sábado, 3 de julio de 2010

HISTORIA de CHILLÁN / Reinaldo Muñoz Olave



Reinaldo Muñoz Olave autor del Libro de La historia de Chillan y sus fundaciones,publicada en 1921.
Al parecer ya era Seminarista en la foto. (comentario Juan Ignacio Basterrica)Basterrica Sandoval Rectifico, por la fecha ya estaba hacia un año ordenado Sacerdote, en el año 1887. Aunque nacio en Yerbas Buenas, fue profesor de Teologia y Filosofia.Con elObispo Labarca concurrio al Concilio LatinoAmericano celebrado en Roma. Por sus servicios en el obispado de Concepcion y por sus investigaciones historicas fue nombrado Canonigo y luego Vicario General de esa Diocesis. En 1916 fue nombrado y consagrado Obispo titular de Pogla y tambien designado Gobernador eclesiastico de Ñuble. Escribio: Yerbas Buenas, Batalla de Yerbas Buenas, Linares y San Javier. Catedral de Concepcion. Instituto Literario de Concepcion. Razgos biograficos de Eclesiasticos de Concepcion, Chillan sus Fundaciones y Destrucciones y la Historia de las Monjas Trinitarias,entre otras obras.


Introducción
No hay ciudad en Chile que haya tenido una vida más accidentada que ésta de Chillán. Parece que al nacer ella, alguien hubiera grabado en su frente estas palabras: «lucha, trabaja, camina», como un vaticino de que sus hijos habían de forjar sus almas en el sufrimiento y en la batalla, y de que ella misma había de peregrinar perpetuamente, abandonando en cada siglo el sitio en que la establecieron, y buscando cada de antemano el solar que se establecería en el siglo siguiente.
Junto a los baluartes del fuerte de San Bartolomé, a cuya sombra se edificaba la nueva ciudad en el bajo del río Chillán, estaba de pie un testigo, de ceño adusto y mirada torva, que veía levantarse las casa y que, ardiendo en ira y en coraje, juró castigar la audacia del invasor de sus tierras y ahogar en su cuna a la recién formada ciudad. El indio chiquillán, dueño del territorio, cumplió su juramento: aún no descansaban los castellanos de las tareas de la construcción, y ya estaban los indígenas sobre ellos con las armas y con la tea encendida en la mano, para ahuyentar al invasor y entregar a las llamas sus pajizas habitaciones.
No se dejó intimidar el español; y a la cólera y fiereza del indígena, opuso su energía incontrastable; y se trabó entre ambos una lucha titánica, que tuvo siglos de existencia y durante la cual estuvo a veces incierta la fortuna, que favoreció, ya al uno, ya al otro de los combatientes.
Así pasaron setenta y cinco años, durante los cuales se formó y retempló el carácter del chillanejo, se formó la sociedad, con sus hijos adornado de las más hermosas cualidades, entre las cuales sobresalieron el valor indomable, la fortaleza en la adversidad y la hidalguía caballaresca del castellano. Al fin de esos años la suerte favoreció al chiquillán, que, confabulado con el pehuenche, con el puelche y con el araucano, destruyó la ciudad de 1655, hasta no dejar de ella piedra sobre piedra.
Reedificada la ciudad y establecida solemnemente en 1664, renació la antigua lucha. El indio oprimió a sus habitantes; les ocasionó frecuentemente serias inquietudes; les causó graves perjuicios en sus personas, en sus casas y en sus haciendas; pero prevaleció contra la ciudad.
Los terremotos acometieron entonces a Chillán. El de 1751, aventó materialmente hasta los cimientos de las casas.
Contristados, pero no abatidos, los habitantes abandonaron el fatídico local, y llevaron sus hogares al alto vecino, suelo más propicio, en donde edificaron, el mismo año 1751, la tercera ciudad, que ocupó el sitio del actual Chillán Viejo.
La nueva población creció: fue cuna de grandes ciudadanos y de grandes guerreros, contó entre sus moradores (es decir, de un hombre célebre del cual hablaremos oportunamente) «a gentes que por su prontitud, expedición y fortaleza son los primeros que ocurren a cualquiera función bélica»; fue el primer foco de luz que alumbró la senda de la libertad a los hijos de esta región del sur; fue arena de combate en donde expusieron sus vidas miles de sus hijos por alcanzar la independencia de la patria. Hijos de esta ciudad ayudaron a completar la obra de engrandecimiento de la nación: en la Suprema Magistratura, en las oficinas de gobierno, en la judicatura, en las tareas legislativas, en la milicia, etc., etc., allegando su contingente de desinteresada labor, para echar los fundamentos y construir con solidez el nuevo edificio de esta república de Chile.
Pero las fuerzas incontrastables de la naturaleza no respetaron tanta gloria: en 1835, desapareció otra vez la ciudad de Chillán, y los cimientos de sus edificios saltaron de su asiento, removidos violentamente por la fuerza de un espantable terremoto.
