De un tiempo a esta parte, me vi involucrado en la busca sistemática de fantasmas, de aquellos recuerdos olvidados por el paso del tiempo; me vi caminando por calles viejas que encerraban miles de cuentos de hadas. Mi memoria, un tanto fragmentada, la necesitaba para anclarme positivamente en mi reconstrucción. / chillanantiguo@gmail.com
miércoles, 4 de abril de 2012
Ferrocarril a Chillán (1874)
Uno de los grandes adelantos que se produjeron durante el siglo XIX, en Chillan, fue el ferrocarril, medio de transporte que acortó las distancias y unió estrechamente a las ciudades.
Desde comienzos del año 1874 los medios informativos venían adelantando el lento, pero seguro avance de la vía férrea, que se realizaba desde Linares y desde Talcahuano y Concepción.
Los chillanejos estaban totalmente alucinados con el nuevo invento que invadiría su territorio, y soñaban con ver pronto llegar esa máquina, llamada locomotora que sin ser arrastrada por caballos ni bueyes llegarían bufando por sus propios medios y lanzando al espacio bocanadas de humo de color café, alternadas con rachas de vapor blanco y ardiente.
El tema servía de discusión entre los pobladores chillanejos; hubo los que consideraban el ferrocarril como un gran progreso para la ciudad y otros, los más ignorantes e incultos, creían que la locomotora era cosa de brujerías.
En esta diversidad de opiniones, no faltaban tampoco los intereses, representados por los empresarios de los coches, que al estilo de las viejas diligencias, movilizaban a los viajeros para, al Note y Sur. Esta gente decía que el ferrocarril haría una competencia ruinosa a sus empresas. También existían ciertos agricultores chapados a la antigua, enemigos de todo lo que se decía a cambio en sus vidas y costumbres. Ellos opinaban que si el tren pasaba por sus predios, sus sementeras estarían expuestas a posibles incendios por el “chisperío de las endemoniadas locomotoras” y que sus animales podían ser atropellados por “esas montañas de ruedas y fierros rechinantes”. Pero estos eran los menos.
Por fin llegó el ansiado día; amanecía el 15 de abril de 1874, y la ciudad al comenzar el alba, era un verdadero hormigueo humano. Los chillanejos habían madrugado, pero no solo los chillanejos inundaban las calles y plazas; en coches y carretas llegaba gente de todos los puntos vecinos a Chillán; huasos bien montados de los fundos y vecinos de los lugares cercanos, se encontraban ya en la ciudad a las 9 de la mañana, a pesar que el arribo del primer convoy estaba anunciado para el mediodía.
La estación de Chillán estaba engalanada, con guirnaldas y bandera nacionales, las calles de la ciudad también estaban de fiesta, porque los vecinos habían embanderado sus casas, regado y barrido los frontis de los edificios, de esta manera los chillanejos se preparaban para recibir el nuevo habitante del progreso que llegaba a la ciudad.
Eran alrededor de las doce del día y la estación era un verdadero mar de gentes, en la parte central de los andenes aguardaban el Intendente de Chillán, el sr. Videla, el Alcalde, Regidores, Cura Párroco, Jueces, Comandante del “Chillán” y personalidades.
Cerca de las dos de la tarde, los chillanejos oyeron el primer pitazo de una locomotora, era el convoy, que lentamente entraba a la estación. La locomotora con 18 vagones lucía banderas y escudos.
Detenido el tren, bajaron el Ministro de hacienda, el Intendente, gobernadors, alcaldes, regidores y personalidades de Concepción y Talcahuano. Luego de breves discursos se dio por inaugurado el primer tren que llegaba a la ciudad. A las 6 de la tarde, las personalidades asistentes al acto de inauguración, eran festejadas con un gran banquete efectuado en el teatro. Allí se pronunciaron elocuentes brindis, elogiando al que era entonces el Presidente de la República, don Federico Errázuriz Zañartu.
Fuente / Chillan Gesta de Cuatro Siglos / Rolando Fernández Parra
Grupo Chillan Antiguo
ap. fotográfico Grupo Chillán Antiguo / Máximo Beltran / Carlos Salvo
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