Marco
Aurelio reyes Coca
Profesor de
Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de Chile, y
Magíster en Educación de la misma Universidad
Archivo /
Diario La Discusión
Chillán
Antiguo
Fotografía;
aporte sr. Ricardo Bocaz / tonelería
(fábrica de barriles) del Manuel Bocaz Hermosilla Chillán aprox. 1945-1950
La historia
de la vitivinicultura chilensis data de 1551, cuando el conquistador Francisco
de Aguirre efectúa la primera vendimia. La impronta es el vino de variedad
tinta española “país”, negra, rústica, similar a la “criolla mendocina y la
misión californiana”.
La “cuestión
vinícola” (1930) que asoló a Ñuble, con restricciones de comercialización y
consumo, más los efectos de la “revolución francesa en la vitivinicultura”,
bajaron el consumo a 19 litros per cápita.
El cambio
tecnológico impulsado por Silvestre Ochagavía, transformó la vitivinicultura
del Chile Central; que no llegó hasta los viñedos del Chillán adentro, sólo llegó
hasta el río Maule como límite de los vinos finos y de los otros.
Lo principal
fue la introducción de la cepa francesa Cabernet Sauvignon, no para suplir a la
“país”, sino para “dar cuerpo al rústico pipeño”.
La crisis de
1930, con las fronteras vinícolas y la fijación de precios, provocó el
retroceso de los pipeños que ceden ante los “filtrados”. En la cultura tintera
se recuerda el “pipeño con gusto a borra”, avasallado por el Cabernet
Sauvignon, el Merlot y el redescubierto Carmenere, en un 77% de los
viñedos.
Las
“bodegas” comercializadoras generan una cartografía bodeguera, con alta
densidad y focos de la sociabilidad machista. Destacaban por las pipas de
maderas, en penumbras y humedad, que expendían al “pie de la vaca” en litros de
fierro enlozado. Vendían en envases de vidrio recubiertos de mimbre de manos
artesanales: “garrafas (5 litros), “Damajuanas” (10 litros), “Chuico” (15
litros) y la “arroba” (18 litros).
Estos
envases inspiraron a poetas: “El Chuico y la Damajuana. Después de muchos percances.
Para acabar con los chismes. Deciden matrimoniarse. Subieron a una carreta tirada por bueyes….”
(Nicanor Parra).
Los tiestos
vineros eran transportados a las botillerías en camiones cargados hasta el tope
como paisaje urbano de una sociedad altamente vinera. Los expendios debían
cerrar al mediodía del sábado, se supone para disminuir el alcoholismo, en
tanto que los degustadores se cobijaban en las bodegas buscando el deleite de
la dulce embriaguez. Esa costumbre se fue perdiendo con el tiempo.
Los “pipeños
fueron satanizados” por su proceso de producción que no aseguraba calidad,
quedando como un vulgar vinagrillo, ante el buen gusto de los tintos de mejor
calidad y cepas.
Comienzan a
producirse los vinos para la exportación, de buen gusto y fina presentación, a
cargo de viñedos manejados científicamente, especialmente de las cepas Cabernet
Sauvignon y los Carmenere, en verdaderas viñas boutique. De esta manera, se
eleva la calidad de la producción vinícola del Valle del Itata, dejando atrás los
tiempos del pipeño con gusto a borra.
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