viernes, 18 de noviembre de 2011

Espejos con memoria. Las fotografías del Chillán de ayer

Ramón Bastías Sandoval
Sociólogo, Licenciado en Sociología UdeC.
(ref. Libro Arquitectura de la Memoria Chillán Antiguo, 1a edición agosto 2011, Editorial Patrimonio, Chillán - Chile)

De mis recuerdos más antiguos hay uno que con especial fuerza se viene a mi mente. Siendo niños, con mi hermano, visitábamos la casa de un tío abuelo y ahí en pleno living nos recibía la foto del bisabuelo con uniforme de bombero de la Quinta Compañía de Chillán. No sabíamos de qué época era la foto, pero su tamaño grande como si fuera un espejo, me llamaba a mirar en el reflejo del vidrio que la cubría.
Esa imagen fotográfica, junto a otras que atesoraba mi abuela, fueron las primeras conexiones que tuve con el pasado de mi familia y también con los tiempos del ayer de nuestra ciudad. Y es que los antepasados se pierden en los tiempos del siglo XIX como vecinos de Chillán y sus alrededores. Mi familia como tantas estuvo marcada por el terremoto de 1939 y vistió luto por la pérdida de uno de sus más jóvenes miembros, Manuelito.



Así, con fotografías en mano, escuchaba los relatos de mis abuelos y padres que me ilustraban sobre la ciudad de ayer cuando todavía con sus edificios y casas en el suelo luchaba por volver a su gloria de tiempos pasados. Con tanta vida y muerte entremezclada con ciudad de Chillán, se fue construyendo un vínculo afectivo que nos conecta con sus calles, plazas y su gente. El Chillán anterior a 1939 había sido fotografiado por diversas personas. Especialmente interesante es una colección que se realizó en el marco de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929 que ilustra una serie de lugares y personas de Chillán y la Provincia de Ñuble, donde encontramos los aportes de un personaje hoy casi olvidado, Don Darío Brunet.
A través de las imágenes de la desaparecida Escuela Normal, el Convento Jesuita, el tristemente famoso Teatro Municipal, uno se va formando la idea de una ciudad que ya no existe, la ciudad fantasma, que se repite en los recuerdos de los mayores y que en nosotros aparece como un espectro, apenas visible por sus vestigios iconográficos, apenas imaginable por los relatos orales. Estos documentos visuales nos muestran una ciudad de provincia en una provincia rural, sin embargo muy viva y pujante. En pleno desarrollo podríamos decir, ya que en las primeras décadas del siglo XX comenzaban a notarse los progresos urbanos en sus casas y calles. Impresionan los carritos de sangre, los tranvías, las construcciones neoclásicas y los primeros edificios modernistas. Una ciudad próspera a la espera de cumplir 100 años de su traslado, el Chillán nuevo del centenario, en el lejano 1935. Poco durarían las alegrías de las fiestas, de las celebraciones, de los carros alegóricos. Los siguientes registros fotográficos serían para comunicar un drama humano, un destino trágico. La ciudad del centenario se caía a pedazos por un desastre natural, por el terremoto del 24 de enero de 1939 que dejaba casi la totalidad de las casas de la ciudad en el suelo y una parte importante de la población muerta bajo los escombros. Aquellas imágenes de dolor, de tristeza y amargura impactan a quienes las observan. No sólo por las edificaciones destruidas, sino por la muerte y el luto por doquier. Aquella noche infausta llega a nosotros hoy con los matices del gris acentuados por el sufrimiento humano que la naturaleza distribuyó con igualdad a las familias chillanejas. Quienes pregunten a sus abuelos o bisabuelos, sabrán que el costo de vidas afectó a todos los linajes de la ciudad.
Y desde la oscuridad más profunda, una nueva ciudad nace y crece dando vida a una nueva etapa de la urbe de cuatro siglos. San Bartolomé de Chillán se volvía a levantar. Y como quien quiere olvidar el dolor producido por los muros de adobes antiguos, la nueva edificación se desarrolla con materiales que borran para siempre la imagen neoclásica y afrancesada del 1900 y las antiguas casonas coloniales del siglo XIX.
Estos documentos fotográficos nos han conectado hasta hoy con aquella ciudad del centenario, gracias a la precaución de algunas familias, diversas imágenes de aquellos edificios y plazas nos han llegado al presente, ilustrándonos de ciertos espacios, dejándonos puntos ciegos en otros casos. Dichos fragmentos se van uniendo como una trama, como un tejido memorial, que Chillán atesora en las colecciones privadas y que lamentablemente no existe en una gran colección pública. Con la fotografía pasa algo muy interesante, y es que a partir de ella, la memoria personal y colectiva se afirma no sólo en los recuerdos, sino en imágenes de registro que permiten rememorar un ayer distante. Y es que a pesar de que Chillán cambia de piel como el camaleón, producto de los desastres naturales, su imagen perdura por estos documentos visuales, que cuales espejos con memorias, siguen proyectando reflejos del pasado y trayéndolos al presente para su estudio, análisis y por qué no decirlo para su disfrute visual.