Otra vez los atemorizados pero no abatidos chillanejos, opusieron su energía de alma a la adversidad. Abandonaron sus hogares y edificaron esta ciudad, en donde hoy viven, tranquilos y confiados en que la buenaventura de que hoy gozan no sufrirá interrupción en lo futuro. Era la tercera destrucción y la cuarta fundación de Chillán.
Esas fundaciones y destrucciones, con sus causas y su origen, con sus más interesantes episodios e incidentes; son el objeto de este relato histórico.
Nuestro primer intento fue encuadrar este trabajo en el marco que le fija el título que lleva la obra; pero, a medida que buscamos los materiales, fuimos encontrando nuevas noticias relativas a Chillán y que no eran absolutamente ajenas al objeto que nos proponíamos. Las recogimos, y con ellas se formaron varios capítulos que se han insertado en el cuerpo de esta obra, en la parte correspondiente. Ésa es la razón de que narremos una serie de acontecimientos adversos que sobrellevaron los habitantes de la ciudad desde la fundación hasta su primera ruina; el desarrollo y progreso del pueblo a fines del siglo XVII; el establecimiento del Colegio de Nobles Indígenas, creado en 1700; las inundaciones causadas por el río Chillán; un interesante proyecto de fortificación de la ciudad en 1771 y la fundación del hospital de San Juan de Dios, en las caídas ya del siglo XVIII.
Tal vez somos excesivamente minuciosos; pero ello no nos carga la conciencia. Este escrito tiene carácter local y de familia; y cuando con los nuestros tratamos cosas nuestras, no omitimos pormenores, por insignificantes que sean; y en el más pequeño detalle se halla motivo para despertar el interés o avivar la curiosidad. Nos alienta la confianza de que, para más de algún lector, servirán estos capítulos siquiera para acortar en algo las interminables noches de invierno.
Los cronistas coloniales nos han servido muchísimo para informarnos y escribir lo que se refiere al primer Chillán, 1580-1655. Los historiadores modernos no han tenido otra fuente de información. Hay, sí, una ventaja en favor nuestro; apoyados en documentos que se utilizan ahora por la primera vez, hemos aclarado algunos puntos oscuros o dudosos, hemos corregido errores en que incurrieron los cronistas, y en que, a su vez, cayeron los escritores modernos, que no han hecho sino copiar a aquéllos.
Desde 1655 para adelante cambia el valor histórico de este relato. Gran parte del escrito, la casi totalidad, se basa en documentos, originales los más, desconocidos hasta hoy. Con ellos nos ha sido posible completar lo poco que acerca de Chillán dicen los historiadores y corregir errores de consideración.
Pero ni aún con las ventajas que dejamos apuntadas, puede subir esta obra a la categoría de medio historia de Chillán; no es sino su portada o una introducción a ella. Su carácter de historia está limitada por el objeto de estas páginas, y no pretende arrogarse una importancia que no le corresponde. Hemos contado cómo se edificaron las casas de Chillán; pero no hemos traspuesto el dintel de sus puertas, y ni siquiera hemos vislumbrado la vida que se ha agitado dentro de ellas. Nos hemos abstenido respetuosamente de entrar, porque no era nuestro intento arrebatar a los hijos de este pueblo el derecho que tiene a contar las propias alegría y pesares, y a enaltecer en las páginas de una buena historia las grandezas de esta privilegiada tierra.
Ya es tiempo de que los jóvenes, hijos del territorio, tajen la pluma, y acometan la empresa de escribir la historia de Chillán que, en más de tres siglos de honorable existencia, tiene nobles y esclarecidos hijos a quiénes honrar, y guarda en sus anales larga serie de gloriosos hechos que salvar del olvido y celebrar como se lo merecen.
Nuestro trabajo es el primer paso en esa gloriosa empresa de reconstrucción del pasado. Nos hemos atrevido a darlo, porque, si bien es cierto que no estamos ligados a la ciudad con los vínculos fuertes y sagrados del amor filial, lo estamos con los del afecto y del reconocimiento, sagrados también y vigorosos. El autor reconoce en favor de la sociedad de Chillán, una deuda de gratitud y desea cancelarla: esta reducidas páginas de historia son el modesto óbolo con que manifiesta que son reales y efectivos sus deseos de pagar.
Chillán, marzo de 1919


Ref. Bibliográfica: Historia de Chillán / Sus fundaciones 1580-1835 / Reinaldo Muñoz Olave / Colección Carlos Valenzuela Solis de Ovando

1 comentario:

  1. Hola, soy de Yerbas Buenas, me enterizo mucho la foto ya que esta persona es nacida aquí.. Tengo otras fotografías de Reinaldo Muñoz. quisiera saber si me pueden facilitar esta imagen en mayor resolución?

    Saludos
    www.yerbasbuenas.com

    ResponderEliminar