domingo, 20 de mayo de 2012

Carmen Arriagada García una chillaneja...considerada la primera escritora chilena, debido a sus innumerables cartas de amor, escritas al pintor Mauricio Rugendas...


Ref. Diario La Discusión- Chillán / sra. Carolina Marcos

Se conocieron en 1835, en la casa de Isidora Zegers en Talca, en medio de una fiesta de la alta aristocracia. La chillaneja Carmen Arriagada, casada en ese entonces con el alemán Eduardo Gutike (un militar prusiano al servicio del Gobierno chileno), quedó prendada del pintor Johann Moritz Rugendas, más conocido en Chile como Juan Mauricio por el incansable trabajo que realizó en nuestro país intentando mostrar, a través de sus pinturas y dibujos, la idiosincrasia del chileno.

Ambos se enamoraron y comenzaron un intercambio epistolar casi desconocido hasta hace algunos años, cuando fueron desclasificadas en Chile de la mano de una publicación. Algunas de estas cartas son custodiadas por el Instituto Latinoamericano de Berlín y básicamente son escritos que ella le mandó a Rugendas, puesto que Carmen Arriagada quemó lo que recibió por el miedo a ser descubierta. El romance epistolar duró 16 años.
Carmen Arriagada García nació en Chillán en 1807 y falleció en Talca el año 1900, ciudad hasta donde se trasladó a vivir junto a su marido en 1836. El historiador Marco Aurelio Reyes señala que ella perteneció a una familia de la aristocracia chillaneja como muchas otras ligadas a los patriotas y pro españoles. “Creció en la alcurnia, era una dama de la aristocracia, educada. Según Rugendas la retrató, era una mujer muy hermosa que se dedicó toda su vida a escribir”, precisa.

Su aprendizaje en Santiago la acercó a la literatura y esa fue la vía de escape que utilizó para mantener su romance en secreto con Rugendas por más de 16 años. “En aquella época, la mujer siempre estaba en un segundo plano porque la sociedad estaba llena de prejuicios. Ella estaba casada por aquel entonces y creo que fue toda una osadía lo que logró hacer a través de las cartas. Esto nos recuerda el caso de otra chillaneja que dejó un gran epistolario. Matilde Urrutia también mantuvo oculto su romance con Pablo Neruda a través de las cartas que ambos se enviaron en la clandestinidad. La diferencia, es que Matilde logró hacerlo en una época en donde la mujer ya se estaba emancipando, a diferencia del siglo en el que le tocó vivir a Carmen Arriagada”, precisa el historiador.

Según la biografía elaborada por el Club de Lectores Carmen Arriagada de Talca, la chillaneja integró el movimiento “Generación del 42 y desarrolló, en los salones de su casa, interesantes tertulias donde se comentaba la vida política y cultural del país. Especial esfuerzo hizo para fundar el periódico “El Alfa” (1848) que fue de corta duración. Lectora ávida, fue crítica de su medio cultural y precursora del feminismo en Chile.


LAS CARTAS...
Oscar Pinochet de la Barra editó en 1990 una investigación a partir de las cartas que se encuentran en Berlín y en el Museo O’Higginiano y Bellas Artes de Talca y que son las que ella le dedicó. En el libro “Cartas de una mujer apasionada” que editó, la describe como una mujer que conocía bien el inglés y el francés.
“En sus cartas incluye frases en ambas lenguas, pero sobre todo en francés, la lengua de la cultura en el siglo XIX, cuyo dominio exhibe con evidente coquetería. En ellas expresa sus breves ilusiones de amor, los temores a perder a su amado y la resignación final, cuando el pintor decide abandonar Chile y regresar a Alemania, rompiendo así la magia del amor”, concluye el historiador.

“Lo primero que resalta es su orgullo, su carácter contestatario, su seguridad para dar opiniones. Ella tenía claro que no era una mujer cualquiera, sino la hija de una de las personalidades más destacadas del Chile recién independiente, don Pedro Ramón Arriagada, perteneciente al grupo de los exaltados que capitaneaba O’Higgins. Fue diputado por Chillán en el primer Parlamento, el de 1818”, relata Pinochet en su libro.
Otro dato de interés, es que en muchas de las cartas, Carmen oculta su identidad y la de Juan Mauricio, además de intentar no nombrar a su marido por su nombre, cuidando hasta el más mínimo detalle en cada misiva. Tanto cuidado detonó con la destrucción de todo el material que él le envió en vida. Sólo quedaron las cartas que ella le envió a él y que fueron encontradas tras la muerte del pintor.


