La
arquitectura de carácter neoclásico y del viejo colonial, desapareció por
completo la noche del 24 de enero de 1939, en la ciudad de Chillán.
Cuando el
reloj marcaba exactamente las 23:32 hrs. los chillanejos estaban ya por dar
término a lo que había sido uno de los tantos días calurosos de aquel verano,
se preparaban para descansar, cuando un leve movimiento los sorprendió, el que
poco a poco fue tomando más y más fuerza hasta convertirse en un violento
terremoto. (Dpto. Educativo Museo Histórico nacional)
El temblor
fue tan violento, que las personas no se podían sostener en pie para intentar
correr y ponerse a salvo, los pocos que lograron salir de sus casas buscando
refugio al aire libre, eran sorprendidos por una lluvia de tejas que se desprendían
con gran fuerza desde los techos de las casas y edificios, producto del fuerte
movimiento, muchos fueron alcanzados por éstas y muertos por el impacto; los que
no salieron de sus casas tampoco corrieron mejor suerte, esto debido a que la
gran cantidad de casas de adobe existentes en la época, se vinieron todas al
piso, aplastando a un gran número de personas; tanto así que los recuentos
arrojaron que más de la mitad de las viejas construcciones de adobe de la
ciudad se vinieron al piso o se vieron afectadas gravemente en su estructura.
La
electricidad se cortó casi al comenzar el sismo, mientras que los demás
servicios básicos como agua y alcantarillado colapsaron a los pocos minutos de
terminada la oscilación. Las informaciones recogidas, narran que al terminar el
sismo un pesado silencio se apoderó de la ciudad complemente destrozada y que
una nube de polvo espeso que dificultaba respirar se pudo apreciar y sentir en
el ambiente de Chillán durante varios días; “si uno se quedaba callado podía
escuchar los lamentos. Hubo gente que quedo aplastada y no murió. Si uno se
detenía a escuchar, parecía que todo Chillan estaba llorando” (Testimonio de
Draumedia Sotomayor, sobreviviente del sismo).
El
presidente Pedro Aguirre Cerda, que recién había asumido, se dirigió al lugar a
primera hora del día siguiente y no fue capaz de contener las lágrimas ante el
escenario de dolor y destrucción que estaba presenciando. El sismo alcanzó los
8.3 grados de magnitud Richter y dejó la triste cifra final de 24.000 muertos,
ostentando de esta manera el triste record en la historia de los terremotos en
Chile, siendo el con más víctimas fatales.
El alto
número de muertos promovió a que el presidente Pedro Aguirre Cerda, creara una
ley que regulara las construcciones de viviendas y edificios. También llevó a
que finalmente se concretara el anhelado proyecto de creación de la Corporación
de Fomento y Reconstrucción (CORFO).