viernes, 31 de octubre de 2014

CINES DE CHILLÁN, Galería de recuerdos.

p. Ursula Villavicencio
( Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana)

El escenario de la mayoría de los recuerdos de Juan Carlos Olmedo transcurren en la “galiche”, como se conocía a la popular galería de bancas de madera (había que llevar cojín) ubicada en el segundo o tercer piso de los teatros. Era la preferida por quienes no podían pagar la entrada en platea alta o baja en los cines Central y O`Higgins, pero también era la opción para hacer el quite a los galicheros. “No solo se escupía, se tiraban cáscaras de fruta, al final todo iba a parar a la platea”, relata Juan Carlos. No había restricciones para entrar con alimentos al cine, por lo tanto se podía ir con un canasto de picnic completo que incluía sopaipillas con ají, sandías y melones, los clásicos huevos duros y el pollo frío, “de todo, según el bolsillo”, recuerda Carlos.
El más popular era el cine O’Higgins, lugar de encuentro de los jóvenes que se divertían intercambiando revistas, novelas y láminas de los álbumes. El Mafor, por su parte, era considerado más “elegantito”: solo tenía platea y con butacas acolchadas, además de confitería en el primer piso. Sin embargo, tampoco estaba a salvo de las legendarias pulgas, como recuerda el profesor Alejandro Venegas, quien relata que cuando iba al Mafor llevaba mantas para taparse, pues no había calefacción en invierno, y además debían mantener los pies en alto sobre los asientos delanteros por si pasaba algún ratón cinéfilo.

Otra asidua al cine, Elcira Singer, recuerda que el Mafor era el lugar de encuentro de casados infieles... “después se iban a una casa en Cocharcas, pasadito de O`Higgins”, afirma. Y si de romances se trataba, el lugar ideal era la última fila de los cines o “fila de los cocheros”. Según Carlos, él mismo se dio en el cine sus primeras tocaditas de rodilla con su futura señora, cuando ambos eran estudiantes de liceo: “el cine era una invitación obligada para llevar a polola”.

En el corazón de Elcira quedaron para siempre películas como El doctor Zhivago, Lo que el viento se llevó y Casa Blanca. También recuerda las de pistoleros y las matinés con películas del Pato Donald. Anclada en la memoria de Carlos está El monstruo del lago Ness, primera película que vio en su infancia. “Yo alcancé a conocer películas mudas de Chaplin, luego llegaron las de cowboy, pero las que llevaban más gente eran los espaguetis italianos, como El dólar marcado y El bueno el malo y el feo. En el cine también uno se enteraba de las noticias porque en los intermedios daban noticias de Europa, de la guerra, de la reina de Inglaterra y del golf. También nos enterábamos de la carrera espacial, de los rusos, de la perra Laika y de Yury Gagarin. No existían las películas para mayores de 18 y para todo público... bueno, estaba la Marilyn, la Bardot y la Sofía Loren, que mostraban las presas pero nada más… La película terminaba cuando la niña y el joven se daban un beso..."

Rememorando los tiempos en que aún no llegaba la televisión a Chile, el ex profesor de la UDEC, Mario Ibáñez, narra que cuando el hombre llegó a la Luna, en 1969, la transmisión del evento fue vista desde la plaza frente a la Gobernación, donde habían colocado en una ventana uno de los pocos televisores que había en el país. Hasta la década del 70, el cine era “la diversión” que existía en Chillán, indica Ibáñez: “El cine era la única entretención familiar; yo iba dos, tres y hasta cuatro veces por semana… era una parte importante de nuestra vida”.


CARTELERA 
PUBLICADAS EN DIARIO LA DISCUSION







Cartelera 1937 







Cartelera 1945






                                                 

miércoles, 29 de octubre de 2014

CINES DE ANTAÑO DE CHILLÁN

HUBO VIDA ANTES DEL CONTROL REMOTO

Antes de que existieran los reproductores de películas en DVD, VHS y Betamax, las películas se disfrutaban exclusivamente en el cine - o teatro como todavía le llaman algunos más mayores -, comiendo castañas y piñones calientes, en funciones rotativas interminables que permitían pololear y hasta dormir la siesta en la butaca. El cine fue el lugar de esparcimiento para toda una generación que no tenía más alternativa audiovisual que esa, porque los televisores eran caros y escasos. Fue recién en los años 70 cuando los aparatos de TV se masificaron, entonces comenzó el declive de las antiguas salas de cine.
p. Marcia Castellano



Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana , pag (5 - 11)

Tras el estruendo de la detonación solo hubo silencio. Entre el polvo, a penas se distinguía la mirada resignada de un pueblo que vio convertida en escombros una buena parte de su historia. Son las últimas escenas de Cinema Paradiso, una película que si bien retrata al italiano pueblo de Giancaldo, pareciera ser un presagio de lo que sucederá en Chillán cuando el Teatro O`Higgins se despida de la ciudad. Los dueños del recinto ya lo adelantaron: el cine será demolido.

La señora María no disimula su consternación cuando se entera del destino que podría correr el Teatro O`Higgins. Como cajera en la boletería desde 1956 hasta 1994, año en que se produjo el cierre definitivo, María Salas (78) es una de las pocas personas vinculadas al recinto que aún sobrevive desde aquella época gloriosa. “Las filas eran tremendas, incluso quedaba gente afuera esperando para la próxima película… quinientas personas en platea y otras más en balcón y galería. A veces daban tres funciones, por lo general de 12 del día a 12 de la noche –  recuerda − y, como era rotativo, podías estar todo el día adentro pagando una entrada. También venían grupos musicales y se llenaba, por ejemplo cuando vino Luis Dimas o Los Ángeles Negros había filas y filas de gente”.