Chillán, la ciudad de terremotos naturales y terremotos humanos

Juan Ignacio Basterrica Sandoval
Corporación Patrimonial Chillán (e.f.)
(ref. Libro Arquitectura de la Memoria Chillán Antiguo, 1a edición agosto, Editorial Patrimonio, Chillán - Chile)

“…En Chile también hay terremotos. Y muchos. Cada Presidente tiene el suyo. Las ciudades carecen de edificios antiguos. ¿Dónde están los cuatro siglos de Santiago? No se ven. Los temblores lo impiden. Pero ¿forman parte los remezones del modo de ser nacional? En absoluto. El chileno los recuerda mientras duran. Después los olvida. No figuran en el folklore nacional, ni los escritores se refieren a ellos ni los poetas los han cantado ni maldecido. ¿Dónde están entonces, en la psicología del país? Porque, evidentemente, en alguna parte deben estar…” Horacio Serrano Palma. El Mercurio, 14-4-68)

De la lectura de este fragmento escrito a propósito de la característica telúrica de nuestro país y especialmente nuestra ciudad, podemos tal vez explicar el fenómeno del desarraigo patrimonial que siempre nos ha caracterizado en el momento en que debemos optar por preservar o destruir nuestros elementos arquitectónicos mas emblemáticos. Ocurre que al parecer nuestra tierra es de contrastes fuertes entre las fuerzas naturales y las fuerzas del deseo humano. Pareciera ser que cada vez que nos enfrentamos a estas catástrofes naturales, con toda la destrucción y muerte que ello ha significado, con posterioridad se produce un verdadero trauma psicológico social que hace que los habitantes quisieran olvidar esa amarga lección de la naturaleza. Se produce una negación o más bien un bloqueo de esa etapa, una especie de luto mal llevado que hace que se reniegue de los recuerdos. Florece así de los escombros una nueva ciudad que tiene en si el estigma de una próxima destrucción. Ha pasado muchas veces en nuestro querido Chillán tantas veces mutilado. Aparece también el trabajo de sus habitantes, en una laboriosa carrera por levantar y construir una nueva ciudad que satisfaga necesidades pero que olvida el pasado. Pero una vez que esa nueva ciudad se ha levantado y goza del periodo de tranquilidad ausente de catástrofes que la tierra nos concede, en algún lugar de la casa, entre las cosas guardadas aparece un testimonio gráfico, una foto, un artículo guardado que mas parece escondido a propósito. Solo cuando alguien de las nuevas generaciones lo descubre, se abre ante sus ojos, la curiosidad por saber de esa ciudad que se devela en ese recuerdo que se tiene en las manos. A muchos nos ha pasado, nos sorprendemos de un Chillán diferente, de una hermosura y arquitectura evocadora. Cuando tratamos de indagar más antecedentes, los mayores sacan a relucir las experiencias de los abuelos para el sismo, como lo más significativo, son las heridas que no cierran y que hereda la segunda generación. Este fenómeno nos ha pasado a muchos, pero gracias a la tecnología y a la iniciativa de Máximo Beltrán, se ha mancomunado un grupo numeroso de chillanejos que han formado un archivo fotográfico importantísimo respaldado por notas, reseñas y testimonios de esa época pre telúrica, en este caso pre terremoto de 1939. Y es precisamente esa la gracia de este libro, con un bonito diseño del mismo autor, se muestra una hermosa galería fotográfica que transporta al que lo tenga en sus manos a ese Chillán, un Chillán que despierta curiosidad en la mayoría de sus habitantes que aman su terruño.



