Barrio Patrimonial Santa Elvira de Chillán
Concepto:naturaleza.
En Santa Elvira no corren los días; las casas son austeras, vieja herencia colonial…con jardines con aires de huerta alegran los ojos cansados; y por la primavera crecen en él, con profusión, los geranios, las pelargonias, los claveles, las guías de clarines, los rosales y más allá de la verja de mimbres, baja y ondulada, se cultivan los repollos, el apio, el perejil y el orégano….llegado el verano, casi como atestiguando que aquí no ha pasado nada, los parrones cobijan las conversaciones de la tarde….
De un tiempo a esta parte, me vi involucrado en la busca sistemática de fantasmas, de aquellos recuerdos olvidados por el paso del tiempo; me vi caminando por calles viejas que encerraban miles de cuentos de hadas. Mi memoria, un tanto fragmentada, la necesitaba para anclarme positivamente en mi reconstrucción. / chillanantiguo@gmail.com
martes, 15 de enero de 2013
Santa Elvira, espiritualidad...
Barrio Patrimonial Santa Elvira de Chillán
Concepto: Espiritualidad.
La fuerza del espíritu y la religiosidad se manifiestan cuando se cruza el umbral de las numerosas casas cuyas puertas se abren con generosidad. El santo madero presente por todas partes. Pequeños altares cobijados por las gruesas y añosas paredes de adobe y por la fe de los dueños de casa que los adornan con flores, cintas, pequeñas figuras y estampas de santos….afirmando su personalidad mezclando inspiración cristiana y rasgos sefardíes coloniales.
La maternidad con su sentido de protección y contención, manifestada en la virgen que está presente en las casas en retratos y figuras sobre mesas y veladores, artísticas cruces en cerámica mayólica que junto a las camas protegen en la emergencia temerosa de los temblores, y al encuentro con el retrato de un "Cristo".
Todo está un poco a la deriva, pero sin embargo perfectamente alineado entre lo rustico y lo clásico, la belleza juega a decirrnos que estamos hechos para la trascendencia.
Concepto: Espiritualidad.
La fuerza del espíritu y la religiosidad se manifiestan cuando se cruza el umbral de las numerosas casas cuyas puertas se abren con generosidad. El santo madero presente por todas partes. Pequeños altares cobijados por las gruesas y añosas paredes de adobe y por la fe de los dueños de casa que los adornan con flores, cintas, pequeñas figuras y estampas de santos….afirmando su personalidad mezclando inspiración cristiana y rasgos sefardíes coloniales.
La maternidad con su sentido de protección y contención, manifestada en la virgen que está presente en las casas en retratos y figuras sobre mesas y veladores, artísticas cruces en cerámica mayólica que junto a las camas protegen en la emergencia temerosa de los temblores, y al encuentro con el retrato de un "Cristo".
Todo está un poco a la deriva, pero sin embargo perfectamente alineado entre lo rustico y lo clásico, la belleza juega a decirrnos que estamos hechos para la trascendencia.
lunes, 14 de enero de 2013
Santa Elvira y sus lavanderas...
Rugendas las inmortalizó, en su cuadro “EL huaso y la lavandera”, que está en el Museo de Bellas Artes de Santiago….es pequeñito, mide solamente 30 x 20 cms, y posiblemente sea del año de su permanencia en Chile entre 1830 al 1840 más menos... ; pero por los años 70 y entrada la década de los 80, todavía este oficio “casi patrimonial ” tenía vida…entre sabanas ajenas, y el refriegue que gastaba sus manos; nos “acicalábamos limpios” para ir el lunes al colegio, con el sudor y el trajín de manos extrañas…
Alberto Arraño, en una publicación en el Diario La Discusión, de octubre de 1995, escribe sobre este antiguo oficio, como una manera de recordar y seguir “hilvanado recuerdos”, dejo con ustedes sus palabras que simbólicamente y a modo referencial nos habla de unos de los hitos de Chillán, “las lavanderas de Santa Elvira”.
Viven por la Población Santa Elvira, hacia el costado norte de Chillán. Son dos hermanas. Una se llama Clara y la otra, Rosita. Doblan ya los cincuenta años, y llenan la vida lavando ropa en los canales vecinos, hurgando cosas idas en su memoria, visitando su corta parentela y haciendo sus devociones.