María Salas, cajera del Cine O´Higgins, ente 1956 y 1994.

Sin embargo, todavía queda una esperanza para este edificio que tantas historias alberga. Según explica el alcalde de Chillán, Sergio Zarzar, el ex teatro fue incluido dentro de un listado de veintiún Inmuebles de Conservación Histórica en el Plan Regulador, y se está a la espera de la aprobación del Ministerio de Vivienda para determinar cuál será su futuro. Hasta entonces, los propietarios del recinto están impedidos legalmente de venderlo o demolerlo. “Los dueños estaban analizando venderlo porque piensan que no tiene posibilidad de ser rescatado, pero les dije que no podrán hacerlo mientras esté en evaluación. Ellos cumplieron con pintar la fachada, pero tuve la oportunidad de entrar y parece que le hubiera caído una bomba; rescatarlo es una altísima inversión para los propietarios, porque son ellos los responsables de su mantención“, aclara el jefe comunal.

Zarzar, de 62 años, conoció la época próspera del cine. En un tono más distendido, el edil accede a confesarnos algunas de sus andanzas juveniles. “El cine era la única entretención, ¡si antes no había televisión y con suerte teníamos radio! El día de semana estudiábamos y el fin de semana nos daban una mesada para ir al cine. Si uno se sentaba al medio de la platea, aprovechábamos para pololear. Nunca supe de qué se trataba … uno era el actor de su propia película”, recuerda sin poder contener una sospechosa sonrisa.

AQUELLOS DÍAS PRÓSPEROS
Entre los atributos patrimoniales del Teatro O`Higgins, destaca su arquitectura de influencia moderna con elementos ornamentales en su fachada principal, propios del Art Deco. Así lo consigna la Unidad de Patrimonio de la Municipalidad de Chillán en la ficha correspondiente a este inmueble, donde precisan que la obra fue encargada por los hermanos Menéndez al arquitecto Juan Rau y la planimetría del proyecto ingresó a la Municipalidad de Chillán en 1952.

Tras casi medio siglo de funcionar como sala de espectáculos y cine, en 1994 el O`Higgins cerró  sus puertas. La Lista de Schindler fue la película proyectada en la función de despedida. Posteriormente arrendó el espacio una discoteca y también un templo religioso, pero el último terremoto lo dejó en un estado de deterioro tal, que las únicas que se animan a entrar son las palomas.



Georgina Uribe, ex actriz del INECUCH,
asidua al cine en sus tiempos de gloria.

Atrás quedaron los buenos tiempos que recuerda la señora Georgina Uribe, actualmente de 80 años bien llevados. Ella era actriz y su esposo era el director de teatro, Edgardo Ramírez; por azar o quizá guiados por las emociones decidieron estar tan cerca del cine como pudieran y se instalaron a vivir frente al O`Higgins. Comenta que ahí se presentó el Ballet Coppelia, se estrenó El chacal de Nahueltoro, de 1969, y la película Ayúdeme usted compadre, de 1968, donde ella aparece en algunas escenas. “En una parte tengo una guagua en los brazos, hija del ingeniero de ferrocarriles, y me canta Arturo Gatica”, rememora como si fuera ayer.

DE PASATIEMPO A NEGOCIO
El cine O`Higgins fue contemporáneo al Mafor, aunque este último tenía capacidad para trescientas personas su público era fiel. De propiedad de Mario Foster Santibáñez, funcionaba en dependencias del Cuerpo de Bomberos, por El Roble, donde arrendaba ese espacio desde principios de los años 50.  Oriundo de Villa Alegre, Foster era un veinteañero cuando comenzó el negocio, motivado por un pasatiempo de infancia que empezó a cultivar al recibir su primera proyectora, dice Mario, uno de sus tres hijos.

En 1994, a los 66 años, murió dejando una huella imperecedera de admiración y cariño entre quienes lo conocieron. Uno de sus grandes amigos fue don José Ramiro Aravena Hernández, el Chelo, administrador del Mafor. “El cine era el sueño de don Mario. Eran muy inteligente y buen patrón, de buen corazón, que veía a todos por igual y compartía con sus empleados. Siempre le regalaba matinales a los colegios para que juntaran dinero. Don Mario me enseñó muchas cosas bonitas”, dice con profundo respeto al referirse a quien consideró como su segundo padre.

A sus 80 años, don José Ramiro todavía tiene frescos los recuerdos de aquella época: “Yo estaba caminando frente al cine, mirando, pero no tenía plata para entrar. Me dijeron que podía entrar gratis y me ofrecieron que me quedara de acomodador. Como a mí me gustaban las películas, acepté. Estuve ahí desde 1960 hasta 1974. Pasé por boletería, portería y confitería, después me pasaron a administrador”.

Por aquel entonces Mario Foster se encargaba de la mantención de las máquinas de su cine y de los otros dos que administraba, el O`Higgins y el de San Carlos. Ese era el negocio, pues arrendaba una película a la compañía distribuidora de filmes en Santiago, que por lo general traía pocas copias al país, y luego la proyectaba en las distintas salas de su administración. “Había funciones todos los días, muchas películas de pistoleros y también familiares. Las de Elvis Presley, Rafael, Sandro eran pura plata. El domingo había tremendas colas todo el día, igual que en Semana Santa. Pero después ya no era lo mismo – lamenta el Chelo – porque antes el cine no tenía competencia hasta que llegó la tele, ahí el cine se fue pa`bajo”.