Sin embargo, el terremoto natural, no lo destruye todo afortu-nadamente. En nuestra ciudad aún quedan vestigios de ese otro Chillán anterior al actual, así Templos como el de Los Carmelitas, San Francisco, San Juan de Dios, y algunas construcciones particulares emblemáticas son los testimonios de un pasado que se perpetúa en el imaginario colectivo desde esa época, porque instalados en el consciente y en su inconsciente, para el habitante siempre están allí. Por otra parte aparecen las construcciones del nuevo Chillán, post terremoto de 1939, un estilo arquitectónico diferente al anterior que deja atrás al neo clasicismo, para abrirse a lo simple y lo práctico, el estilo Bauhaus. Este último imprime un sello característico al nuevo Chillán, pasando a ser un símbolo identificatorio de nuestra arquitectura haciendo de la ciudad, una ciudad única.0000000
Frente a los terremotos naturales, aparecen los otros, tal vez los más asombrosos, los atentatorios a la identidad arquitectónica actual de Chillán. Me refiero a los terremotos producidos por el ser humano, mas específicamente por algunos chillanejos diestros en el uso de la picota. Caen edificios, casas, y emblemas arquitectónicos, pareciera que el pretexto de la renovación, de la rentabilidad sin piedad alguna por la preservación de aquellas construcciones que si pueden tener un fin diferente, pudieran mas. Lógicamente el ser dueño de una de estas construcciones facultan a su propietario para hacer el uso que estime conveniente, incluso destruirlo, en el legitimo derecho de obtener lucro económico. Ello al menos podría ser justificable, pero el destruir por destruir sin ningún compromiso para la memoria colectiva, para la sociedad, para una ciudad a la que se quiere como el lugar donde se vive, es diferente. Muchas veces se actúa como un sonámbulo sin ver otras proyecciones económicas, solo las fáciles, como levantar galpones sin gracia ni aporte alguno. ¿Por que no ver en aquellas construcciones que merecen ser salvadas un fin económico que las potencie? Mayor impotencia se produce cuando empresas de grandes recursos, salvo contadas excepciones, sin contemplación alguna imponen su arquitectura corporativa tipo, sin tratar de aportar ni de reconvertir lo que está destinado a la destrucción desde una oficina arquitectónica de Santiago. Aquí es donde faltan normas claras a nivel comunal, que eviten o al menos orienten en la habilitación o diseño más acorde al alma de nuestra ciudad. A falta de recursos económicos para aquellas construcciones que no persiguen lucro como los templos religiosos, se necesita de orientación y cooperación en la gestión para obtenerlos por parte de los estamentos locales. Un mayor compromiso con los edificios que si bien son de entidades privadas, en su génesis estuvo toda la sociedad chillaneja involucrada y comprometida. Es difícil pero no imposible, no seamos nosotros los chillanejos los causantes de estos verdaderos terremotos humanos, y no permitamos tan fácilmente que el centralismo nos mande réplicas gratuitamente. Hay una responsabilidad clara de los habitantes de Chillán, de las empresas, de la sociedad toda. De nosotros depende que los terremotos humanos nos priven de nuestros símbolos identitarios tan fácilmente mientras permanecemos contemplativos. Los terremotos naturales no pueden evitarse, pero los terremotos humanos sí, dependen solo de las voluntades. Que la lectura y la visión de la rica iconografía contenida en este libro sirva para darnos cuenta de lo que Chillán fue en aquellos tiempos y nos haga reflexionar de lo que esperamos de la ciudad. Ciudad nuestra por rigor, por historia y por derecho.

