Autor: Lionel Yáñez Merino. Publicación Diario La Discusión – Chillan 1985
(Introducción-Máximo Beltrán)...Aquí estoy de nuevo...hojeando, remendando, armando y desempolvando historias, para que las tensiones del origen, sean menores; por lo menos esa catarsis me ha servido, espero que a ustedes también los ayude a recuperar y re-armar la memoria que fragilmente un día sin querer se extravió.
He descubierto este bello escrito, en un diario de La Discusión de Chillán, referente al patrimonial barrio de Santa Elvira. Desconozco su fecha,el implacable corte de la tijera, como un acto de salvar este testimnio, no se percató de la fecha; en fin, después de su lectura de este recorte testimonial, estimo que debe ser por el 1985, si me equivoco, se que sabrán entender, ya que con tantas fechas en mi mente, a veces ya no se cuanta edad tengo.
Vuelvo a Santa Elvira, y vuelvo en otoño, en invierno y en verano, los dejo con el aporte del sr. Lionel Yañez, que tituló "La república de Santa Elvira".
Cruz de Rifo, Avenida Francia, Santa Elvira, más allá la inundación y el “Tren chico” retornando de Recinto, con pitazos y rezongos regresando a la estación.
Lo anterior que pareciera una letra de tango, escrita por el compositor Homero Manzi; es una semblanza de la población Santa Elvira a principios del s. XX, uno de los barrios más antiguos de Chillán.
A fines del s. XIX, el proceso de migración de la población rural a la ciudad de Chillán se acrecienta y los nuevos pobladores empiezan a ocupar terrenos agrícolas en la periferia urbana, dando lugar a otros loteos y quintas para pequeños propietarios.
El ingreso norte a la ciudad de Chillán, hasta el año 1950, era entrando por calle Dieciocho. En el enlace de ambas arterias, en su paso por Avenida Ecuador, se levantó por muchos años una cruz, que todo el mundo llamaba la Cruz de Rifo, allí tenía su primer paradero el tren, que corría paralelo a Ecuador, en demanda de la estación sub urbana de Santa Elvira, ubicada casi al llegar a la actual Avenida Vicente Méndez, en su viaje al cordillerano Recinto.
Según nuestras investigaciones, la “Cruz de Rifo” tiene su origen, en un señor de apellido Rifo, dueño de la esquina norte de Avenida Francia, que tenía un restaurante, donde se reunían, entre otros, los arrieros en su paso a los campos de pastoreo de Atacalco adentro. Un día con alcohol en el cuerpo el “tren chico” acabó con su vida. Su viuda de nombre Elvira, empezó a vender sitios y a donar otros a familias pobres, se le recuerda como benefactora de obras sociales. En agradecimiento la gente empezó a llamar a todo el sector Santa Elvira.
En Santa Elvira, aún palpitan las tradiciones y costumbres del barrio antiguo, en sus veredas, los vecinos se saludan cada mañana y en las noches de invierno, aún se escuchan viejos pregones: “Castañas, y piñones calentitos”; “Mote mei pelado y bueno, calentito el mote mei”.
Pareciera que el tiempo se ha quedado detenido, en sus rincones; todavía se vende cabón vegetal por decálitros, quedan herrerías con fraguas de fuelle, que fabrican herraduras artesanales, las peluquerías y modistas de barrio le dan un aire evocador y nostálgico.
El terremoto de 1939, cambió la cara de todas sus calles, el desplome fue enorme, sin embargo, las pocas que quedaron en pie, son hoy día un valioso testimonio arquitectónico de las construcciones antiguas. Las casas que quedan en Avenida Francia y Cancha Rayada esquina Sotomayor, son visitadas por arquitectos y construcctores, en busca de los orígenes y vestigios de la casa sub urbana chilena.
Los pintores Gumercindo Oyarzo y Ramón Toro Gutiérrez, recrearon en sus telas sus frontis, cornisas y dinteles. Los fotógrafos de calendario, también hacen de lo suyo.