Entre los múltiples roles que desempeñó don José, también estuvo el de operador de la proyectora, aunque solo por poco tiempo. El oficio de “cojo”, como se le apodaba al proyeccionista, era un trabajo extenuante porque en la sala de máquinas el calor era insoportable, describe.  En realidad, más que lesionado de un pie el “cojo” terminaba enfermo de los nervios, ya que cualquier descuido en la maniobra podía ocasionar un incidente, tan grave como una inflamación (cuando la luz quemaba la cinta) o tan leve como que toda la pantalla se tornara amarilla (cuando los carbones se apartaban mucho). El “cojo” también debía lidiar con los abucheos del público cuando se saltaban las escenas, algo habitual, ya que un trozo quemado se solucionaba con un tijeretazo. “Totó, aquí eres como un esclavo... siempre trabajas como un burro, incluso en las fiestas, la Pascua, la Navidad... solo estás libre el Viernes Santo. Y te aseguro que si a Jesucristo no lo hubieran crucificado, también se trabajaría en Viernes Santo", regaña Alfredo el proyeccionista en Cinema Paradiso, describiendo fielmente lo que sucedía en los cines de la época.

EL COLECCIONISTA SIN MUSEO
Cuando cerró el Mafor en la década del 80, hubo un interesado en guardar un recuerdo tangible de su historia. Con la perspectiva de tener su propio mini cine, Víctor Palavecino compró veinte butacas, pero cuando lo desmantelaron solo recibió unas pocas porque las demás se perdieron. Las butacas que hoy adornan su oficina de arquitectura comparten  protagonismo con decenas de cámaras fotográficas, filmadoras y proyectoras, pequeñas y grandes, dispuestas en un orden que solo su dueño conoce. Sin embargo, este espacio detenido en el reloj no sería lo mismo sin Grace. Alta y robusta, con su porte elegante, la Simplex modelo E-7 de 1939, bautizada así por Palavecino es la joya de la colección.  “Traerla fue una odisea porque pesa como trescientos kilos, así que tuve que desmontarla para subirla hasta mi oficina. Era mi sueño tenerla”, expresa.



Victor Palavecino, tiene una colección de doscientas máquinas, 
entre cámaras fotográficas, proyectoras y filmadoras. 
La joya es Grace, su Simplex modelo E-7 de 1939.



Conocedor de estas máquinas, explica que las más antiguas funcionaban con dos carbones de arco voltaico que suministraban una potente luz, haciendo posible la proyección de los filmes. “Como era difícil trabajar con los carbones se empezó a usar la ampolleta”, detalla mientras intenta echar a andar a Grace, comprada a través de Internet al igual que tantas otras de su colección compuesta por doscientas máquinas. La más antigua que posee data de 1880.
El pasatiempos de Palavecino no se limita a la compra de estos artefactos, sino que la experiencia recién está completa cuando comienza a descubrir sus partes y piezas. Con esmero limpia y lubrica las máquinas y las prueba con las cintas que ha comprado también en remates, como una donde aparece Richard Nixon celebrando su cumpleaños, otra de 1953 filmada en una expedición camino  al Everest, videos de monitos animados del antiguo Pato Donald, entre tantos otros tesoros que no ha podido compartir con la ciudad debido a la falta de un espacio adecuado donde exponer la valiosa colección.


UN SOÑADOR ITINERANTE
Proyectora, transformador, toca discos, telón, parlantes, afiches… increíblemente todo cabía en el Chevrolet 1941. Quizá la magia estaba en el chofer, Miguel Grau González.
Hijo de un español llegado a Valparaíso a fines de 1800, Miguel nació en 1920 siendo el mayor de cuatro hermanos que por razones laborales del padre, mecánico de Nash Motors, llegaron a instalarse a Chillán. Todo comenzó cuando tenía 15 años, primero como un interés en la fotografía que derivó hacia una pasión por el cine. “Inventaba máquinas y transformaba los negativos de las fotos en diapositivas que pasaba como si fueran películas”, dice su hijo mayor Miguel recordando lo que su padre les contaba. “Cuando éramos niños oscurecía la pieza y todos nos metíamos debajo de la cama para ver las película. Mi viejo era a toda tela, era papá y amigo”, añade Norka, la única mujer de los tres hijos que tuvo junto a su esposa.



Desde los años 40, Miguel Grau González itineró con su cine
por pueblos y comunas sedientas de aventuras y romances.
Hizo el curso de piloto de aviones menores en 1942 y
fue socio fundador del Club Aéreo de Chillán.

Miguel Grau sabía que en Chillán el público estaba cautivo en los cines ya instalados, por lo tanto se lanzó a explorar un nuevo mercado sediento de aventuras de vaqueros y romances azucarados. En las comunas aledañas a Chillán, incluso en otras más distantes, su idea fue un gran éxito porque más allá de sentarse en la plaza a mirar transcurrir las somnolientas horas, en los pueblos había poco o nada que hacer en materia de entretención. A bordo de su Chevrolet llegó a Retiro, Dichato, Quillón, Florida, Portezuelo, Coihueco, entre tantas otras localidades, donde su público lo esperaba ansioso para ver a los ídolos mexicanos y a los héroes de las películas de “comboy”, como les llamaban a las de cowboys.

