Puentes Navarrete
Somos chillanejos, aunque algunos digan que es despectivo, no importa, asumamos lo que es nuestro y no seamos siúticos, toda la vida hemos sido chillanejos y lo seguiremos siendo., viva CHILLÁN , con su tradiciones, costumbre y su gente sencilla y también su gente ilustre, todos somos unos.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Afirmo que el gentilicio es CHILLANEJO, incluso creo no debería existir esta polémica artificial creada por gente que no es ni de aqui. Durante mas de 400 años nos hemos referido como Chillanejos. El padre de la patria B. Ohiggins se autodenominaba como chillanejo al igual que todos los hijos famosos de esta tierra, tales como Domingo Amunategui Solar,etc a los que no podríamos llamar ignorantes. Si bien es cierto gramaticalmente se le quiere dar significación vejatoria a nuestro gentilicio, también los pobres chillanvejanos estarían vejados y usan su gentilicio con orgullo. Se dice que el chillanejo Tomas Lago a quien admiro por su obra, habría afirmado esto, agregandose a Enrique Molina. Da lo mismo porque el lenguaje se adecua al uso y la costumbre, y uso y costumbre tenemos por mas de cuatro siglos, y no me siento como ciudadano de Chillan, ni menospreciado y menos vejado al decir con un enorme orgullo que soy un chillanejo de tomo y lomo.
Alberto Cabrera
SI SOMOS CHILLANEJOS, POR COSTUMBRE, POR NUESTROS PRÓCERES, POR
NUESTROS ARTISTAS, POR NUESTRO CARÁCTER Y POR LOS 400 AÑOS QUE RECUERDA JUAN
Cecilia Andrea Bringas Dauré
Hola a todos, con respecto al gentilicio tengo entendido que somos Chillanenses, ya que Chillanejo son los de Chillán Viejo
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
En realidad somos todos CHILLANEJOS.
Alberto Cabrera
Los de Chillán Viejo son Chillanvejanos, los CHILLANEJOS somos los CHILLANEJOS
Ana Maria Merino
Somos chillanejos ayer, hoy , mañana y siempre.
Lilian Guiñez
Isabel Riquelme por el hecho de ser madre soltera era denominada CHILLANEJA en forma despectiva, lo que corresponde es chillanense, pero, como yo desde que nací escucho que soy CHILLANEJA, seguiré con la tradición. Amo a Chillán!!!
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
No es el termino el que tiene caracter despectivo, es la forma como se refiere, como se menciona, el animo de menoscabar, igual se podría decir de manera despectiva pencon, penquista, sancarlino, y hasta santiaguino, etc. A doña Isabel la mencionaban como" Chillaneja ",no por el significado gramatical de la palabra, sino mas bien en un tono despectivo para significar..esa sureña campesina..madre soltera..y tantos agravios a la honorabilidad que nacían del centralismo y de las enemistades politico sociales. Por que de otra forma, su hijo no continuaría gozando en forma masoquista, el referirse a sus conciudadanos y a el mismo con tremendo orgullo y cariño por esta tierra de Chillan, como CHILLANEJO.
Oscar Bringas Arroyo
Los gentililicios no tienen porque terminar forzosamente en "ense"... si asi fuera, los españoles serian españolenses, los vascos vascuenses... imaginense en un mundo con inglaterrenses, francences... suequences, alemanences... son la verdad "purismos" un poco fuera de lugar... yo soy Chillanejo... tengo mas de 400 años... todos mis abuelos se autodenominaron chillanejos y yo voy a cantar por el mundo haciendo honor a ellos y a mi ciudad...como Chillanejos que somos. Don Carlos es un buen amigo... pero los amigos, no siempre tienen la razón. además como puse en una foto por ahí... los gentilicios, tienen "denominación de origen"
Marca como irrelevanteDenunciarBorrar publicación
Cecilia Andrea Bringas Dauré
El gentilicio Chillán vejano no existe
Alberto Cabrera
Gracias Cecilia por aclararlo, pero lo he escuchado en varias partes y tenia la convicción que existía
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Gramaticalmente, no se si es correcto y si tiene existencia en el uso cotidiano de los habitantes de Chillan Viejo. Pero sin embargo hay muchas referencias de su uso común en la prensa de finales del S.XIX y del S.XX. Por uso y costumbre siempre lo he escuchado para diferenciarlo solo comunalmente de Chillan Nuevo, desde que Chillan Viejo volvió a ser comuna autónoma. Al final de cuenta se produce esta inédita dicotomía de que un mismo pueblo con un pasado común, tenga estos dos gentilicios para diferenciar en el fondo las administraciones comunales. Si todos al fin de cuentas (ambos) somos Chillanejos.