No les corren los días. Su casita es pobre, aunque limpia; detrás de ella, hacia el poniente, un jardín con aires de huerta alegra sus ojos cansados; por primavera crecen en él, con profusión, los geranios, las pelargonias, los claveles, las guías de clarines, más allá de la verja de mimbres, baja y ondulada, se cultivan los repollos, el apio, el perejil y el orégano.
-¿Qué rica la cazuela bien aliñada! –dice Rosita cuando, con un gastado cuchillo, pica alguna verdura sobre el suave dorso de una presa de pollo. Toman otro gusto las comidas.
-No hay como ponerles ají –apunta, a su vez, Clara, un tanto , melindrosa y coquetuela –Qué buenos quedan los guisos así, picantitos; se comen con tanto agrado.
Lavan la ropa de algunas familias pudientes del centro de la ciudad. Los sábados por la tarde las ven salir las vecinas con sus inmensos atados, equilibrándolos en sus menudas y gráciles cabezas, camino al centro.
Durante la semana el trabajo es duro y denso, son tantas las piezas de ropa que jabonar, sacudir, “refregar” y extender en los cimbreantes cordeles del patio para que el viento sureño, poco pudoroso, las haga flamear al sol, ejerciendo en ellas con eficacia su acción benéfica y depuradora. ¿Si parece que el arcoíris hubiera dejado por ahí todos sus colores!
-Me duele la espalda de tanto planchar –exclama a veces Rosita, la más joven y pálida. Pero debe seguir con tesón en su labor. Porque sino, faltaría el sustento diario y, con él, aquellas cosas menudas y corrientes que les hacen más llevadera y amable su existencia; faltaría el aguardiente para el café “con malicia” y la mistela; olorosa yerba paraguaya para el mate cotidiano; manteca para las sopaipillas; chancaca para los picarones, y dulce miel de abeja para los desayunos. Porque es así: ellas saben sazonar sus trabajos con estos pequeños encantos caseros.
¿Oh, el grato olor de la azúcar quemada, allá por las tardes, cuando se disponen a hacer sus comidas en los gratos días de primavera! El suave aroma embalsama la rústica pieza y, por unos vidrios rotos, se esparce por el entorno, comunicándole la grata sensación de ambiente hogareño. Adentro, sobre el brasero gorgoritea la tetera, esperando la hora oportuna en que, cayendo sobre la fina yerba, haga las delicias de las dos buenas hermanas en un frecuente y amoroso mate. Y para fusionar con el espumante líquido no faltará la cáscara de naranja ni la hoja de cedrón ni la torreja de limón.
¡Cómo se hace liviana la tarea diaria, condimentada con estos amables embelecos caseros a las lavanderas del barrio norte de Chillán en cualquier época del año!
Obra de Mauricio Rugendas, 30 x 23 cms. "El huaso y la lavandera"
El alumbrado eléctrico en Chillán
Conversando con nuevas generaciones de chillanejos y a veces “no tanto”, desconocían que en Santa Elvira” funcionó durante décadas una Planta Electrica Hidraúlica, hasta ya entrada la década del sesenta; y que era generada por las aguas de la variante del Rio Cato…y de ahí el nombre de “Canal de la Luz”.
Un barrio ligado tanto a nuestra ciudad que ya el historiador Marco Aurelio Reyes, lo expone en el Diario la Discusión un 31 de agosto de 1999, aquí sus palabras:
La vida humana sufre un vuelco espectacular cuando Thomas Alva Edisón inventa la ampolleta entre 1879 -1880. Para que este maravilloso invento llegara a Chillán pasaron tan solo 28 años. Este acontecimiento se produce durante el invierno de 1908 (el 6 de julio), con la espectacular iluminación de la Plaza e Armas, ante la emoción de los ciudadanos. La energía eléctrica se generaba en una pequeña planta hidráulica de 3000kw. Ubicada en el sector Santa Elvira, aprovechando las aguas desviadas del río Cato, que originaban de esta manera el Canal de la Luz. Así Santa Elvira abastecía de electricidad a Chillán, tal como antes lo había hecho con el agua potable. La planta fue un lugar estratégico de la ciudad.