El creativo Miguel se las arreglaba bien con lo poco que tenía a su disposición para levantar su negocio. Sin serlo fue diseñador: como no contaba con afiches, los hacía él mismo escritos a mano, adornados con recortes de diario y revistas. Sin serlo fue publicista: para atraer al espectador, al final de la función proyectaba una sinopsis de los próximos estrenos y pegaba su afiche artesanal en el tablero del cine de modo que todos se armaran de ganas para la semana siguiente. “Los contratos los hacía con los municipios. El sábado y domingo los teatros eran exclusivamente para él y se daba una sola función a las 8 de la noche así no había que estar oscureciendo la sala. Había gente de campo que llegaba en carretelas y en Semana Santa se daban varias funciones porque llegaban micros llenas de gente, muchos quedaban de pie”, relata Norka, y  aunque reconoce que “fue rentable en su momento, había veces que perdía plata. El mayor cambio fue en los 70 cuando llegó la tele, ahí el cine empezó a decaer”.

Miguel Grau, precursor, aventurero, protagonista de una época, murió en 1987 a causa de la leucemia.  “La vida no es como la has visto en el cine; la vida es más difícil”, dice Alfredo mientras Totó pareciera no comprender el peso de sus palabras. 

CUANTO VALE EL CLIC - Editorial Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana

p. Marcia Castellano

Para cada causa justa siempre habrá un Quijote. Sin importar de qué se trate, hoy en día las redes sociales permiten apoyar sin necesidad de moverse del cómodo asiento: son las masas del dedo empoderado. Si hay que salir en defensa de los perros del Paseo Arauco, ahí aparecen los dedos empoderados con sus infinitos “me gusta”; si hay que repudiar a Monsanto, ahí aparecen otro dos mil deditos hacia arriba. Es que es tan fácil y tentador.

No hay que desmerecer los logros de los click activistas. Grandes cambios positivos, como el reciente quiebre entre Shell y Lego gracias a un video viralizado por Green Peace, demuestran que el poder del dedo es enorme. Sin embargo, los manifestantes de escritorio deben comprender que la vida no transcurre en las redes sociales sino que es en la cancha donde se ven los gallos, dicho en buen criollo. Menos cacareo y más acción.

Y si se trata de hacer tangible la buena voluntad, hace dos semanas un grupo de personas organizó una actividad denominada “Acción para la resiliencia local", mediante la cual se buscaba ofrecer un espacio de conversación y educación sobre temas que a muchos pareciera interesarles en las redes sociales: embalse La Punilla, las semillas libres, las AFP, el medio ambiente en general, etc. El día del evento los organizadores esperaban que llegara más de un centenar de personas que habían comprometido su participación, directamente o enviando su dedo a decir “Me gusta” o “Asistiré a este evento”, ambas opciones que ofrece Facebook. Con suerte llegó la mitad de lo estimado, sin embargo el ánimo no decayó.  Los organizadores lo reconocieron: “siempre somos los mismos”.

Mientras en un lado de la ciudad algunos se involucran, otros siguen compulsivamente haciendo clic en cuanta obra de caridad y causa de moda aparezca en las redes sociales. En tiempos de Facebook el lema es: Si tu palabra vale un clic, tu palabra vale muy poco.



jueves, 16 de octubre de 2014

Dr. David Benavente Sepúlveda. La otra biografía*

p. Manuel Grez Ibáñez (artículos publicado en la Revista Chilena de Cirugía – febrero de 2013  y en la Revista Masónica – septiembre 2014.) Material autorizado por el autor.

Su antigua foto en blanco y negro, luciendo pera y bigote, luce enmarcada, en las paredes del auditórium del segundo piso del Servicio de Cirugía, encabezando la lista de los grandes Maestros y padres de la cirugía moderna chilena. El Dr. Elizeo Otaíza, encargado de la docencia de becados en mis tiempos de residente y ex jefe de servicio, sentía una especial admiración por él, nos destacada y comentaba su valor humanitario y profesional como cirujano ejemplar por haber desarrollado una destacaba labor en nuestro hospital, en el cual había desempeñado jefaturas, desarrollando además, con medios básicos la cirugía experimental y la neurocirugía, llegando a ser el primer médico chileno que había realizado trepanaciones humanas y cirugías neuroquirúrgicas reparadoras.

El Dr. Nestor Flores Williams, discípulo de él en el Servicio de Cirugía del Hospital, también Maestro de la Cirugía, a quien el Dr. Otaíza también admiraba y apreciaba, nos dejó un retrato escrito del personaje: “Cuando conocí a Don David era un hombre de baja estatura, tal vez de un metro sesenta centímetros, de ojos grises y pequeños, de mirada dulce y penetrante; de frente amplia y surcada por pliegues horizontales que le daban el aspecto de un pensador. Era más bien de pocas carnes, porque su alimentación fue siempre lo suficiente para mantenerse.

Lo observamos en las comidas de camaradería del hospital; él sólo se servía uno que otro guiso a pesar que nosotros encontrábamos la comida excelente. Era un hombre silencioso, de palabra serena y armoniosa. Al tratarle, uno se percataba de su alta valía interior, de sus consejos sabios y de sus juicios ecuánimes. Su persona se imponía a pesar de su modestia. Sus silencios solían ser lapidarios. Austero en todas sus actitudes, imponía donde fuere, su rango superior.