Lautaro Brevis Apablaza
Estás equivocada Cecilia, los de Chillán Viejo son "chillanvejanos"... los de Chillán son "chillanejos"... los "chillanenses" son una "reinterpretación" del lenguaje y la historia de Chillán por parte de algunas personas
Cecilia Andrea Bringas Dauré
y por que tan seguro?
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Cecilia, el gentilicio de Chillanvejano, que en estricto rigor debería también ser Chillanejo, tiene su razón de ser en el hecho de que cuando se cambio Chillan, el antiguo Chillan que se denominó como Pueblo Viejo, al que las autoridades querían desaparecer en pro del nuevo emplazamiento. Fue entonces, que con presión y tezon de sus habitantes creada la comuna de Chillan Viejo a fines del 1800,y adoptaron el gentilicio de Chillanvejanos para diferenciarse de los nuevos chillanejos. Posteriormente Chillan Viejo perdió su carácter de Comuna, pero siguieron usando el gentilicio. Hace pocos años fue reestablecida la comuna de Chillan Viejo, y sus habitantes continuaron usando el gentilicio de Chillanvejanos, lo que según te relato no era nada nuevo para ellos.
Felipe Valenzuela Cerda
Chillanejo......mmm me gusta +
Juan Fernández Almendras
A todo el mundo siempre le he dicho ke soy chillanejo ¿cómo voy a kedar de mentiroso después de tantos años? Chillanejo hasta la muerte.
Eduardo Perez
Para ponerle más leña a la cosa:
Según la RAE, el gentilicio correcto es chillanense.
Según la mayor parte de los libros de historia de la ciudad y según la mayoría de sus habitantes, el gentilicio es chillanejo.
Por mi parte, y aunque los conceptos –incluidos los gentilicios– mutan, cambian y se trastocan y lo que significó algo alguna vez no significa lo mismo siempre, me adhiero a lo dicho más arriba: los gentilicios los ponen los implicados, en este caso los propios habitantes de Chillán.
La nueva historiografía mundial comienza por respetar la oralidad local para después respetar a las personas, tal como en la actualidad –y después de años de discusiones político-antropológicas de la más variada índole– los puré’pechas (nombre local) de México son reconocidos como tales y no como tarascos (nombre español), los kawéskar (nombre local) chilenos como tales y no como alacalufes (nombre del navegante inglés Fitz Roy), y los selk’nam (nombre local) chilenos como tales y no como onas (nombre de la historiografía oficial española).
La identidad parte por el idioma, y como ejemplo hay que tomar en cuenta que el principal componente de resistencia del pueblo vasco en la actualidad –y lo que protege en mayor medida sus usos y costumbres de la intervención foránea– es el idioma (el euskera). Si bien la discusión chillanejo-chillanense navega por aguas menos turbulentas, el principio es el mismo: respetar las formas identitarias locales.
Chillanejos, pues, por siempre.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Excelente análisis explicativo, me adhiero como chillanejo a ella, en todos sus argumentos. Uso y costumbre por mas de cuatro siglos lo validan frente al rigorismo gramatical impersonal..Y como dice uno de los contertulios," Chillanejo responde a su propia denominación de origen." Saludos a don Eduardo por lo claro y enfático, y por la racional explicación.
