p. Máximo Beltrán
La historia se escribe sola,
con el
palpitar que el Eterno permite y
que los hombres malvados tuercen…
Una de las formas de comprender la memoria de un pueblo es mantener viva su historia, a través de sus luces y sombras. Aquí el recuerdo juega un papel importante, como el de esa mañana de 16 de septiembre, cuando la bota y el fusil intimido a los habitantes de Chillán Viejo, que desde las ventanas y ocultos presenciaron una de las páginas tristes de Chillán.
Esa mañana gris, como muchas que se fueron anudando al recuerdo de ese calendario que opacó para siempre el sol primaveral, dejando al descubierto a las 10 de la mañana, lo peor de la escasa humanidad que quedaba en las instituciones castrenses.
La historia contará la versión que solo está permitida por la lógica del papel profano, aquel papel que aguanta las más solidas groserías y que con tanto acierto aprendemos en los colegios como grandes verdades. Ya el escalofrío llena por completo mi cuerpo, porque esta “historia”, que algunos no quisieran recordar o lisa y llanamente olvidar, siempre estará presente en los que deseamos un mundo fraterno donde las ideas las defendamos con ideas y donde la turba de los misiles sea algún día silenciada por las sonrisas y abrazos de los hombres que aún tenemos esperanza en la humanidad, y que el fuego de esa mañana de septiembre sea transmutado en acto alquímico en una ronda de niños que sonrientes, seguros y con esperanza canten la gran canción de la “verdad”.
Hermanados en los recuerdos, hermanados en la vida, hermanados…en el silencio obligado por la bota y las armas que en acto de juramento ante el Eterno, hicieron promesa y la quebraron; traigo hoy este relato, que un 16 de septiembre de 1973 a las 10 de la mañana, en la Avenida O`Higgins a la altura del Supermercado Unimarc de Chillán Viejo, fue asesinado el alcalde de Chillán d. Ricardo Lagos Reyes junto a su hijo, y esposa embarazada.
Paradójicamente, la principal función de la memoria pareciera ser el olvido…. lo que una mañana de septiembre ocurrió en nuestra amada ciudad de Chillán; por los motivos descabellados, que la historia todavía está escribiendo, junto al olvido oportunista y la siempre majadera posición de “aquí no ha pasado nada”; así, se fue olvidando y testimoniado solo en los recuerdos de aquellos que vivieron tan lamentable episodio y que con la libertad que da la confianza fueron relatados bajo el templo que solo las verdadera columnas sostienen.
La línea que separa lo cierto de lo incierto ya está trazada y los metales transmutados; deposito simbólicamente mi solicitud de perdón ante el “gran misterio”.
GRACIAS MÁXIMO, TAMBIÉN EN NOMBRE DE MIS HIJOS.
ResponderEliminarLAS GRIETAS DE MI CORAZÓN SE HUMEDECEN CON LAS LÁGRIMAS DEL ALMA, PERO ME ALIENTA LA SOLIDARIDAD Y COMPROMISO DE BUENAS PERSONAS QUE COMO TU SE COMPROMETEN CON LA CAUSA DE LA VIDA