TRAYECTORIA MÉDICA Y MASÓNICA
 Cauteloso y culto en su lenguaje; nunca se le oyó la estridencia o la expresión áspera. No tuvo en su vida vicios ni inclinaciones a las que son tan propensos la mayoría de los mortales; no tuvo más preocupación que su pequeña envoltura material ni más claudicación que la que físicamente denunciaba su tardo y descompasado andar” destacando su pionera labor quirúrgica. “Fue el primer cirujano que en forma regular realizó trepanaciones craneanas en Chile y ante el asombro de todos, penetró en la masa encefálica, abrió el canal raquídeo y operó también sobre el sistema nervioso periférico”.

El año 1874 el Dr. José Joaquín Aguirre, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, tuvo la visión de enviar a jóvenes y destacados médicos recién egresados a Europa. Entre ellos estuvo el Dr. Benavente quien estuvo en Alemania estudiando Anatomía humana, formando a su regreso parte del equipo docente de esa facultad, siendo reconocido como un destacado profesor de anatomía y embriología y como un eximio dibujante.

Su principal labor asistencial la realizó como cirujano en el Hospital del Salvador. En el año 1914 llegó a ser Presidente de la Sociedad Médica de Chile y fue director de la Revista Médica de Chile, alcanzando un prestigio profesional que trascendió América Latina. Fue un médico sabio, generoso, modesto que ejerció la medicina con entrega ilimitada sin discriminar en su clientela a los más pobres y desposeídos y sin buscar retribución económica, llegando a ser un sabio solitario que vivió sus ideales de libertad y fraternidad con admirable consecuencia.

Fue un médico hospitalario de gente humilde, ninguna mano golpeó en vano a su puerta y ningún dolor lo halló sordo a sus requerimientos. una foto tomada durante su adultez sabemos que era delgado, de nariz
aguileña, de pelo negro peinado hacia atrás, cabello que siempre conservó sin signos de calvicie, de ojos pequeños, con rostro armónico y simétrico con pera y bigote, tal como se usaba en su época.  ( Figura 1)



 (Figura 1)

En los círculos masónicos se le recuerda porque, logró por su desinteresada filantropía y vida ejemplar ser nominado al cargo de Gran Maestro de la Gran Logia de Chile en el año 1925, alcanzando el más alto grado de Gran Soberano y Gran Inspector General, en el grado XXXIII y último de la masonería capitular. Existe una foto suya de esa época, en que ya anciano y canoso, pero conservando los mismos rasgos faciales de su adultez, enjuto, con ojos pequeños y hundidos, nariz aguileña, con el pelo de su cabellera y su pera y bigote ya encanecidos, luce orgulloso en su pecho una medalla recién recibida en la logia masónica que lo destaca como hermano distinguido (Figura 2).

(Aporte Archivo Masónico) 
Iniciado el 12 de noviembre de 1889 en la R. L. Justicia y Libertad Nº 5. Se afilió a la R. L. Unión Fraternal Nº 1, como fundador, el 3 de septiembre de 1912.

En la Gran Logia de Chile fue Primer Gran Vigilante, durante el período del Gran Maestro Ewing, 1906/1912; reelegido para el período 1912/1915. Miembro de la Comisión organizadora del Primer Convento Masónico Nacional. Miembro del Consejo del Gran Maestro en 1924/1927. Designado Gran Dignatario de Honor en mayo de 1932.

Elegido Gran Maestro en la Asamblea del 25 de septiembre de 1932. Al cumplir el período para el que había sido elegido, fue reelegido como Gran Maestro el 24 de junio de 1933, por un trienio. Sin embargo, en la Asamblea del 9 de junio de 1935, anunció que había designado Gran Maestro adjunto al Q. H. Fidel Muñoz Rodríguez y días más tarde, silenciosamente, se retiró del cargo.


Se dirá de él que fue pensador y guía de la Francmasonería chilena. Puso orden en las finanzas, reglamentó el Fondo de Solidaridad, propició la ayuda material a los masones perseguidos y protestó contra tales persecuciones. Dictó un código de conducta masónica y dio al Departamento de Acción Masónica que se formaba el carácter de herramienta para la docencia, la formación magisterial y la investigación. Intensificó y amplió las relaciones de la Gran Logia de Chile con los poderes masónicos mundiales.



(Figura 2)

En junio del 1935 se retiró a su natal y rural Ninhue para servir y atender las necesidades de salud de los modestos campesinos del sector. En su honor la logia masónica de San Carlos lleva su nombre, así como el hogar de ancianos, el consultorio, la plaza y la escuela G 30 de Ninhue, quien lo nominaría además como uno de sus hijos ilustres.

SU “OTRA” BIOGRAFÍA
Ciertamente el Dr. Benavente fue un gran profesional de la medicina y un gran cirujano de su época que aportó mucho a nuestra salud, que por ello se le encuentra nominado entre los que formaron parte de la historia de nuestra medicina y por lo mismo muchas entidades médicas y civiles hoy día lo recuerdan, pero nada de eso pudo haber ocurrido si un pequeño acontecimiento en su pre adolescencia no hubiera sucedido, hecho que muchos desconocen y que forma parte de “su otra biografía”.

El pequeño David nació el 17 de diciembre de 1863, entre los áridos monte de rulo, a escasos kilómetros al oriente del pueblito de Ninhue, en la provincia de Ñuble en una pobre y humilde casa campesina de piso de tierra y murallas de barro, de parto natural atendido por sus abuelos maternos. Su madre, la joven Lucía Sepúlveda, era hija de unos obreros campesinos de una gran hacienda de la localidad, que había cursado su embarazo sin que se supiera quién era el padre del niño, ya que era soltera y sin una relación sentimental conocida.