La vertiente manantial, que florece en las inmediaciones de la calle Cancha Rayada, actualmente es patrimonio de identidad de Santa Elvira. La cantidad de agua que emerge siempre es la misma, tibia en invierno, helada en verano. La ciudad de Chillán se abasteció de su agua para el terremoto de 1939.
El desagüe a la calle República de la vertiente, da lugar al lavadero, que aún hoy es usado para lavar ropa. Con la aparición de las lavadoras automáticas fueron desapareciendo las antiguas “lavanderas de Santa Elvira”. Según recordaba la antigua vecina Marta Leontina Ulloa Urrejola, nacida en 1912: “las mujeres modestas del barrio, tomaban lavados de la gente del centro para ganar el sustento”. Se recuerdan algunas; las sras. Doralisa Pacheco y Ramona, etc. Muchos pintores plasmaron en sus cuadros este noble oficio. En verano los niños del sector chapoteaban en sus aguas limpias y refrescantes.
La planta eléctrica que abasteció de energía, hasta la llegada de la Endesa a Chillán, se ubicaba en el centro de la población. El canal surtidor que alimentaba la planta, la cruza hoy en día en toda su extensión.
Hasta avanzada la década del 50, Santa Elvira, ubicada en el sector nororiente de Chillán, estaba separada de la ciudad por un extenso campo desocupado, sus calles principales son San Martín, Campaña, República, Sotomayor, Freire, Luis Vicentini, etc. Al norte ella, hoy se ubica la Población Arturo Prat.
Gran parte de sus primeros pobladores, eran originarios de la ruralidad de las comunas de San Nicolás, Portezuelo y San Carlos, todos con una gran religiosidad asistidos por los Padres de Santo Domingo. Después del terremoto de 1939 muchos maestros de la construcción que vinieron a trabajar a Chillán en la reconstrucción, trajeron sus familias o formaron, quedándose a vivir en Santa Elvira.
Hoy día el abanico gastronómico de Santa Elvira es famoso, variado y reconocido en la región. Antiguamente brillaron “El negro bueno”, “La tía Amelia”, “Donde torito”, “La chapa”, “El chiflón del diablo”, “La catedral”, “Doña meche”, “El Coihueco”, “El Colo Colo” etc.
Hoy día destacan, entre otros “El Chapu”, “El chancho con chaleco”, “El Portón de lata, “La señora Pecha”, “Donde Omar”, “El San Antonio”, el clásico “La Motoneta” y ese fogón de la chilenidad que es “Donde Palavecino”. El negocio de abarrotes “El gato Félix”, aporta el viejo encanto de los almacenes de antaño.
Destacadas personalidades, vivieron en algún momento de sus vidas en Santa Elvira. Su “alcalde” don Vitalino Pedreros, regidor de Chillán en la década del 60, el prestigioso acuarelista don Baltazar Hernández, vivió en la llamada “Villa María”, la familia de los espueleros Santana, el pintor y escultor, don Antón Sepúlveda, etc.
Los clubes deportivos San Martín y Junior, son puntos de encuentro recreacional.
Rodeada de nuevas poblaciones, por el crecimiento de la ciudad. Santa Elvira lucha por conservar su identidad y memoria…(Lionel Yáñez)
De un tiempo a esta parte, me vi involucrado en la busca sistemática de fantasmas, de aquellos recuerdos olvidados por el paso del tiempo; me vi caminando por calles viejas que encerraban miles de cuentos de hadas. Mi memoria, un tanto fragmentada, la necesitaba para anclarme positivamente en mi reconstrucción. / chillanantiguo@gmail.com
jueves, 31 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
Carmen Arriagada García una chillaneja...considerada la primera escritora chilena, debido a sus innumerables cartas de amor, escritas al pintor Mauricio Rugendas...