Ricardo Armando Asfura Insunza
Hola, me sumo a esta feliz iniciativa.
Respecto a nuestro gentilicio, CHILLANEJO hasta los huesos y hasta después de la muerte.
Claudio Cifuentes Almonte
El termino chillanense comenzo fuerte el año pasado cuando llego cronica de la capital regional y comenzo este debate obiamente como marketing.
Somos CHILLANEJOS.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Al parecer la iniciativa fue idea de "penquenses".Y como no faltan aquellos que siguen la corriente, nos vemos sumidos en una discusión basada en la invención que nada tiene que ver con nuestras tradiciones chillanejas. Lamentablemente varios sin mala intención siguen este "nuevo criterio" impuesto y totalmente ajeno a Chillán. Tampoco faltan los esnobistas que se adhieren a estas invenciones foráneas, y que copian todo lo aparatoso, como si ello los promoviera a un nuevo y siútico estatus. Es igual que si al campesino le cambiaran el nombre del Tiuque por Tiquiqui, como dice el cuento popular...no olvidemos quienes somos...".Chillanejos".
Ivan Espinoza Diaz
Chillanejo y punto ... o Huaso de Chillán a mucha honra.
Gustavo Martín Solar
Si fuera tan amable, podría darme el antecedente donde basa su afirmación? ya que , de todo lo que he leído sobre el tema, es primera vez que lo leo,
Carlos Eduardo Parra Sepúlveda
CHILLANEJOS ,lo demás no corre, no perdamos el rumbo, nuestros antecesores nos enseñaron ese gentilicio.....
Rosa Candia
SOMOS CHILLANEJOS, PORQUE ASI NOS GUSTA, QUE MAS DA QUE EL SUFIJO "NEJO" DENOTE DESPRECIO SI NOSOTROS SABEMOS DE NUESTRA VALÍA. UN ABRAZO A TODOS...LOS EXTRAÑO Y AÑORO!!!SNIFFFF
Maluti Repenning
Chillanejos¡¡¡
Tio Chin
Violeta Parra le dijo al mundo "yo canto a la Chillaneja"
Exequiel Sepúlveda González
CHILLANEJOS de todas formas...lo único terminado en "ense" que amo de Chillán es mi querido ÑUBLENSE.
Por eso creo que los Chillanejos somos todos, principalmente los que viven en Chillán Viejo que es la cuna de todos los CHILLANEJOS.
VIVA LOS CHILLANEJOS por el mundo...nací Chillanejo y moriré Chillanejo.
Oscar Bringas Arroyo
Por lo visto, los chillanejos pensamos unánime en que nuestro gentilicio debe ser el que nos otorgan las tradiciones y si alguna vez en la colonia se uso de manera despectiva (ya estamos a puertas del Bicentenario) en la actualidad en absoluto he visto que se use como ofensa. Así que siendo unánime el sentimiento y la razón, entonces, nuestro gentilicio oficialmente es chillanejo... (vox populi, vox dei).
Alberto Cabrera Por uso y costumbre la manera de identificarnos es la que usamos diariamente, por lo tanto CHILLANEJOS.
Patricio Palacios Montti
Soy chillanejo
Marta Bravo
"Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo, y no tomo la guitarra, por conseguir un aplauso. Yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso, de lo contrario no canto" de la chillaneja Violeta Parra.... chillaneja pues!
Y otros chillanejos de tiempos modernos como Pablo Neruda, Claudio Arrau, Ramon Vinay, Nicanor Parra, Marta Colvin etc etc que se han presentado a si mismos por el mundo como chillanejos..... por favor!, van a llamarlos de ignorantes ahora? Somos chillanejos.