Patrimonio - Identidad - Pertenencia

Patricia Orellana Cea
Periodísta Cultural
Empresa Periodística La Discusión S.A.
(ref. Libro Arquitectura de la Memoria Chillán Antiguo, 1a edición agosto 2011, Editorial Patrimonio, Chillán - Chile)

Chillán es una ciudad que lleva sobre sus hombros, 431 años de historia que se viene configurando como comunidad reconocida y organizada como tal desde que fuera fundada un 26 de junio de 1580 por el mariscal de campo, Martín Ruiz de Gamboa. Antes de eso y como territorio sin elementos antes indicados, estaban los integrantes de las etnias que también nos precedieron. Cuántos son entonces, siguiendo esta lúdica idea de Máximo, los fantasmas que nos rodean y de alguna manera nos contienen, aunque con frágil memoria por lo general se les ignora.

Hay interesantes posturas de quienes señalan que todo sigue ahí en el Universo, mucho más allá de nuestra pequeña realidad. Y en ese contexto, la energía sigue viva, potente y vigente. Es decir, los que ayer estuvieron, siguen rodeándonos y configuramos integrados, una enorme manta de cuyo tejido todos somos parte. Bienvenidos, entonces, los de ayer, los de hoy y los que serán mañana, para que en conjunto, demos fuerza a este sentido tan necesario de patrimonio e identidad, que nos entrega eso tan único e intransable, que es el sentido de “pertenencia”.



La Naturaleza ha tenido para con Chillán y sus habitantes a través del tiempo una mano que, representada mediante fuertes sismos y otras manifestaciones, casi nos borra del mapa. Pero ahí seguimos. Desastres naturales han obligado a que Chillán sea reubicada o refundada, después de que lo hiciera Martín Ruiz de Gamboa. Por eso se habla de cuatro fundaciones. Pero ni aún estos avatares logran romper el hilo conductor que une la vida y la historia de la ciudad. El terremoto del 24 de enero de 1939 es el hito más brutal que se recuerda. De una plumada desaparece el Chillán Señorial, de hermosas casas. Cuando miramos fotografías de la época, no deja de sorprender lo linda que era la ciudad que se perdió para el 39. Surge el Chillán actual, moderno, con una propuesta arquitectónica de avanzada en que el hormigón armado es un fuerte protagonista. Amplias calles que permiten una arborización que constituye sin duda alguna, uno de los patrimonios más importantes, pero al mismo tiempo más frágiles. ¿Qué nivel de conciencia tenemos como comunidad organizada frente a este patrimonio vivo? Una ciudad tan calurosa y con niveles altos de contaminación, sin árboles y áreas verdes se volvería invisible.

Patrimonio – Identidad – Pertenencia. Una trilogía que nos obliga a reflexionar y a tomar conciencia y responsabilidad frente a nuestro nutrido patrimonio que siempre valoramos. Tiene que haber una mirada integradora al respecto. Lo que debe poner el Estado a través de políticas que traduzcan nuestras necesidades al respecto; lo que nosotros como comunidad organizada propongamos; reforzar la capacidad colectiva e individual para reconocer, respetar y proteger lo que es nuestro patrimonio común. La memoria colectiva debe ser reforzada, alimentada, porque es una necesidad para los de hoy y para los que vendrán. La globalización sin duda tiene ventajas, pero también tiende a borrar las singularidades, y sin ellas nos desdibujamos, dejamos de ser. Tenemos que aprender a abrazar nuestra memoria de ayer, anudarla a la de hoy y proyectarla al mañana, porque no somos parcelables, somos una unidad indivisible. Yo quiero seguir como muchos, caminando lúdicamente por esta “Arquitectura de la Memoria. Chillán Antiguo”, que nos propone Máximo Beltrán en este bello trabajo. Quiero reconocer y ser parte de esos fantasmas que caminan nuestras calles y de los cuales formaré parte un día que no conozco todavía.