Una vez que el pequeño David, más delgado y pequeño que los demás niños de la localidad, hubo cumplido
los años necesarios, lo inscribió en la escuelita rural para que recibiera su educación básica y lo motivó para perseverar en ella. El “huachito” David Sepúlveda perseveró en su intento hasta estar listo para rendir años después el examen final, vivenciando en el intertanto, la pobreza, el hambre, el frío, la tristeza y la soledad.

En su pre adolescencia el examen oral era dado ante una comisión formada por los profesores de la escuelita, al que solían sumarse los principales dueños de las haciendas locales que eran benefactores de la misma y que deseaban ver el fruto de sus donaciones. A esa comisión asistió en esa oportunidad el rico hacendado Wenceslao Benavente Carvajal, quien poseía grandes ancestros históricos por ser hijo de Don Manuel José Benavente Bustamante y de Doña Mariana Carvajal Vargas y Roa. Don Manuel José, penquista y realista, había adquirido muchos años antes la Hacienda de Ninhue y la había heredado a sus hijos. Este había sido diputado por Rere nominado al Congreso y participado como militar en el apresamiento del patriota Manuel Rodríguez Erdoiza, por lo que después había sido deportado a Argentina por los patriotas, hermano a su vez de Don Diego José, diputado al Congreso Nacional por Concepción el año 1824, pipiolo (Alianza-Liberal-Federal) y de Don José Tadeo, diputado por Itata a la Asamblea de Concepción el año 1825 y de Don José María, patriota, amigo de los Carrera, Intendente de Coquimbo, todos hijos del prócer Don José Pedro Benavente y Roa, primer intendente patriota de Concepción.

Formando parte de la comisión examinadora, Don Wesceslao lamentó mucho la ausencia de su hermano Juan Nepomuceno, quien gustaba mucho de compartir con él estos momentos, el que lamentablemente había fallecido de un infarto al miocardio varios años antes. La presencia de Don Wenceslao ese día formando parte de la comisión sería el gran acontecimiento que cambiaría la vida y el futuro del adolescente David ya que frente a la comisión él hizo gala de su memoria, preparación e inteligencia, algo totalmente inusual entre los rurales alumnos que solían dar su examen de educación básica, sorprendiendo gratamente a Don Wenceslao al apreciar que respondía con exactitud y conocimiento todas las preguntas que se le hacían, luciéndose en un examen oral brillante, como el que nunca Don Wesceslao había visto durante todos los años que había formado parte de esa instancia.

Maravillado  y asombrado, felicitó a los profesores que lo habían preparado para ese examen tan sobresaliente y luego les preguntó por el origen y antecedentes familiares de David. Los profesores le contaron que se llamaba David Sepúlveda, hijo de la Sra. Lucía, una humilde y pobre campesina que vivía en una de las viviendas de su hacienda, lo que llenó a Don Wenceslao de un legítimo orgullo.

Como ubicaba a la Sra. Lucía y sabía que vivía sola, sin marido, acompañada de sus padres, les preguntó quién sería entonces el padre de David. Ahí se produjo un largo silencio y miradas cómplices entre los profesores que sí conocían la respuesta. “Es hijo natural de su hermano Don Juan Nepomuceno… su hijo póstumo”, le contestaron en voz baja. De seguro Don Wenceslao no dudó de esa respuesta ya que había advertido en David ciertas características hereditarias faciales y corporales parecidas a sus hijos y sobrinos, junto a la destacada inteligencia de su hermano Juan, que hacían que David fuera todo un Benavente, además algo sabía de las correrías amorosas de su fallecido hermano.

Después de ratificar esa respuesta con la Sra. Lucía y con permiso de ella, teniendo contactos en Concepción, hizo trámites para trasladarlo a esa ciudad facilitándole todos los medios económicos para que en un sistema de internado, completara su educación secundaria en un liceo penquista, considerando que por su inteligencia
sobresaliente se le debería dar una oportunidad para continuar su educación y evitar así que tan sólo llegara
a ser un desconocido e inculto campesino rural.

Sabiendo lo que era el esfuerzo, sacrificio, dedicación y autosuperación, el joven David se graduó en su liceo con notas sobresalientes obteniendo la mayor distinción de su promoción, manifestando ahora su deseo de estudiar Medicina en la Universidad de Chile de Santiago. En su casa patronal de Ninhue, Don Wesceslao, más sorprendido aún, llamó ahora a una reunión familiar integrada por Doña Elena Serrano Vásquez, viuda de Don Juan Nepomuceno, los hermanastros de David, Manuel Arístides y Juan, su propia señora e hijos y les comunicó de la existencia de David, un hijo póstumo de Don Juan, junto a sus destacados logros escolares alcanzados y su deseo de continuar su educación profesional estudiando Medicina, explicándoles que este no contaba con un apellido paterno ni con medios económicos para lograrlo. Acordando entonces, en memoria del fallecido y ausente Don Juan, reconocerle su parentesco paterno, concediéndole usar su apellido, junto con apoyarlo económicamente con todo lo necesario para que lograra recibirse de médico en Santiago, pasando entonces a ser conocido de ese momento en adelante como David Benavente Sepúlveda, heredando además toda la ascendencia histórica de los Benavente.