Harold Duran
"Un hombre presumido ( y sin imaginación, pues la idea ni siquiera le pertenece ), ha pretendido cambiarle el gentilicio a Chillán: chillanense por chillanejo. Hay gente que le ha hecho caso. Andrés Gallardo, Miembro de la Academia Chilena de la Lengua, a propósito de tales asaltos a la identidad, ha escrito en el diario El Sur, Concepción, Chile, el sábado 11 de junio de 2005, el siguiente artículo: De topónimos y gentilicios: Los topónimos son esos nombres propios que designan un lugar determinado, ya sea un país, una ciudad, una montaña o un río. / Los gentilicios, relacionados con ellos, son esos nombres propios, sustantivos o adjetivos, que designan la procedencia geográfica de humanos o no humanos. Chile y Angol son topónimos, mientras que chileno o angolino son gentilicios. Tanto topónimos como gentilicios forman un área bien acotada dentro de los nombres propios, porque tienen sus propias reglas de formación y de escritura y, sobre todo, porque reflejan la historia de la sociedad donde ocurren. / Muchas veces las personas preguntan cómo ha de escribirse un topónimo (y su correspondiente gentilicio). La respuesta es simple y compleja a la vez: no hay un modo absoluto de escribirlos. En muchos casos existe una ortografía oficial, que normalmente es acatada. / Pero la regla de oro es la siguiente: la manera adecuada de escribir un topónimo es aquella que las personas directamente relacionadas con ese lugar prefieren. Así, por ejemplo, los mexicanos unánimemente escriben el nombre de su país México, así con equis, por mucho que en el diccionario de la Real Academia haya aparecido tradicionalmente Méjico, con jota, situación zanjada en la estupenda Ortografía de la lengua española de 1999, que sanciona la versión mexicana. Hace poco se nos consultaba en la Academia Chilena cómo se ha de escribir, Aisén o Aysén, Coihaique o Coyhaique. / Nuestra respuesta es clara: aunque en los mapas oficiales del Instituto Geográfico Militar tales nombres se escriban con i, ortografía que recoge el diccionario académico, los habitantes de esos lugares prefieren hacerlo con y, de modo que hemos de inclinarnos por Aysén y por Coyhaique y no hay más discusión./ Algo similar ocurre con los gentilicios./ Muchos topónimos generan gentilicios diversos, como el caso de Santiago, donde hallamos santiaguino, santiagueño, santiaguero, santiagués. Esta aparente anarquía esconde un hecho cultural muy claro, y es que habrá muchos Santiagos, pero localizados en diferentes lugares y con habitantres de diversas historias (Santiago de Chile, Santiago del Estero, Santiago de Cuba, Santiago de Compostela, en ese orden), y por eso de diversos de gentilicios./ La formación de gentilicios es tan compleja, que en el Diccionario Académico de Americanismos, que prepara la Asociación de Academias de la Lengua, se consigna un apartado especial dedicado al tema. Nuestro país ofrece ejemplos interesantes de esta diversidad. El sufijo de gentilicio más frecuente es -ino, como en talquino, pero no es el único, como se ve en curicano o linarense, o en el más idiosincrático chillanejo./ (Enrique Molina prefería chillanense, batalla por cierto perdida, pues los habitantes de Chillán podrán aguantar terremotos, pero no imposiciones que afecten su identidad)"
Inserción / publicacion en el Diario La Crónica / 11 de julio de 2010
http://www.cronicachillan.cl/cronica_chillan/pagina.php?fecha=20100711&pagina=20
¿Chillanejos o Chillanenses?
Conversaciones en torno al tema en Facebook Chillán Antiguo.
Tertulia: ¿Chillanejos o Chillanenses?
Víctor Núñez Arias
Chilenos de Chillán
Carlos Alberto Valenzuela Carrasco
siempre nos hemos llamados a nosotros mismos "Chillanejos", ahora, algunos medios ligados al centralismo de Concepción nos han empezado a llamar "chillanenses".....
somos CHILLANEJOS, con todas sus letras
Gladys Rigall Zelada
Yo he leído bastante al respecto y me quedo con lo dicho por don Carlos Rene Ibacache, si mal no recuerdo dice que chillanejo es un termino despectivo y que lo correcto es chillanense, además es más bonito.