Ref. Diario La Discusión- Chillán / sra. Carolina Marcos
Se conocieron en 1835, en la casa de Isidora Zegers en Talca, en medio de una fiesta de la alta aristocracia. La chillaneja Carmen Arriagada, casada en ese entonces con el alemán Eduardo Gutike (un militar prusiano al servicio del Gobierno chileno), quedó prendada del pintor Johann Moritz Rugendas, más conocido en Chile como Juan Mauricio por el incansable trabajo que realizó en nuestro país intentando mostrar, a través de sus pinturas y dibujos, la idiosincrasia del chileno.
Ambos se enamoraron y comenzaron un intercambio epistolar casi desconocido hasta hace algunos años, cuando fueron desclasificadas en Chile de la mano de una publicación. Algunas de estas cartas son custodiadas por el Instituto Latinoamericano de Berlín y básicamente son escritos que ella le mandó a Rugendas, puesto que Carmen Arriagada quemó lo que recibió por el miedo a ser descubierta. El romance epistolar duró 16 años.
Carmen Arriagada García nació en Chillán en 1807 y falleció en Talca el año 1900, ciudad hasta donde se trasladó a vivir junto a su marido en 1836. El historiador Marco Aurelio Reyes señala que ella perteneció a una familia de la aristocracia chillaneja como muchas otras ligadas a los patriotas y pro españoles. “Creció en la alcurnia, era una dama de la aristocracia, educada. Según Rugendas la retrató, era una mujer muy hermosa que se dedicó toda su vida a escribir”, precisa.
Su aprendizaje en Santiago la acercó a la literatura y esa fue la vía de escape que utilizó para mantener su romance en secreto con Rugendas por más de 16 años. “En aquella época, la mujer siempre estaba en un segundo plano porque la sociedad estaba llena de prejuicios. Ella estaba casada por aquel entonces y creo que fue toda una osadía lo que logró hacer a través de las cartas. Esto nos recuerda el caso de otra chillaneja que dejó un gran epistolario. Matilde Urrutia también mantuvo oculto su romance con Pablo Neruda a través de las cartas que ambos se enviaron en la clandestinidad. La diferencia, es que Matilde logró hacerlo en una época en donde la mujer ya se estaba emancipando, a diferencia del siglo en el que le tocó vivir a Carmen Arriagada”, precisa el historiador.
Según la biografía elaborada por el Club de Lectores Carmen Arriagada de Talca, la chillaneja integró el movimiento “Generación del 42 y desarrolló, en los salones de su casa, interesantes tertulias donde se comentaba la vida política y cultural del país. Especial esfuerzo hizo para fundar el periódico “El Alfa” (1848) que fue de corta duración. Lectora ávida, fue crítica de su medio cultural y precursora del feminismo en Chile.
LAS CARTAS...
Oscar Pinochet de la Barra editó en 1990 una investigación a partir de las cartas que se encuentran en Berlín y en el Museo O’Higginiano y Bellas Artes de Talca y que son las que ella le dedicó. En el libro “Cartas de una mujer apasionada” que editó, la describe como una mujer que conocía bien el inglés y el francés.
“En sus cartas incluye frases en ambas lenguas, pero sobre todo en francés, la lengua de la cultura en el siglo XIX, cuyo dominio exhibe con evidente coquetería. En ellas expresa sus breves ilusiones de amor, los temores a perder a su amado y la resignación final, cuando el pintor decide abandonar Chile y regresar a Alemania, rompiendo así la magia del amor”, concluye el historiador.
“Lo primero que resalta es su orgullo, su carácter contestatario, su seguridad para dar opiniones. Ella tenía claro que no era una mujer cualquiera, sino la hija de una de las personalidades más destacadas del Chile recién independiente, don Pedro Ramón Arriagada, perteneciente al grupo de los exaltados que capitaneaba O’Higgins. Fue diputado por Chillán en el primer Parlamento, el de 1818”, relata Pinochet en su libro.
Otro dato de interés, es que en muchas de las cartas, Carmen oculta su identidad y la de Juan Mauricio, además de intentar no nombrar a su marido por su nombre, cuidando hasta el más mínimo detalle en cada misiva. Tanto cuidado detonó con la destrucción de todo el material que él le envió en vida. Sólo quedaron las cartas que ella le envió a él y que fueron encontradas tras la muerte del pintor.
