La historia de este recinto se funde con la historia de alegrías y tristezas de la ciudad de la cuatro avenidas y es precisamente esa identificación la que lo ha elevado a un sitial de honor en el imaginario e identidad local.
Diario La Discusión (Francisco Martinic-Edgar Brizuela-Pedro Vicario / archivo Chillán Antiguo...
El año 1940 la Corporación de Reconstrucción y Auxilio de Chillán, a un año del terremoto que había devastado la ciudad, recibía una sentida demanda de la población. Y es que a pesar del luto, se vivía casi con normalidad y se realizaban regularmente partidos de fútbol para lo que se pedía precisamente un campo para el desarrollo del deporte rey.
“Que la Corporación de Reconstrucción y Auxilio construya un estadio en Chillán”, se lee en enero de aquel año en las páginas de este matutino, abriendo una secuencia de publicaciones que buscaban representar ante las autoridades esa demanda ciudadana por un recinto que reemplazara al antiguo estadio construido durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma, en el marco de su agresiva política de obras públicas para recuperar el país de las secuelas de la crisis económica de 1929. Se inauguraba así el antiguo estadio en el sector del “Arenal”, parte del área destinada al Parque Schleyer, reservorio de la naturaleza y sueño de Francisco Schleyer. Corría 1935 y Chillán Nuevo celebraba su Centenario, en un hecho que fue titulado por LA DISCUSIÓN como: “Un fuerte respaldo a la pujanza chillaneja”.
Pero el terremoto le puso un freno a todo y el estadio y a su entorno no fueron la excepción, ya que se convierte en centro de atención para la emergencia y en sus alrededores se emplazan los pabellones, que originalmente eran edificaciones transitorias, pero que terminaron albergando durante más de medio siglo a cientos de familias damnificadas. El frágil coliseo casi pasa a mejor vida, pues el terreno fue en un momento requerido desde la capital para extender las edificaciones del proceso de reconstrucción, pero el reclamo de los deportistas locales, expresado en las páginas del diario contuvo el apetito centralista y permitió conservar aquel refugio del deporte escolar, los espectáculos y de Ñublense, que en 1957 ingresó al Torneo Regional de Concepción, alternativo al del fútbol profesional y donde participaban competitivos clubes como Fernández el Vial, Lota Schwager, Vipla, Fanaloza, Naval, Fiap y Lord Cochrane, dando inicio a eternos clásicos locales cuyas alternativas eran seguidas con especial atención por la afición local en las páginas del diario. En nuestros talleres aún quedan recuerdos de esos partidos, donde el número de ejemplares impresos aumentaba exponencialmente, revelando el eterno romance de los chillanejos con los diablos rojos.
Pero la comunidad no se conformaba y seguía exigiendo el recinto que la ciudad merecía para la práctica del deporte, lo que no fue realidad sino hasta 1961, donde un argumento poderoso fue precisamente el ascenso de Ñublense a la Segunda División Profesional, ya que era una exigencia contar con cancha empastada, condición que no cumplía el viejo “Arenal”.
El terremoto de 1960 impacta a medio Chile y junto con demostrar la solidaridad ñublensina que juega partidos amistosos para recaudar dinero para los damnificados, como testimonia la edición del 28 de mayo de ese año, abre una oportunidad para el estadio chillanejo. Tal como iba a ocurrir 45 años después, una posible candidatura de Chillán como subsede del Mundial de 1962 (al ser desechada Concepción que aún se encontraba de rodillas por el sismo), hace que se aceleren los trabajos en camarines y baños. Finalmente aquella posibilidad no se concretó, pero el año 1961 se inauguraba el Estadio “Municipal de Chillán” empastado, que vio cómo Ñublense durante el torneo de ese año y de la mano del técnico uruguayo Adolfo Rodríguez, casi alcanza el ascenso.
En la década del 60 se avanza en la construcción de tribunas de cemento y hermoseamiento de su entorno y en la del 70, cuando se viven los casi ascensos de 1971 y 1973, se mejora la iluminación. En 1978, por un decreto del entonces alcalde Pedro Guzmán se cambia el nombre del recinto a Nelson Oyarzún para recordar al entrenador más afamado del cuadro Rojo, una especie de Marcelo Bielsa de la época. “Era un tipo excepcional, adelantado para su tiempo, que vivía el fútbol con pasión y que imprimía en sus equipos las ganas de salir siempre a ganar los partidos”, recuerda el ex presidente de Ñublense y actual alcalde de Chillán, Sergio Zarzar Andonie, quien aún tiene fresca en su memoria aquella noticia de LA DISCUSIÓN (11 de septiembre de 1978) que más tarde se convertiría en uno de los capítulos más emotivos de la historia del fútbol criollo: “Desde el hospital, Nelson Oyarzún les envió su charla técnica a los jugadores, dándoles ánimo a sus jugadores para vencer a Colo Colo, objetivo que finalmente cumplieron ese día (2 a 1), el mismo en que “El Consomé” dejaba este mundo para entrar al Olimpo del deporte chileno.
La modernidad borró un pedazo de historia
Para el Mundial Femenino de 2008 el campo de fútbol, que también tenía amplios espacios verdes y una pista de atletismo abierta a la comunidad, fue demolido y reemplazado por el actual y moderno recinto deportivo. Veinticinco millones de dólares se invirtieron aproximadamente en el nuevo estadio, inaugurado el 2 de noviembre de 2008 por la ex Presidenta, Michelle Bachelet.
Mirando en retrospectiva, Sergio Zarzar señala que el mítico estadio jamás debió ser demolido. “No había necesidad de hacerlo, pues con el dinero de la demolición se pudo perfectamente haber adquirido un sitio en otro sector de la ciudad. Si se hubiera tomado la decisión a tiempo en estos momentos la ciudad tendría dos estadios: uno para el fútbol amateur y los amantes del atletismo y otro como el que tenemos actualmente que ciertamente es un lujo para la ciudad”, recalca el actual alcalde de Chillán.
Tiene toda la razón el Sr. Zarzar. Nunca debería haberse demolido el antiguo estadio. Este actual se debería haber emplazado en otra parte. Incluso el antiguo, con sus graderías de madera y otras de puro cemento era mas cómodo que las butacas mal instaladas de las galerías y tribuna Andes donde nunca se apernaron al cemento como debería haber sido sino que sobre unas barras de fierro que ceden con el peso de las personas y se termina sentado casi en el suelo. También me he acordado en esta época de calor, de las piscinas municipales que se destruyeron para hacer el nuevo estadio, que junto a la sombra que daban los arboles constituían todo un parque recreacional que la comunidad disfrutaba. Hoy, como dice el poema "tras la paletada, nadie dijo nada"...menos las autoridades de la época en que se construyo o destruyó.
ResponderEliminarextraño con mucha nostalgia el antiguo nelson oyarzún...no soy el único, somos miles.
ResponderEliminar