M Soledad Opazo Aravena
Permitame discrepar señora Gladys , aunque don Carlos piense que chillanejo sea un termino despectivo creo que prefiero ese, siempre ha sido asi y no lo vamos a cambiar ahora.
Parece que usted es amiga de una tia ( mi tia China Filomena )
Gladys Puentes Navarrete
Somos chillanejos, aunque algunos digan que es despectivo, no importa, asumamos lo que es nuestro y no seamos siúticos, toda la vida hemos sido chillanejos y lo seguiremos siendo., viva CHILLÁN , con su tradiciones, costumbre y su gente sencilla y también su gente ilustre, todos somos unos.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Afirmo que el gentilicio es CHILLANEJO, incluso creo no debería existir esta polémica artificial creada por gente que no es ni de aqui. Durante mas de 400 años nos hemos referido como Chillanejos. El padre de la patria B. Ohiggins se autodenominaba como chillanejo al igual que todos los hijos famosos de esta tierra, tales como Domingo Amunategui Solar,etc a los que no podríamos llamar ignorantes. Si bien es cierto gramaticalmente se le quiere dar significación vejatoria a nuestro gentilicio, también los pobres chillanvejanos estarían vejados y usan su gentilicio con orgullo. Se dice que el chillanejo Tomas Lago a quien admiro por su obra, habría afirmado esto, agregandose a Enrique Molina. Da lo mismo porque el lenguaje se adecua al uso y la costumbre, y uso y costumbre tenemos por mas de cuatro siglos, y no me siento como ciudadano de Chillan, ni menospreciado y menos vejado al decir con un enorme orgullo que soy un chillanejo de tomo y lomo.
Alberto Cabrera
SI SOMOS CHILLANEJOS, POR COSTUMBRE, POR NUESTROS PRÓCERES, POR
NUESTROS ARTISTAS, POR NUESTRO CARÁCTER Y POR LOS 400 AÑOS QUE RECUERDA JUAN
Cecilia Andrea Bringas Dauré
Hola a todos, con respecto al gentilicio tengo entendido que somos Chillanenses, ya que Chillanejo son los de Chillán Viejo
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
En realidad somos todos CHILLANEJOS.
Alberto Cabrera
Los de Chillán Viejo son Chillanvejanos, los CHILLANEJOS somos los CHILLANEJOS
Ana Maria Merino
Somos chillanejos ayer, hoy , mañana y siempre.
Lilian Guiñez
Isabel Riquelme por el hecho de ser madre soltera era denominada CHILLANEJA en forma despectiva, lo que corresponde es chillanense, pero, como yo desde que nací escucho que soy CHILLANEJA, seguiré con la tradición. Amo a Chillán!!!
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
No es el termino el que tiene caracter despectivo, es la forma como se refiere, como se menciona, el animo de menoscabar, igual se podría decir de manera despectiva pencon, penquista, sancarlino, y hasta santiaguino, etc. A doña Isabel la mencionaban como" Chillaneja ",no por el significado gramatical de la palabra, sino mas bien en un tono despectivo para significar..esa sureña campesina..madre soltera..y tantos agravios a la honorabilidad que nacían del centralismo y de las enemistades politico sociales. Por que de otra forma, su hijo no continuaría gozando en forma masoquista, el referirse a sus conciudadanos y a el mismo con tremendo orgullo y cariño por esta tierra de Chillan, como CHILLANEJO.