EL ARTISTA QUE LA ENAMORÓ....
Mauricio Rugendas nació en Alemania en 1802 y se formó como artista en aquel país. Su espíritu inquieto lo hizo viajar y establecerse en varios países de Latinoamérica, en una época en que muchos pintores quisieron retratar la belleza de este continente. El primer lugar elegido fue México, sin embargo es acusado de conspirar contra el Gobierno del general Anastasio Bustamante y es desterrado a nuestro país.
Así llegó a Chile un año antes de encontrarse con Carmen. Se mantuvo viviendo en Talca hasta 1845, año en que regresó a Alemania. Las cartas con la chillaneja no cesaban hasta 1958, cuando Rugendas contrae matrimonio con María Sigl. La unión sólo dura un mes. El pintor muere sorpresivamente ese año.
El tesoro epistolar
Son 235 cartas que Carmen Arriagada escribió a Juan Mauricio Rugendas entre el 23 de noviembre de 1835 y el 9 de junio de 1851. Como ella misma explica en una de las últimas cartas que envió, todo lo que él le mandó fue quemado. “Quemé tus cartas; al separarme de ellas me sentí arrancar el corazón; pálida y oprimida las veía consumirse por las llamas, ellas eran mi bien y mi consuelo: todo, todo me aflige. Si en este momento te tuviera aquí, te sofocaría con mis lágrimas y caricias. Adiós mi vida, mi amor, mi único bien, toda mi esperanza. Adiós, un beso. Un beso de amor y de dolor”.
Ambos amantes sólo se vieron ocho veces durante los 16 años de intercambio epistolar, en varias de esas ocasiones, él se dedicó a retratarla.
Mientras él vivió en Talca, debió trasladarse muchas veces hacia otras ciudades para trabajar. En uno de los largos viajes a Valparaíso, Carmen le escribió: “!Oh, mi Mauricio! Cómo podré yo hacerte conocer cuánto te adoro y cuánto tu ausencia me martiriza! Es cierto que no estás a mi lado, es cierto que pasarán los meses y los años sin que yo te vea, sin que tus ojos me puedan dejar, sin el amor que fui tan feliz de inspirarte… Que espantoso es para mí ahora el mundo. Mi vida pasa tan insípidamente ¡Tu amor la embelleció!...Nuestro amor no está manchado con nada de criminal o vulgar. Es tu alma que yo quiero en ti. Esa alma fogosa y noble, que muchos desconocen y que yo me lisonjeo de comprender”.
El 26 de mayo de 1837, desde Talca, ella le escribe: “Quieres saber hasta dónde llega mi amor por ti? Oye. Hay horas en que mis quehaceres me distraen de tus recuerdos; otros momentos en que por la debilidad de mi cabeza quedo largo rato sin pensar en nada y completamente enajenada. Cuando llega la hora del descanso, cuando vuelvo en mí, me reprocho como una falta estos momentos de olvido involuntario y me aflijo. No quisiera tener nada que pudiera distraerme, quisiera consagrarte todos los instantes de mi existencia…”.
Por aquellos años, Carmen recibe la noticia que Juan Mauricio estaría acompañado en Valparaíso por una dama llamada Clara Álvares. Ella, herida, le vuelve a enviar una misiva: “Rugendas, yo estoy tan acostumbrada a padecer, tan hecha al dolor, que no se debe traer a consideración lo que yo sufro, porque, en fin, parece que yo he nacido para eso… Rugendas, perdí la fe y no creo en Dios.”
TRAS EL RESCATE DE LA HISTORIA...
Para Marco Aurelio Reyes, la existencia de material epistolar se ha convertido en un hecho de relevancia para la historia moderna. “Lamentablemente, creo que en casos como el de Carmen o Matilde Urrutia, la historiografía no ha explotado en profundidad los datos que se pueden extraer de una misiva”.
