martes, 22 de abril de 2014

Sepultura sagrada, sepultura profana

p.  Máximo Beltrán


Relato en Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana


 Hablar de sepulturas en Chillán, es hablar también de creencias, ritos, de la hegemonía católica, de nuestra historia patria y de cómo la separación de la Iglesia y el Estado deja su improntas también en provincia.

Chillán y sus fundaciones no nos habla de los sitios de inhumación, los profesores de historia nunca nos dijeron que nuestros ancestros eran sepultados en los terrenos de las iglesias y conventos, hermanando la religiosidad desde el nacimiento hasta la muerte. ¿Y los ateos? ¿Los de otras religiones? Desde el periodo de Conquista y Colonización, hasta la Independencia (1540 -1818) las fronteras siempre fueron celosamente cuidadas de los “herejes”. Por lo tanto, durante casi 300 años hubo una sola religión, después con las fronteras abiertas al mundo y una sociedad política llana al crecimiento, pluralismo y tolerancia llegaron los inmigrantes ingleses y alemanes que nos trajeron otras maneras de ver la vida. El protestantismo y el laicismo dieron las bases de la separación de la Iglesia y el Estado, así el espacio sagrado se seculariza.







Las iglesias fundacionales y los conventos fuero los lugares donde Chillán enterraba a sus muertos. Marco Antonio León, en Los espacios de la muerte en Chile 1883-1932 (Lom,1997), consigna un relato de la época nos sitúa en esta tétrica postal: “La cantidad de cuerpos sepultados en las iglesias sobrepasaba en muchas situaciones su verdadera capacidad para acoger un gran número de cadáveres. Si pensamos en suelos con tierra removida, la poca ventilación, la oscuridad y el reducido tamaño de la mayoría de esas iglesias, no sorprende que esos recintos se convirtiesen en potenciales focos de infección, a pesar el uso de cal”.

Sobre la poca higiénica inhumación, Barros Arana relata: “La fosa para el entierro había sido abierta de antemano. Removíase el piso del templo en una extensión de dos a tres varas, extraíase la tierra para dar cabida al ataúd; y cuando este había sido sepultado, se acomodaban, las losas o los ladrillos cuidadosamente para hacer desaparecer toda señal del sitio en que se había hecho el entierro. Solo sobre las sepulturas de los obispos era permitido poner una lápida con una inscripción conmemorativa, aun en estos casos, la lapida no debía sobresalir del piso del templo. (…) Pero el inconveniente más grave que resultaba de esta práctica era el convertir en lugares de infección el recinto de los templos, donde se reunía tanta gente cada día. El aire que se respiraba en ellos cuando permanecían cerrados por algunas horas, era tan mal sano y tan intolerable que era indispensable abrir las iglesias antes de amanecer para ventilarlas antes que concurriesen los fieles; y aún así eran frecuentes las enfermedades contraídas por haber respirado las exhalaciones que se desprendían del suelo. La sepultación de los templos, condenada ahora por todo el mundo, no lo era entonces sino por uno que otro adelantado a las preocupaciones de su época”.



Funeral por las calles de Chillán (1915)



Funeral a pie, en carroza mortuoria. (1960)
Foto gentileza sr. Patricio Pereira


El Chillán de 1835 recibía inmigrantes que trajeron su trabajo, idioma y religiosidad diversa. Ellos crearon su propio cementerio donde se acogió a los inmigrantes suizos, suecos, alemanes, irlandeses, escoceses, gran parte de ellos judíos y protestante que no podían ser inhumados en el cementerio parroquial. Este cementerio tuvo sus puertas abiertas a toda la comunidad, sin distinción de credos, así lo dice el artículo Nº1 del antiguo Cementerio Alemán o de “Disidentes”: “…en él serán enterrados los difuntos sin distinción de nacionalidad y credo”. No fue así en el Cementerio Parroquial, destinado exclusivamente para los católicos. Llegado 1900, ambos espacios de la muerte dieron lugar al cementerio actual, que responde a las nuevas políticas de un Estado, más salubre, inclusivo y respetuoso.


Cronológicamente los espacios de muerte en Chillán


1580 – 1835: La iglesia parroquial, los conventos Franciscano y Mercedarios y terrenos no formales como el campo.

1835 – 1910: El Cementerio Parroquial, lado oriente de la ciudad, Cementerio de los Disidentes o Alemán, al lado del parroquial y las iglesias y conventos de la ciudad.

1910 – 2014: El Cementerio Municipal, Cementerio Parque Los Héroes y el Cementerio Parque Las Flores.

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