Oscar Bringas Arroyo
Los gentililicios no tienen porque terminar forzosamente en "ense"... si asi fuera, los españoles serian españolenses, los vascos vascuenses... imaginense en un mundo con inglaterrenses, francences... suequences, alemanences... son la verdad "purismos" un poco fuera de lugar... yo soy Chillanejo... tengo mas de 400 años... todos mis abuelos se autodenominaron chillanejos y yo voy a cantar por el mundo haciendo honor a ellos y a mi ciudad...como Chillanejos que somos. Don Carlos es un buen amigo... pero los amigos, no siempre tienen la razón. además como puse en una foto por ahí... los gentilicios, tienen "denominación de origen"
Marca como irrelevanteDenunciarBorrar publicación
Cecilia Andrea Bringas Dauré
El gentilicio Chillán vejano no existe
Alberto Cabrera
Gracias Cecilia por aclararlo, pero lo he escuchado en varias partes y tenia la convicción que existía
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Gramaticalmente, no se si es correcto y si tiene existencia en el uso cotidiano de los habitantes de Chillan Viejo. Pero sin embargo hay muchas referencias de su uso común en la prensa de finales del S.XIX y del S.XX. Por uso y costumbre siempre lo he escuchado para diferenciarlo solo comunalmente de Chillan Nuevo, desde que Chillan Viejo volvió a ser comuna autónoma. Al final de cuenta se produce esta inédita dicotomía de que un mismo pueblo con un pasado común, tenga estos dos gentilicios para diferenciar en el fondo las administraciones comunales. Si todos al fin de cuentas (ambos) somos Chillanejos.
Lautaro Brevis Apablaza
Estás equivocada Cecilia, los de Chillán Viejo son "chillanvejanos"... los de Chillán son "chillanejos"... los "chillanenses" son una "reinterpretación" del lenguaje y la historia de Chillán por parte de algunas personas
Cecilia Andrea Bringas Dauré
y por que tan seguro?
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Cecilia, el gentilicio de Chillanvejano, que en estricto rigor debería también ser Chillanejo, tiene su razón de ser en el hecho de que cuando se cambio Chillan, el antiguo Chillan que se denominó como Pueblo Viejo, al que las autoridades querían desaparecer en pro del nuevo emplazamiento. Fue entonces, que con presión y tezon de sus habitantes creada la comuna de Chillan Viejo a fines del 1800,y adoptaron el gentilicio de Chillanvejanos para diferenciarse de los nuevos chillanejos. Posteriormente Chillan Viejo perdió su carácter de Comuna, pero siguieron usando el gentilicio. Hace pocos años fue reestablecida la comuna de Chillan Viejo, y sus habitantes continuaron usando el gentilicio de Chillanvejanos, lo que según te relato no era nada nuevo para ellos.
Felipe Valenzuela Cerda
Chillanejo......mmm me gusta +
Juan Fernández Almendras
A todo el mundo siempre le he dicho ke soy chillanejo ¿cómo voy a kedar de mentiroso después de tantos años? Chillanejo hasta la muerte.
Eduardo Perez
Para ponerle más leña a la cosa:
Según la RAE, el gentilicio correcto es chillanense.
Según la mayor parte de los libros de historia de la ciudad y según la mayoría de sus habitantes, el gentilicio es chillanejo.
Por mi parte, y aunque los conceptos –incluidos los gentilicios– mutan, cambian y se trastocan y lo que significó algo alguna vez no significa lo mismo siempre, me adhiero a lo dicho más arriba: los gentilicios los ponen los implicados, en este caso los propios habitantes de Chillán.
La nueva historiografía mundial comienza por respetar la oralidad local para después respetar a las personas, tal como en la actualidad –y después de años de discusiones político-antropológicas de la más variada índole– los puré’pechas (nombre local) de México son reconocidos como tales y no como tarascos (nombre español), los kawéskar (nombre local) chilenos como tales y no como alacalufes (nombre del navegante inglés Fitz Roy), y los selk’nam (nombre local) chilenos como tales y no como onas (nombre de la historiografía oficial española).