El docente cree que sí ha pasado con otras experiencias como Portales o el mismo O’Higgins, “pero parece que en las historias de amor, que son muchas, esto no se ha llevado a cabo. Sobre todo en tiempos en que muchas situaciones eran condenadas a muerte por la sociedad. La misma Carmen Arriagada quemó sus cartas por temor. Fue como morir en vida, según sus propias palabras. Pero no tenía alternativa porque de ser descubierta en el acto, la habría pasado muy mal. Era una sociedad altamente conservadora”, indicó.
viernes, 18 de mayo de 2012
SANTA ELVIRA, la atadura, el amarre….
(Máximo Beltrán)
La atadura, el amarre, y las tensiones del recuerdo y la memoria, gatillan a instantes para quedarse y hacer huella en mi caminar por esta vida; esas tensiones de la memoria es la que a veces o a ratos comparto con mis afectos .
Es la construcción de ayer, que se sostiene con el respiro de un barrio, de sus amores, de sus conversaciones de esquina y mucho más que eso, se sostiene “lisa y llanamente” porque las pretensiones de la gran ciudad todavía no ha seducido.
Atrapada y añadida a la “ciudad”, estos barrios que se formaron a fines del s. XIX, se resisten a morir, con esa textura social que nos recuerda al Creador, sostiene su respirar a veces agotado por las inclemencias y la insolencia del “te compro”, del roce paulatino de las grandes construcciones que se avecinan, y donde el canto de los gallos al amanecer nos invitan a seguir durmiendo en colchones de lana escarmenados en verano en los patios traseros.
Estos barrios, que como Santa Elvira en Chillán, existen por montones en las ciudades de Chile, aunque el tiempo los está borrando con la transparencia y la atmósfera del “no se nota”….o el “no miramos”….tan acostumbrados a saber que ahí están, a veces no nos preocupamos de su muerte vecina, de la grotesca asimilación que pasa por la identidad trastocada, por el “carné” marchito y porque no decirlo también por las tensiones genealógicas de no sabernos.
El barrio Santa Elvira de Chillan es eso, un “globo de aire” dentro de la espesura de una ciudad que se antoja a dilapidar sin sentido su patrimonio; donde el “mercado” como un gato al acecho, solo espera un descuido y el zarpazo final a un pedazo de nuestra historia. Mientras los vecinos siguen guardando sus tiempos, las modistas de ayer siguen haciendo las “bastas” de los pantalones de los chiquillos; el almacén sigue fiando con la libreta añeja, mudo pretexto de la reunión de las cuatro y el zapatero sigue su remiendo entre este pedazo de ciudad y la otra, como remendando historias.
Así, como un bello tejido a mano por la vecina, se va armando una textura donde nadie está de más, todos son necesarios……
martes, 8 de mayo de 2012
Cruz de Mayo (espiritualidad, fuego y paganismo...)
Máximo Beltrán, Patricia Orellana, aportes Grupo Chillán Antiguo, foto Marcelo Carrasco.
Siempre me dijeron, supuse, o creía (en fin...)que la “Cruz de Mayo”, esta fiesta criolla, entre espiriualidad, fuego y paganismo, se remontaba al terremoto de 1647 que ocurrió en la zona central y devastó las ciudades de la “Colonia”… Y que en ese intertanto sacaron en proseción al Cristo de Mayo de la Iglesia de las Agustinas para “pedir a los cielos que calmara a la naturaleza”; ya que una seguidilla de temblores seguía sacudiendo la tierra….Pues bién, de un de repente con esto de la tecnología y la información a tus pies, me dicen que no, que es una tradición muy antigua en nuestro país…y que llega a los tiempos de la Conquista Española, cuando con la espada y la CRUZ…se impuso a la fuerza toda una cultura espiritual a los pueblos originarios. (Máximo Beltrán)
LA SANTA CRUZ DE MAYO: EL HALLOWEEN CHILLANEJO QUE SE NIEGA A MORIR (Patricia Orellana)
La fiesta de la Santa Cruz de Mayo constituye una de las tradiciones más antiguas en nuestro país, y aunque disminuida últimamente por la masiva irrupción de otra fiesta tradicional, pero no nuestra, como es Halloween, siempre se mantiene vigente. Llegó a Chile junto con los conquistadores y desde entonces, sigue presente y latiendo como una de las fiestas que se vive en comunidad y donde grandes y niños participan y disfrutan.