EL ARTISTA QUE LA ENAMORÓ....
Mauricio Rugendas nació en Alemania en 1802 y se formó como artista en aquel país. Su espíritu inquieto lo hizo viajar y establecerse en varios países de Latinoamérica, en una época en que muchos pintores quisieron retratar la belleza de este continente. El primer lugar elegido fue México, sin embargo es acusado de conspirar contra el Gobierno del general Anastasio Bustamante y es desterrado a nuestro país.
Así llegó a Chile un año antes de encontrarse con Carmen. Se mantuvo viviendo en Talca hasta 1845, año en que regresó a Alemania. Las cartas con la chillaneja no cesaban hasta 1958, cuando Rugendas contrae matrimonio con María Sigl. La unión sólo dura un mes. El pintor muere sorpresivamente ese año.
El tesoro epistolar

Son 235 cartas que Carmen Arriagada escribió a Juan Mauricio Rugendas entre el 23 de noviembre de 1835 y el 9 de junio de 1851. Como ella misma explica en una de las últimas cartas que envió, todo lo que él le mandó fue quemado. “Quemé tus cartas; al separarme de ellas me sentí arrancar el corazón; pálida y oprimida las veía consumirse por las llamas, ellas eran mi bien y mi consuelo: todo, todo me aflige. Si en este momento te tuviera aquí, te sofocaría con mis lágrimas y caricias. Adiós mi vida, mi amor, mi único bien, toda mi esperanza. Adiós, un beso. Un beso de amor y de dolor”.
Ambos amantes sólo se vieron ocho veces durante los 16 años de intercambio epistolar, en varias de esas ocasiones, él se dedicó a retratarla.

Mientras él vivió en Talca, debió trasladarse muchas veces hacia otras ciudades para trabajar. En uno de los largos viajes a Valparaíso, Carmen le escribió: “!Oh, mi Mauricio! Cómo podré yo hacerte conocer cuánto te adoro y cuánto tu ausencia me martiriza! Es cierto que no estás a mi lado, es cierto que pasarán los meses y los años sin que yo te vea, sin que tus ojos me puedan dejar, sin el amor que fui tan feliz de inspirarte… Que espantoso es para mí ahora el mundo. Mi vida pasa tan insípidamente ¡Tu amor la embelleció!...Nuestro amor no está manchado con nada de criminal o vulgar. Es tu alma que yo quiero en ti. Esa alma fogosa y noble, que muchos desconocen y que yo me lisonjeo de comprender”.
El 26 de mayo de 1837, desde Talca, ella le escribe: “Quieres saber hasta dónde llega mi amor por ti? Oye. Hay horas en que mis quehaceres me distraen de tus recuerdos; otros momentos en que por la debilidad de mi cabeza quedo largo rato sin pensar en nada y completamente enajenada. Cuando llega la hora del descanso, cuando vuelvo en mí, me reprocho como una falta estos momentos de olvido involuntario y me aflijo. No quisiera tener nada que pudiera distraerme, quisiera consagrarte todos los instantes de mi existencia…”.

Por aquellos años, Carmen recibe la noticia que Juan Mauricio estaría acompañado en Valparaíso por una dama llamada Clara Álvares. Ella, herida, le vuelve a enviar una misiva: “Rugendas, yo estoy tan acostumbrada a padecer, tan hecha al dolor, que no se debe traer a consideración lo que yo sufro, porque, en fin, parece que yo he nacido para eso… Rugendas, perdí la fe y no creo en Dios.”


TRAS EL RESCATE DE LA HISTORIA...
Para Marco Aurelio Reyes, la existencia de material epistolar se ha convertido en un hecho de relevancia para la historia moderna. “Lamentablemente, creo que en casos como el de Carmen o Matilde Urrutia, la historiografía no ha explotado en profundidad los datos que se pueden extraer de una misiva”.
El docente cree que sí ha pasado con otras experiencias como Portales o el mismo O’Higgins, “pero parece que en las historias de amor, que son muchas, esto no se ha llevado a cabo. Sobre todo en tiempos en que muchas situaciones eran condenadas a muerte por la sociedad. La misma Carmen Arriagada quemó sus cartas por temor. Fue como morir en vida, según sus propias palabras. Pero no tenía alternativa porque de ser descubierta en el acto, la habría pasado muy mal. Era una sociedad altamente conservadora”, indicó.

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