La identidad parte por el idioma, y como ejemplo hay que tomar en cuenta que el principal componente de resistencia del pueblo vasco en la actualidad –y lo que protege en mayor medida sus usos y costumbres de la intervención foránea– es el idioma (el euskera). Si bien la discusión chillanejo-chillanense navega por aguas menos turbulentas, el principio es el mismo: respetar las formas identitarias locales.
Chillanejos, pues, por siempre.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Excelente análisis explicativo, me adhiero como chillanejo a ella, en todos sus argumentos. Uso y costumbre por mas de cuatro siglos lo validan frente al rigorismo gramatical impersonal..Y como dice uno de los contertulios," Chillanejo responde a su propia denominación de origen." Saludos a don Eduardo por lo claro y enfático, y por la racional explicación.
Ricardo Armando Asfura Insunza
Hola, me sumo a esta feliz iniciativa.
Respecto a nuestro gentilicio, CHILLANEJO hasta los huesos y hasta después de la muerte.
Claudio Cifuentes Almonte
El termino chillanense comenzo fuerte el año pasado cuando llego cronica de la capital regional y comenzo este debate obiamente como marketing.
Somos CHILLANEJOS.
Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Al parecer la iniciativa fue idea de "penquenses".Y como no faltan aquellos que siguen la corriente, nos vemos sumidos en una discusión basada en la invención que nada tiene que ver con nuestras tradiciones chillanejas. Lamentablemente varios sin mala intención siguen este "nuevo criterio" impuesto y totalmente ajeno a Chillán. Tampoco faltan los esnobistas que se adhieren a estas invenciones foráneas, y que copian todo lo aparatoso, como si ello los promoviera a un nuevo y siútico estatus. Es igual que si al campesino le cambiaran el nombre del Tiuque por Tiquiqui, como dice el cuento popular...no olvidemos quienes somos...".Chillanejos".
Ivan Espinoza Diaz
Chillanejo y punto ... o Huaso de Chillán a mucha honra.
Gustavo Martín Solar
Si fuera tan amable, podría darme el antecedente donde basa su afirmación? ya que , de todo lo que he leído sobre el tema, es primera vez que lo leo,
Carlos Eduardo Parra Sepúlveda
CHILLANEJOS ,lo demás no corre, no perdamos el rumbo, nuestros antecesores nos enseñaron ese gentilicio.....
Rosa Candia
SOMOS CHILLANEJOS, PORQUE ASI NOS GUSTA, QUE MAS DA QUE EL SUFIJO "NEJO" DENOTE DESPRECIO SI NOSOTROS SABEMOS DE NUESTRA VALÍA. UN ABRAZO A TODOS...LOS EXTRAÑO Y AÑORO!!!SNIFFFF
Maluti Repenning
Chillanejos¡¡¡
Tio Chin
Violeta Parra le dijo al mundo "yo canto a la Chillaneja"
Exequiel Sepúlveda González
CHILLANEJOS de todas formas...lo único terminado en "ense" que amo de Chillán es mi querido ÑUBLENSE.
Por eso creo que los Chillanejos somos todos, principalmente los que viven en Chillán Viejo que es la cuna de todos los CHILLANEJOS.
VIVA LOS CHILLANEJOS por el mundo...nací Chillanejo y moriré Chillanejo.
Oscar Bringas Arroyo
Por lo visto, los chillanejos pensamos unánime en que nuestro gentilicio debe ser el que nos otorgan las tradiciones y si alguna vez en la colonia se uso de manera despectiva (ya estamos a puertas del Bicentenario) en la actualidad en absoluto he visto que se use como ofensa. Así que siendo unánime el sentimiento y la razón, entonces, nuestro gentilicio oficialmente es chillanejo... (vox populi, vox dei).
Alberto Cabrera Por uso y costumbre la manera de identificarnos es la que usamos diariamente, por lo tanto CHILLANEJOS.
Patricio Palacios Montti
Soy chillanejo
Marta Bravo
"Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo, y no tomo la guitarra, por conseguir un aplauso. Yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso, de lo contrario no canto" de la chillaneja Violeta Parra.... chillaneja pues!