El mes de mayo abre con esta fiesta religiosa-popular. En la tarde del día 2, cuando oscurece, salen los niños principalmente a recorrer el vecindario apelando a la generosidad de los vecinos que les regalan dulces, golosinas y también cosas de comer, las que de acuerdo a la costumbre, se reparten al terminar el recorrido. Existe una mutua conexión y espera en esta visita, que se anuncian con el tradicional canto de “Aquí está la Santa Cruz de Mayo/ visitando a sus devotos/ con un cabito de vela/ y un cantarito de mosto. / Si la tiene no la niegue/ que le sirva de algún daño/ el negarle la limosna a la Santa Cruz de Mayo”. Contempla versos para los generosos y los mezquinos.
Germán Gatica, escritor costumbrista de Portezuelo, señala que en su tierra se encienden grandes luminarias junto a la cruz, y las familias cantan de cerro a cerro; de loma a loma. Guillermo Marcelo Valdes Muñoz (Grupo Chillán Antiguo), recuerda: “En mi niñez todos usaban fuegos artificiales ya que no estaba prohibido, eran muy comunes las estrellitas, taquitos, bengalas. En casi todas las esquinas de la población witker hacían fogatas enormes, quemaban neumáticos y la gente se reunía a su alrededor, también hacían procesiones. Algunos años lo pasaba en el campo en la comuna de El Carmen, ahí todas las casas tenían su cruz de mayo y uno de mis tíos a falta de fuegos artificiales lanzaba disparos de escopeta. No sé si se sigue o no celebrando igual”.
RECUERDOS:
Viviana Carolina Norambuena Fuentealba
recuerdos, y sólo que acá en Concepción no hay esa magia...
Guillermo Marcelo Valdes Muñoz
En mi niñez todos usaban fuegos artificiales ya que no estaba prohibido, eran muy comunes las estrellitas, taquitos, tb las bengalas, en casi todas las esquinas de la población witker hacían fogatas enormes, quemaban neumáticos y la gente se reunía a su alrededor, también hacían procesiones...algunos años lo pasaba en el campo en la comuna de El Carmen, ahí todas las casas tenían su cruz de mayo y uno de mis tíos a falta de fuegos artificiales lanzaba disparos de escopeta...ya falleció y desconozco si se sigue o no celebrando, lo que tengo claro es que acá en Chillán por lo menos ya no se celebra...
Berta Elena Cerda Guerrero
M e recuerdo que con mis amigas saliamos con una cruz de madera a la cual le poniamos unas velas prendidas a sus extremos, pediamos en cada casa con el canto tipico de la cruz de mayo,nos davan cebollas, papas, castañas cocidas, frutas y cuando terminabamos el recorrido dejabamos la canasta en una de nuestras casas y partiamos a una plaza de la villa a prender fogata y con el tarrito con carburo y tipico terminabamos contando historias de terror.....Que tiempos mas lindos y que lastima que esta tradicion ya llego a su fin, ahora nuestros nietos tienen la tradicion de estados unidos,es una gran pena
Luis Antonio Salazar
Cancino Mmmmmmm.... y el famoso tarro con carburo, sonaba expectacular.......