La Identidad Urbana de Chillán: Atadura mística

Marco Aurelio Reyes Coca
Decano de la Facultad de Educ. y Humanidades;
Universidad del Bío-Bío
(ref. Libro Arquitectura de la Memoria Chillán Antiguo, 1a edición agosto 2011, Editorial Patrimonio, Chillán - Chile)

La ciudad emite una imagen, posee una conciencia colectiva y genera una memoria urbana que se transmite de generación en generación. Es lo que perfila una real “ personalidad urbana”. Así, se constituye en un referente de la sociedad que la habita, puesto crea y existe un entorno apto para desarrollar la vida social y material, siempre viva y latente. Por lo mismo, el proceso de cambio urbano es siempre continuo y su estructura se conforma mediante ocupación de espacios, vías destinadas al flujo, edificios, vecindario, áreas funcionales, y por supuesto siempre omnipresente la gente que la habita y genera la vida urbana.

Por sobre la historia oficial, existe un ritmo pausado de la historia social de grupos y agrupaciones., como acontecimientos que se desbordan. Pero, esa sociedad prendida de atavismo, no puede separarse de la materialidad urbana-arquitectónica, que en el caso de Chillán, se ha construido durante una vida, impregnadas de una estrecha relación con los fenómenos naturales que ha modelado el comportamiento y exigido acciones para superar obstáculos que se codifican en la memoria individual y colectiva, registrando huellas de menor o mayor intensidad.



En el caso de Chillán, el modelamiento de su identidad urbana, resulta indudable que los fenómenos coyunturales han significado convulsiones estrepitosas, originando crisis, desatando calamidades desde el momento mismo de su erección como ente urbano. La repetición de fenómenos coyunturales semejantes conformando imágenes y símbolos, angustias y temores internalizados en la siquis individual y colectiva, exteriorizados en determinadas formas del actuar social, han sido vertebradotes de la conciencia colectiva.

Para llegar a determinar la identidad de Chillán, no podemos desligarnos de la atadura mística que se ha encargado de poner orden en el mundo desintegrado y en la simbolización arquitectónica
“chillaneja”. En otras palabras, la identidad chillaneja, cimentada en los efectos colectivos sociales, han contribuido sobremanera a caracterizar los rasgos del “ ser chillanejo” atado a su materialidad inestable que nos obligan a abrir permanente e incesantemente los arcanos de una platónica historia. Los símbolos de las diferentes épocas, constituyen en Chillán un factor limitante de la recreación histórica patrimonial de un pasado que nutre nuestros lazos atávicos. Para estructurar nuestra identidad urbana, resulta insoslayable el catastrófico recuento historiográfico del pasado. Creo que somos identitariamente la “ ciudad del movimiento ”, pero aún así, echamos raíces profundas, sintiéndonos tan “chillanejos”, que podemos situar como en el realismo mágico:

“A Chillán, ciudad rodeada de Chile”.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Adoquines en Chillán....





p. Ignacio Basterrica (Chillán Antiguo)