Y otros chillanejos de tiempos modernos como Pablo Neruda, Claudio Arrau, Ramon Vinay, Nicanor Parra, Marta Colvin etc etc que se han presentado a si mismos por el mundo como chillanejos..... por favor!, van a llamarlos de ignorantes ahora? Somos chillanejos.
Harold Duran
"Un hombre presumido ( y sin imaginación, pues la idea ni siquiera le pertenece ), ha pretendido cambiarle el gentilicio a Chillán: chillanense por chillanejo. Hay gente que le ha hecho caso. Andrés Gallardo, Miembro de la Academia Chilena de la Lengua, a propósito de tales asaltos a la identidad, ha escrito en el diario El Sur, Concepción, Chile, el sábado 11 de junio de 2005, el siguiente artículo: De topónimos y gentilicios: Los topónimos son esos nombres propios que designan un lugar determinado, ya sea un país, una ciudad, una montaña o un río. / Los gentilicios, relacionados con ellos, son esos nombres propios, sustantivos o adjetivos, que designan la procedencia geográfica de humanos o no humanos. Chile y Angol son topónimos, mientras que chileno o angolino son gentilicios. Tanto topónimos como gentilicios forman un área bien acotada dentro de los nombres propios, porque tienen sus propias reglas de formación y de escritura y, sobre todo, porque reflejan la historia de la sociedad donde ocurren. / Muchas veces las personas preguntan cómo ha de escribirse un topónimo (y su correspondiente gentilicio). La respuesta es simple y compleja a la vez: no hay un modo absoluto de escribirlos. En muchos casos existe una ortografía oficial, que normalmente es acatada. / Pero la regla de oro es la siguiente: la manera adecuada de escribir un topónimo es aquella que las personas directamente relacionadas con ese lugar prefieren. Así, por ejemplo, los mexicanos unánimemente escriben el nombre de su país México, así con equis, por mucho que en el diccionario de la Real Academia haya aparecido tradicionalmente Méjico, con jota, situación zanjada en la estupenda Ortografía de la lengua española de 1999, que sanciona la versión mexicana. Hace poco se nos consultaba en la Academia Chilena cómo se ha de escribir, Aisén o Aysén, Coihaique o Coyhaique. / Nuestra respuesta es clara: aunque en los mapas oficiales del Instituto Geográfico Militar tales nombres se escriban con i, ortografía que recoge el diccionario académico, los habitantes de esos lugares prefieren hacerlo con y, de modo que hemos de inclinarnos por Aysén y por Coyhaique y no hay más discusión./ Algo similar ocurre con los gentilicios./ Muchos topónimos generan gentilicios diversos, como el caso de Santiago, donde hallamos santiaguino, santiagueño, santiaguero, santiagués. Esta aparente anarquía esconde un hecho cultural muy claro, y es que habrá muchos Santiagos, pero localizados en diferentes lugares y con habitantres de diversas historias (Santiago de Chile, Santiago del Estero, Santiago de Cuba, Santiago de Compostela, en ese orden), y por eso de diversos de gentilicios./ La formación de gentilicios es tan compleja, que en el Diccionario Académico de Americanismos, que prepara la Asociación de Academias de la Lengua, se consigna un apartado especial dedicado al tema. Nuestro país ofrece ejemplos interesantes de esta diversidad. El sufijo de gentilicio más frecuente es -ino, como en talquino, pero no es el único, como se ve en curicano o linarense, o en el más idiosincrático chillanejo./ (Enrique Molina prefería chillanense, batalla por cierto perdida, pues los habitantes de Chillán podrán aguantar terremotos, pero no imposiciones que afecten su identidad)"
Inserción / publicacion en el Diario La Crónica / 11 de julio de 2010
http://www.cronicachillan.cl/cronica_chillan/pagina.php?fecha=20100711&pagina=20