Margarita Salazar
Recuerdo de mi niñez una Cruz de mayo bastante diferente, en la década del 60 en Chillán Viejo se reunían en cada esquina grupos de jóvenes y niños de la época, los que durante el día nos preparábamos para la fogata de la noche....era casi una competencia sana aún de la fogata mas grande y mas "sonora", por así decirlo. Usábamos los tradicionales "cuetes" y "viejas"....jajajaj, que eran unos cuetes que no explotaban sino revoloteaban tirando chispas por todos lados.....muchas veces, a falta de dinero para esos menesteres, el ruido lo provocaba la cicuta seca que se reunía durante el día....también servía el cochayuyo, mientras alrededor de la fogata nos reuníamos a cantar y jugar. Bonitos tiempos y una forma de compartir donde todos los vecinos se conocían y se compartía en la esquina de cada cuadra...
Eduardo Vásquez ...
"esta es la santa Cruz de mayo,..con porotos y zapallo, si lo tiene no lo niegue a la Santa Cruz de mayo"...esta es la casa de las rosas, donde vive las hermosas,.....
Oscar Bringas Arroyo
La gran fogata a la que todos hacen alusión, la llamábamos “la luminaria”, se juntaban ramas de zarzamora todo el día, porque estas ardían mejor, neumáticos y toda clase de elementos combustibles, resplandecían entonces nuestros más profundos afanes piromaníacos, a veces quemábamos un mono en la fogata, colgado en una horca. Mi padre en épocas en que el sector las canoas era campo, ponía en algún recodo de los caminos una calavera que estaba a simple vista y consiguió en el cementerio que estaba ubicado por la población 11 de septiembre (que estuvieron mencionando en el grupo hace unos días. El punto es que ponía una vela encendida dentro del cráneo y ¡macabra sorpresa que se llevaban los caminantes distraídos aquella noche!, mientras el y sus hermanos reían al verlos correr.
Siempre me dijeron, supuse, o creía (en fin...)que la “Cruz de Mayo”, esta fiesta criolla, entre espiriualidad, fuego y paganismo, se remontaba al terremoto de 1647 que ocurrió en la zona central y devastó las ciudades de la “Colonia”… Y que en ese intertanto sacaron en proseción al Cristo de Mayo de la Iglesia de las Agustinas para “pedir a los cielos que calmara a la naturaleza”; ya que una seguidilla de temblores seguía sacudiendo la tierra….Pues bién, de un de repente con esto de la tecnología y la información a tus pies, me dicen que no, que es una tradición muy antigua en nuestro país…y que llega a los tiempos de la Conquista Española, cuando con la espada y la CRUZ…se impuso a la fuerza toda una cultura espiritual a los pueblos originarios. (Máximo Beltrán)
LA SANTA CRUZ DE MAYO: EL HALLOWEEN CHILLANEJO QUE SE NIEGA A MORIR (Patricia Orellana)
La fiesta de la Santa Cruz de Mayo constituye una de las tradiciones más antiguas en nuestro país, y aunque disminuida últimamente por la masiva irrupción de otra fiesta tradicional, pero no nuestra, como es Halloween, siempre se mantiene vigente. Llegó a Chile junto con los conquistadores y desde entonces, sigue presente y latiendo como una de las fiestas que se vive en comunidad y donde grandes y niños participan y disfrutan.
El mes de mayo abre con esta fiesta religiosa-popular. En la tarde del día 2, cuando oscurece, salen los niños principalmente a recorrer el vecindario apelando a la generosidad de los vecinos que les regalan dulces, golosinas y también cosas de comer, las que de acuerdo a la costumbre, se reparten al terminar el recorrido. Existe una mutua conexión y espera en esta visita, que se anuncian con el tradicional canto de “Aquí está la Santa Cruz de Mayo/ visitando a sus devotos/ con un cabito de vela/ y un cantarito de mosto. / Si la tiene no la niegue/ que le sirva de algún daño/ el negarle la limosna a la Santa Cruz de Mayo”. Contempla versos para los generosos y los mezquinos.