Las primeras calles de Chillán fueron hechas en base a tosca molida y compactada evitándose así el levantamiento de polvo. En tiempos del Intendente Ambrosio Rodriguez se nivelaron calles del centro evitando el apozamiento de agua que las destruía y deterioraba. El Intendente Rondizzoni realizó otro tanto.
Hacia 1860 se comienza a reemplazar la tosca por adoquines de piedra, traídos primero desde las canteras de la pre cordillera de Coihueco y Pinto. También su confección en parte se debió a mano de obra de reos de las cárceles, aquellos que cumplían penas de trabajos forzados, los que constituyeron en esos tiempos mano de obra barata destinada a fabricarlos. Posteriormente con la llegada del ferrocarril, se trajeron de canteras nortinas.
Los adoquines fueron sin duda, un elemento duradero y de fácil instalación en las calles céntricas de Chillán primero, para luego adoquinarse las 4 Cañadas o Avenidas. También se ocuparon en el barrio ultraestación,y algunos sectores del barrio norte de Chillán.
Los adoquines permitieron también instalar y modificar las líneas de los tranvías o ferrocarriles de sangre que salían desde la Estación de Chillan, hacia el centro,, desde Vega de Saldias hacia un poco antes de la Quinta Agrícola (hoy Fac. de Cs Agropecuarias de la U de Concepción y conectando calle Arturo Prat hasta avenida Collin cerca de la Avenida Argentina. Estos adoquines fueron sin duda distintivos de la etapa de urbanización de Chillán en sus comienzos como ciudad que recibía a la pujante colonia francesa, alemana, española e italiana que industrializaron nuestra ciudad a fines del siglo XIX. Posteriormente hacia los años 20 del siglo XX se comienzan a asfaltar las primeras calles céntricas de Chillán, dejando eso si a los resistentes adoquines bajo la capa de asfalto.
Los adoquines, elemento decorativo, evocador y duradero, le daban a nuestro Chillán antiguo, y hasta hace poco en importantes arterias un carácter evocador y de época. Aún algunas calles se niegan a desprenderse de ellos, sin embargo la modernidad muy luego dará cuenta de los últimos vestigios. La idea es conservar siquiera una muestra de ellos antes de que desaparezcan totalmente, pues ya pertenece al imaginario colectivo de los chillanejos y constituyen un símbolo identitario. Ojalá las autoridades puedan conciliar su uso en pos de que nuestra ciudad no pierda ese tremendo patrimonio. Es interesante ver como la I. Municipalidad esta reconvirtiendo su uso, e integrándolo al paisajismo de diversas áreas publicas de nuestra ciudad.
Como chillanejo creo le debemos respeto a nuestro pasado y patrimonio.

Juan Ignacio Basterrica Sandoval.

Carros de Sangre y Tranvias en Chillán.

aporte Ignacio Basterrica y Máximo Beltrán







RECORRIDO CARROS DE SANGRE
Para cubrir el area urbana con el pueblito de Chillán Viejo, se desarrolló en el s. XIX..1877 una red de carros tirados por caballos, que tenían por nombre CARROS DE SANGRE". Estos eran de manufactura estadounidense (John Stephenson Co. de Nueva York), pero de dos pisos como los construidos en Inglaterra. Aunque de efímera duración, Chillán fue el cuarto centro urbano de Chile en tener un tranvía, precediendo a otras ciudades, como Temuco (1881), Talca (1884) o Concepción (1886)

El recorrido de regreso desde la Plaza de Chillán Viejo comenzaba por sus calles hasta llegar a la avenida Ohiggins (calle de Deuco ),un verdadero paisaje de quintas y arboledas, donde cruzaban entradas a los fundos cercanos a la ciudad... y al llegar al viejo matadero municipal seguía por la actual Avenida Schleyer, torciendo frente a la Curtiembre Choribit y enfilando por la Avenida Collín (Cañada Sur) para proseguir al norte por calle Cinco de Abril, pasando frente a la Recova municipal (hoy Mercado-Feria) y llegando a calle de Robles. Desde allí doblaba a la izquierda tomando calle Arauco hasta Avenida Libertad en donde se dirigían finalmente a la Estación de Ferrocarriles de Chillán.Alli habia una tornamesa que cambiaba el sentido de los carritos para su regreso a Chillán Viejo.

RECORRIDO TRANVIAS
Comenzaron a operar en 1922
El recorrido de los tranvías eléctricos era entre calle Libertad hasta calle Dieciocho de Septiembre, de allí hacia calle Constitución, desde esta última a calle Arauco hasta calle Maipón, calle Cinco de Abril llegando a la Avenida Collín.
Era un recorrido mas corto que los de sangre, que tambien funcionaron simultaneamente desde 1922 hasta el terremoto del 39.