La vida de Chillán se trastocó llegando pronto hasta los hogares mismos. El comercio comenzó a ofrecer equipos, artefactos, motores y generadores, llegando a establecer una sucursal de la empresa alemana Simens y Schukers, atendida por don Santiago Yufer. Pronto se requirieron electricistas que hicieran las conexiones domiciliarias, buscando los materiales en las mercerías y ferreterías de Ángel Cordero, José Madrid, Dionisio Etchevers y Federico Kehl. La formada Compañía Chilena de Electricidad contó con muchos accionistas residentes en Chillán, la mayoría pertenecientes a la colonia francesa, tales como Fernando Besnier, Aquiles Blu, León Cazenave, Juan Choribit, Esteban Othacebe, José Pimouget, Bernardo Pagueguy, Dionisio ETchevers, Urbano Duboscq, Juan Darrigoult, Enrique Delepine y otros.
El problema era la pequeña capacidad de la planta generadora y su posibilidad de cobertura, por lo cual la Cia. determinaba horas de uso y consumo, bastante restrictivos por lo demás. Chillán tuvo una iluminación deficiente hasta más allá de la mitad del siglo XX, presentando demasiada oscuridad en las calles. Un gran adelanto fue la creación en 1920 de la Sociedad de Tranvías Eléctricos de Chillán que según “Las Últimas Noticias” de Santiago (15 de agosto 1920), refiriéndose a la fuerza eléctrica, señalaba que “hemos dicho en otra oportunidad que los actuales usuarios de la Compañía usan las mejores máquinas adquiridas en los últimos años, tiene capacidad de sobra para la movilización de varias líneas de tranvías”. En la nueva Compañía, también figuraban como accionistas los Pagueguy, Leopolt, Raddatz, Lamoliatte, Cazenave, Choribit, etc. Todos distinguidos hombres de negocio de la ciudad.
Lo cierto es que Chillán contó por muchos años con un sistema eléctrico deficiente, tanto que a raíz del terremoto de 1939, debió permanecer por muchas horas en la completa oscuridad aumentando lo dantesco del trágico momento. Ante la emergencia debió recurrirse a un generador de carbón. La ciudad nunca había cubierto su necesidad de energía eléctrica por el hecho de funcionar con generadores fuera de servicio e insignificantes. La Planta de Santa Elvira siguió funcionando por muchos años, con un generador que a medida que crecía la ciudad era más insuficiente. Tanto era el problema que el propio diario “El Mercurio” de Santiago (21, abril, 1947) describió “el lúgubre aspecto que presenta la ciudad de Chillán por la falta de luz eléctrica, . La disminución de aguas para las turbinas y el cambio de hora han afectado el suminstro de energía” Era una verdadera vergüenza para la ciudad. Sin embargo, a comienzos de 1948, el anuncio del alza en las tarifas de la electricidad, movilizó, movilizó a toda la comunidad y a las provincias centrales del país. La Municipalidad declaraba tener un déficit de $ 342.952, por concepto de alumbrado (18 febrero, 1948). La Discusión denunciaba que el voltaje entregado por la CGE estaba por debajo de la norma, originando serios problemas en el suministro eléctrico para Chillán (22, abril, 1948). Durante todo el año 1949 siguieron las denuncias sobre las insuficiencias del alumbrado público y el reemplazo de las ampolletas quemadas en las calles que permanecían en penumbras. En 1952, la Compañía General de Electricidad, seguía amenazando con alzas de tarifas ante la indignación de la ciudadanía. En 1954, se anunciaba la generalización del racionamiento eléctrico en los campos y en las faenas agrícolas (La Discusión, 5, marzo). En 1957, para La Discusión, los principales problemas de Chillán seguían siendo los bajos sueldos y salarios, las deficiencias de la previsión social y el problema de alumbrado, que desde hacia medio año la Municipalidad , mantenía sin pago (15 de octubre). Estas dificultades, más los descuidos en el voltaje llevó al Municipio a reponer un promedio de 60 ampolletas diaria. El suministro de electricidad era un problema difícil de resolver.
Tuvieron que producirse las modernizaciones en la generación eléctrica por parte de la Endesa, en la década de los años 6º para que la histórica Planta de Santa Elvira pasara al baúl de los recuerdos. Aún muchos recuerdan que Chillán vivió muchos años casi en sombras.
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