Germán Gatica, escritor costumbrista de Portezuelo, señala que en su tierra se encienden grandes luminarias junto a la cruz, y las familias cantan de cerro a cerro; de loma a loma. Guillermo Marcelo Valdes Muñoz (Grupo Chillán Antiguo), recuerda: “En mi niñez todos usaban fuegos artificiales ya que no estaba prohibido, eran muy comunes las estrellitas, taquitos, bengalas. En casi todas las esquinas de la población witker hacían fogatas enormes, quemaban neumáticos y la gente se reunía a su alrededor, también hacían procesiones. Algunos años lo pasaba en el campo en la comuna de El Carmen, ahí todas las casas tenían su cruz de mayo y uno de mis tíos a falta de fuegos artificiales lanzaba disparos de escopeta. No sé si se sigue o no celebrando igual”.
RECUERDOS:
Viviana Carolina Norambuena Fuentealba
recuerdos, y sólo que acá en Concepción no hay esa magia...
Guillermo Marcelo Valdes Muñoz
En mi niñez todos usaban fuegos artificiales ya que no estaba prohibido, eran muy comunes las estrellitas, taquitos, tb las bengalas, en casi todas las esquinas de la población witker hacían fogatas enormes, quemaban neumáticos y la gente se reunía a su alrededor, también hacían procesiones...algunos años lo pasaba en el campo en la comuna de El Carmen, ahí todas las casas tenían su cruz de mayo y uno de mis tíos a falta de fuegos artificiales lanzaba disparos de escopeta...ya falleció y desconozco si se sigue o no celebrando, lo que tengo claro es que acá en Chillán por lo menos ya no se celebra...
Berta Elena Cerda Guerrero
M e recuerdo que con mis amigas saliamos con una cruz de madera a la cual le poniamos unas velas prendidas a sus extremos, pediamos en cada casa con el canto tipico de la cruz de mayo,nos davan cebollas, papas, castañas cocidas, frutas y cuando terminabamos el recorrido dejabamos la canasta en una de nuestras casas y partiamos a una plaza de la villa a prender fogata y con el tarrito con carburo y tipico terminabamos contando historias de terror.....Que tiempos mas lindos y que lastima que esta tradicion ya llego a su fin, ahora nuestros nietos tienen la tradicion de estados unidos,es una gran pena
Luis Antonio Salazar
Cancino Mmmmmmm.... y el famoso tarro con carburo, sonaba expectacular.......
Margarita Salazar
Recuerdo de mi niñez una Cruz de mayo bastante diferente, en la década del 60 en Chillán Viejo se reunían en cada esquina grupos de jóvenes y niños de la época, los que durante el día nos preparábamos para la fogata de la noche....era casi una competencia sana aún de la fogata mas grande y mas "sonora", por así decirlo. Usábamos los tradicionales "cuetes" y "viejas"....jajajaj, que eran unos cuetes que no explotaban sino revoloteaban tirando chispas por todos lados.....muchas veces, a falta de dinero para esos menesteres, el ruido lo provocaba la cicuta seca que se reunía durante el día....también servía el cochayuyo, mientras alrededor de la fogata nos reuníamos a cantar y jugar. Bonitos tiempos y una forma de compartir donde todos los vecinos se conocían y se compartía en la esquina de cada cuadra...
Eduardo Vásquez ...
"esta es la santa Cruz de mayo,..con porotos y zapallo, si lo tiene no lo niegue a la Santa Cruz de mayo"...esta es la casa de las rosas, donde vive las hermosas,.....
Oscar Bringas Arroyo
La gran fogata a la que todos hacen alusión, la llamábamos “la luminaria”, se juntaban ramas de zarzamora todo el día, porque estas ardían mejor, neumáticos y toda clase de elementos combustibles, resplandecían entonces nuestros más profundos afanes piromaníacos, a veces quemábamos un mono en la fogata, colgado en una horca. Mi padre en épocas en que el sector las canoas era campo, ponía en algún recodo de los caminos una calavera que estaba a simple vista y consiguió en el cementerio que estaba ubicado por la población 11 de septiembre (que estuvieron mencionando en el grupo hace unos días. El punto es que ponía una vela encendida dentro del cráneo y ¡macabra sorpresa que se llevaban los caminantes distraídos aquella noche!, mientras el y sus hermanos reían al verlos correr.