De un tiempo a esta parte, me vi involucrado en la busca sistemática de fantasmas, de aquellos recuerdos olvidados por el paso del tiempo; me vi caminando por calles viejas que encerraban miles de cuentos de hadas. Mi memoria, un tanto fragmentada, la necesitaba para anclarme positivamente en mi reconstrucción. / chillanantiguo@gmail.com
viernes, 18 de mayo de 2012
SANTA ELVIRA, la atadura, el amarre….
(Máximo Beltrán)
La atadura, el amarre, y las tensiones del recuerdo y la memoria, gatillan a instantes para quedarse y hacer huella en mi caminar por esta vida; esas tensiones de la memoria es la que a veces o a ratos comparto con mis afectos .
Es la construcción de ayer, que se sostiene con el respiro de un barrio, de sus amores, de sus conversaciones de esquina y mucho más que eso, se sostiene “lisa y llanamente” porque las pretensiones de la gran ciudad todavía no ha seducido.
Atrapada y añadida a la “ciudad”, estos barrios que se formaron a fines del s. XIX, se resisten a morir, con esa textura social que nos recuerda al Creador, sostiene su respirar a veces agotado por las inclemencias y la insolencia del “te compro”, del roce paulatino de las grandes construcciones que se avecinan, y donde el canto de los gallos al amanecer nos invitan a seguir durmiendo en colchones de lana escarmenados en verano en los patios traseros.
Estos barrios, que como Santa Elvira en Chillán, existen por montones en las ciudades de Chile, aunque el tiempo los está borrando con la transparencia y la atmósfera del “no se nota”….o el “no miramos”….tan acostumbrados a saber que ahí están, a veces no nos preocupamos de su muerte vecina, de la grotesca asimilación que pasa por la identidad trastocada, por el “carné” marchito y porque no decirlo también por las tensiones genealógicas de no sabernos.
El barrio Santa Elvira de Chillan es eso, un “globo de aire” dentro de la espesura de una ciudad que se antoja a dilapidar sin sentido su patrimonio; donde el “mercado” como un gato al acecho, solo espera un descuido y el zarpazo final a un pedazo de nuestra historia. Mientras los vecinos siguen guardando sus tiempos, las modistas de ayer siguen haciendo las “bastas” de los pantalones de los chiquillos; el almacén sigue fiando con la libreta añeja, mudo pretexto de la reunión de las cuatro y el zapatero sigue su remiendo entre este pedazo de ciudad y la otra, como remendando historias.
Así, como un bello tejido a mano por la vecina, se va armando una textura donde nadie está de más, todos son necesarios……
No hay comentarios:
Publicar un comentario