En la Facultad de Medicina nuevamente se destacó entre los estudiantes por su inteligencia y capacidad de estudio, responsabilidad y trabajo, graduándose con el más alto puntaje de su promoción.

SU RECUERDO
 En el año 1935, a sus 72 años, a pesar de todo el gran prestigio alcanzado como cirujano capitalino y teniendo un amplio reconocimiento en los círculos masónicos, se retiró a su Ninhue querido a disfrutar de su solitaria vejez, construyendo su casa en lo alto de una colina dominando el valle, denominándola “Rancho Grande”, gozando de la buena lectura, de la música y de la naturaleza, tres de sus grandes amores. Ya muy anciano y cercano a su muerte dejó estipulado en su testamento que posterior a su fallecimiento deseaba tener su entierro en el cementerio local pero haciendo saber que no quería que en dicho acto se le realizara algún tipo de discurso, palabras de despedida o reconocimiento. “Quiero que me olviden” ordenó, diseñando incluso él mismo su propio y simple mausoleo, tapiado, sin ostentación y sin ninguna inscripción o simbología.

Falleciendo en Ninhue el 16 de febrero de 1949, a los 86 años, realizándose sus funerales según sus deseos. En una poco conocida foto de su funeral, que es un verdadero documento histórico, aparecen seis sencillos
campesinos de la localidad transportando a pie su urna, en medio del calor del verano, llevándola hasta su última morada, mientras uno de ellos con reverencia y respeto lleva su chupalla en una de sus manos, al igual que el que preside el sencillo cortejo (Figura 3). En su sepelio se cumplió su voluntad, ya que no hubo ningún tipo de ceremonia religiosa de despedida, largos o emotivos discursos, cadenas masónicas que se rompían o delegaciones representando a la familia Benavente o a las Sociedades a las que perteneció.



 (Figura 3)

En cambio fue todo el pueblo de Ninhue y sus alrededores, especialmente el campesinado, que conocía su historia de niño, el que lo reconoció y acogió como uno de los suyos y en masa se aglomeró para brindarle en silencio su último adiós.

Fue nominado Maestro de Cirugía por nuestra la Sociedad de Cirugía de Chile en el año 1945 y con orgullo podemos afirmar que recordamos su nombre, ya que año tras año, en cada uno de nuestros Congresos, se le hace entrega de la distinción y premio Dr. David Benavente al mejor trabajo experimental realizado durante el año. Consideramos que su biografía y sus logros humanitarios y profesionales exigen contradecirlo, rescatando su vida generosa y fecunda junto con proyectar los grandes valores que motivaron su intensa vida.



jueves, 2 de octubre de 2014

Madre de Bernardo Ô`Higgins - Décimas para María Isabel

DECIMAS PARA MARÍA ISABEL
p. Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana

Si un hombre fuera padre de tres hijos de tres mujeres distintas, seguramente sería calificado como un semental; pero si se invierte la frase y el sujeto es una mujer, los epítetos no serían tan benevolentes. María Isabel Riquelme, en pleno siglo XVIII, se atrevió a desafiar los cánones de la sociedad colonial al dar a luz a Bernardo, Rosa y Nieves, todos hijos de distinta semilla. La profesora y folclorista, América Valdés, se enamoró de este personaje y escribió, en exclusiva para nuestra revista, la poesía en décimas titula “La hija de don Simón”, un relato de quince estrofas fruto de un acucioso trabajo de recopilación bibliográfica sobre la madre del Libertador.
p. Marcia Castellano



Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana Nº 16

María Isabel y Félix estaban de novios. Ella era una joven de veinte años, de baja estatura, bonita y de buena posición social y él un agrimensor de cuarenta. El matrimonio duró solo dos años por el fallecimiento del marido, quien le dejó como recuerdo una hija a la que llamaron Rosa. Félix nunca llegó a enterarse que esa niña no era la primera que su esposa había dado a luz, porque tres años antes, María Isabel había traído al mundo a un varón de cabellos de cobre, que en el futuro sería conocido como el Libertador.
Pero antes de ser enaltecido, el niño conoció la humillación de no llevar el apellido de su padre. Era un hijo ilegítimo, huacho le llamaban, fruto de un fugaz encuentro amoroso entre María Isabel, por entonces de dieciocho años y el irlandés Ambrosio, de casi sesenta. Oculta por sus padres Simón y María Mercedes en la hacienda de Palpal, la joven madre vio crecer en su vientre la deshonra de su estirpe y fue ahí donde habría nacido el futuro padre de la patria, quien quedó al cuidado de una familia del lugar durante cuatro años, mientras ella fue enviada de regreso a Chillán Viejo a continuar con su vida de señorita de buena cuna. Félix, el futuro marido, ignoró hasta su muerte este episodio.
Isabel quedó sola con su pequeña Rosa de dos años. Tras siete años de luto, llegó a su vida un nuevo amor, Manuel y una tercera hija, bautizada como Nieves. La octogenaria Isabel murió en Lima y sus restos se encuentran hoy en el parque Bernardo O'Higgins de Chillán Viejo.

ABUSO DE PODER
Si bien los hechos descritos pueden no coincidir con otras versiones históricas, hay quienes afirman que Bernardo O`Higgins nació en Palpal (cercanías de Pemuco) y no en Chillán Viejo.  Es esta la tesis que rescata la folclorista América Valdés en “La hija de don Simón”, poesía en décimas escrita especialmente para nuestra revista, inspirada en la figura de Isabel Riquelme.

