miércoles, 11 de septiembre de 2013

EL BAÚL INFANTIL DE LA NOSTALGIA


El despertar de una época
p.  Arnoldo Ferrada San Martin
Revista NOS

“Cada generación tiene sus propias lecturas, que no es  ni mejor ni peor que otras; así los  juegos de antaño corresponden a la velocidades y ritmos como se va construyendo la vida”, con esta frase, Máximo Beltrán, artista visual y creador del blog patrimonial Chillán Antiguo describe la importancia del vínculo entre cada época y los niños que la vivieron. Así también, e una profunda reflexión, se adentra en “su propia niñez”,  como un testimonio romántico de lo que fueron los juegos en la segunda mitad del siglo XX.




“Soy de la generación del primer televisor, del primer celular y de la primera conexión a internet, pero tengo en mi disco duro toda la información de una niñez no tecnológica, donde el divertimento estaba basado en lo simple y en lo social. Juegos sencillos y solitarios como el emboque, jugar a los autitos en el patio de la casa construyendo granjas  misteriosas y mundos imaginarios; afuera los amiguitos de la manzana nos tomabamos la vereda con los patines y después la bicicleta; en la escuela los recreos los hacíamos interminables con el “caballito de bronce”, las naciones y las escondidas”, relata.

Pero este maravilloso mundo infantil donde los juegos eran un complemento ideal para el entretenimiento sano y creativo comenzó a llegar a su fin, según nos narra Máximo, durante la década de los setenta, situación que se reflejó en las celebraciones dieciocheras, “la última vez que fui a una ramada con “mirada de niño” fue con mi familia el año 1976, las hacían en Av. Brasil, hasta los “curaditos” eran simpáticos, después cambio todo No sé en qué momento cambió, algo ocurrió y el país se distorsionó, pero ese paisaje ya nunca se volvió a repetir. Nos fuimos distanciando, se fueron formando “gethos”, la globalización comenzó a desdibujarnos y el mercado vendió conceptos al “trueque” y visitar las ramadas fue “rasca”. El sino del snobismo fue dando su pincelada y poco a poco esta fiesta popular y de familia quedó circunscrita al parrón de la casa, al club, al regimiento y a las ramadas del Cuerpo de Bomberos”, recuerda con nostalgia, aunque aclara que al establecer un paralelo del ayer y hoy, es claro que “son tiempos diferentes y los niños buscarán sabiamente como entretenerse. En solitario o en “patota”, dependerá de cómo el niño vaya construyendo su mundo…”, concluye.

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