Varios meses de indagación en publicaciones de autores como Marcial Pedrero Leal, Fernando Santiván, Marco Aurelio Reyes, Carlos Oliver Schneider y Cecilia Salinas, llevaron a la folclorista y profesora América Valdés, a concluir que Isabel Riquelme es una mujer con más calles en su nombre que líneas escritas en su honor.

Al compás de la guitarra y versos octosílabos, con voz grave y sinuosa, asoma un interesante personaje anónimo, independentista y valiente pese a su honor mancillado, dolores y pérdidas profundas. “En un mundo colonial súper estricto ella vivió sola este embarazo condenable en lo moral. Seguramente existieron muchas como ella. Ambrosio no solo la embaraza sino que empeora la situación porque ella ya estaba comprometida. El padre la escondió, le quitan al niño y la casan con Félix Rodríguez. Todo fue en medio de un tremendo abuso de poder hacia ella, mujer sin derechos. Sin embargo, ella también fue una mujer que abrazó las ideas independentistas y de comportamiento controversial, pero poco se destaca este carácter y se adorna su figura como la de una pobre madre soltera”, afirma América.


LA HIJA DE DON SIMÓN
Por América Valdés

I
Brillaban en los solares
rayitos de sol divino
y añejábanse  los vinos
entre odres y  lagares.
Ardían en los hogares
las brasas en los braseros
comerciábanse corderos
Con  puelches y chiquillanes
amasábanse los panes
y tejíanse sombreros

II
Los mozos en su locura
Los frailes cantando misa
Los niños con su nodriza
Las niñas con su costura.
Los indios que en su bravura
sus tierras no ansían dejar…
Tuvieron que hacer  llamar
del norte algunos refuerzos
Para “apoyar el esfuerzo”
Y poderlos conquistar

III
Llegaron de madrugada
con todas sus guarniciones
Regimiento De  Dragones
De Infantería Montada.
Alborozo de soldada
muy principal y aguerrida
de garra y fama lucida
flamantes de honor y gloria
cantando vienen victoria
con sus espadas bruñidas

IV
Habitaba en una esquina
la hija de don Simón
nacida en esta región
mujer criolla muy fina.
De bonitura que anima
a dar por ella la vida
estaba comprometida
en voto matrimonial
a contraer esponsal
en una fecha debida

V
Y como estando su casa
frente a la plaza mayor
y el  padre era regidor
muy principal  de la plaza,
cada persona que pasa
con importancia exigida
en ella es bien recibida
para brindarle hospedaje
descansar del largo viaje
y probar buena comida

VI
Enviaron de la corona
A un capitán irlandés
bermejo, serio  y cortés
que se alojó en la casona.
La comitiva borbona
destella  con su ilustrísima
ropa de ver  finísima
escudo, insignia y blasones
cuero curtido y botones
de brillantez  brillantísima

VII
Las niñas cuando son malas
y saben de mala vida
siempre están bien prevenidas
de su cautela hacen gala.
En cambio la que se iguala
en candidez a una santa
lo que le asecha no espanta
no lo ve, ni lo percibe
mas lo contempla y  recibe
y cualquier cosa la encanta

VIII
Y el coronel aguerrido
experto en guerras y amores
perdido ante sus candores
en breve queda prendido.
Imaginar ha debido
que por la buena no gana
ni con un toque de diana
la confianza del cristiano
que tiene  ofrecida su mano
y en conquistarla se afana

IX
Como si fuera bandido
propúsole  muy discreto
darle visita en secreto
en el cuarto de tejido.
Hablóle muy conmovido
de su honor, de su belleza
de su prosapia y nobleza
de sus ojitos de cielo
de su talle de su pelo
de su estampa de princesa

X
Y con la diestra pericia
del que ha sabido de amores
le reveló los sabores
del deseo y la malicia.
La convenció de caricias
le destrenzó su peinado
y con su hablar refinado
le prometió matrimonio
conjurándola al demonio
disfrutándola en  pecado

XI
Cumplido con su destino
cumplido con su misión
montado en su garañón
marchóse por donde vino.
La historia no ató el camino
del capitán y la moza
mas dicen que para esposa
se la pidió al regidor
y este, como hombre de honor
se la negó en forma airosa.

XII
Se esconde la niña hermosa
la hija de don Simón
oculta en el caserón
cuidando el jardín de rosas
cautiva la mariposa
sin salir a parte alguna
laméntase  con la luna
se siente destituida
toda profana y perdida
grávida y sin fortuna

XIII
No ha sido por imprudencia
que la hayan esperanzado
tampoco la han engañado
(benigna y justa conciencia)
¡Juzgue  su propia  indolencia!
-reitérale a don  Simón-
¡Que no es mala  inclinación!
¡Todo esponsal será necio
pagando tan alto precio!
¡Comprenda mi corazón!

XIV
Y Dios que premia  dolores
Sufridos muchos desaires
Le envía un niño sin paire
Consuelo a sus sinsabores
El niño de sus amores
Bermejo y de ojitos zarcos
Ilegítimo y sin palco
Sin apellido ni honor
La llena y colma de amor
Sin filiación ni contrato

XV
El resto no lo contamos
Es parte de nuestra historia
Prendido está en la memoria
Y en el suelo que pisamos
en esta tierra que amamos
en las casas y avenidas
en la plaza, siempre viva
toda impregnada de historia
en la gente y su memoria
Chillán Viejo, de mi vida…



pag. 20, revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana