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Manuel Grez Ibáñez (artículos publicado en la Revista Chilena de Cirugía –
febrero de 2013 y en la Revista Masónica
– septiembre 2014.) Material autorizado por el autor.
Su
antigua foto en blanco y negro, luciendo pera y bigote, luce enmarcada, en las
paredes del auditórium del segundo piso del Servicio de Cirugía, encabezando la
lista de los grandes Maestros y padres de la cirugía moderna chilena. El Dr.
Elizeo Otaíza, encargado de la docencia de becados en mis tiempos de residente
y ex jefe de servicio, sentía una especial admiración por él, nos destacada y
comentaba su valor humanitario y profesional como cirujano ejemplar por haber
desarrollado una destacaba labor en nuestro hospital, en el cual había
desempeñado jefaturas, desarrollando además, con medios básicos la cirugía
experimental y la neurocirugía, llegando a ser el primer médico chileno que había
realizado trepanaciones humanas y cirugías neuroquirúrgicas reparadoras.
El
Dr. Nestor Flores Williams, discípulo de él en el Servicio de Cirugía del
Hospital, también Maestro de la Cirugía, a quien el Dr. Otaíza también admiraba
y apreciaba, nos dejó un retrato escrito del personaje: “Cuando conocí a Don
David era un hombre de baja estatura, tal vez de un metro sesenta centímetros,
de ojos grises y pequeños, de mirada dulce y penetrante; de frente amplia y
surcada por pliegues horizontales que le daban el aspecto de un pensador. Era más
bien de pocas carnes, porque su alimentación fue siempre lo suficiente para
mantenerse.
Lo
observamos en las comidas de camaradería del hospital; él sólo se servía uno
que otro guiso a pesar que nosotros encontrábamos la comida excelente. Era un
hombre silencioso, de palabra serena y armoniosa. Al tratarle, uno se percataba
de su alta valía interior, de sus consejos sabios y de sus juicios ecuánimes.
Su persona se imponía a pesar de su modestia. Sus silencios solían ser
lapidarios. Austero en todas sus actitudes, imponía donde fuere, su rango superior.
TRAYECTORIA
MÉDICA Y MASÓNICA
Cauteloso
y culto en su lenguaje; nunca se le oyó la estridencia o la expresión áspera.
No tuvo en su vida vicios ni inclinaciones a las que son tan propensos la
mayoría de los mortales; no tuvo más preocupación que su pequeña envoltura
material ni más claudicación que la que físicamente denunciaba su tardo y descompasado
andar” destacando su pionera labor quirúrgica. “Fue el primer cirujano que en
forma regular realizó trepanaciones craneanas en Chile y ante el asombro de
todos, penetró en la masa encefálica, abrió el canal raquídeo y operó también sobre
el sistema nervioso periférico”.
El
año 1874 el Dr. José Joaquín Aguirre, decano de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile, tuvo la visión de enviar a jóvenes y destacados médicos
recién egresados a Europa. Entre ellos estuvo el Dr. Benavente quien estuvo en
Alemania estudiando Anatomía humana, formando a su regreso parte del equipo
docente de esa facultad, siendo reconocido como un destacado profesor de
anatomía y embriología y como un eximio dibujante.
Su
principal labor asistencial la realizó como cirujano en el Hospital del
Salvador. En el año 1914 llegó a ser Presidente de la Sociedad Médica de Chile
y fue director de la Revista Médica de Chile, alcanzando un prestigio
profesional que trascendió América Latina. Fue un médico sabio, generoso,
modesto que ejerció la medicina con entrega ilimitada sin discriminar en su
clientela a los más pobres y desposeídos y sin buscar retribución económica,
llegando a ser un sabio solitario que vivió sus ideales de libertad y
fraternidad con admirable consecuencia.
Fue
un médico hospitalario de gente humilde, ninguna mano golpeó en vano a su
puerta y ningún dolor lo halló sordo a sus requerimientos. una foto tomada
durante su adultez sabemos que era delgado, de nariz
aguileña,
de pelo negro peinado hacia atrás, cabello que siempre conservó sin signos de
calvicie, de ojos pequeños, con rostro armónico y simétrico con pera y bigote,
tal como se usaba en su época. ( Figura
1)
(Figura 1)
En
los círculos masónicos se le recuerda porque, logró por su desinteresada
filantropía y vida ejemplar ser nominado al cargo de Gran Maestro de la Gran
Logia de Chile en el año 1925, alcanzando el más alto grado de Gran Soberano y
Gran Inspector General, en el grado XXXIII y último de la masonería capitular.
Existe una foto suya de esa época, en que ya anciano y canoso, pero conservando
los mismos rasgos faciales de su adultez, enjuto, con ojos pequeños y hundidos,
nariz aguileña, con el pelo de su cabellera y su pera y bigote ya encanecidos,
luce orgulloso en su pecho una medalla recién recibida en la logia masónica que
lo destaca como hermano distinguido (Figura 2).
(Aporte Archivo Masónico)
Iniciado
el 12 de noviembre de 1889 en la R. L. Justicia y Libertad Nº 5. Se afilió a la
R. L. Unión Fraternal Nº 1, como fundador, el 3 de septiembre de 1912.
En
la Gran Logia de Chile fue Primer Gran Vigilante, durante el período del Gran
Maestro Ewing, 1906/1912; reelegido para el período 1912/1915. Miembro de la
Comisión organizadora del Primer Convento Masónico Nacional. Miembro del
Consejo del Gran Maestro en 1924/1927. Designado Gran Dignatario de Honor en
mayo de 1932.
Elegido
Gran Maestro en la Asamblea del 25 de septiembre de 1932. Al cumplir el período
para el que había sido elegido, fue reelegido como Gran Maestro el 24 de junio
de 1933, por un trienio. Sin embargo, en la Asamblea del 9 de junio de 1935,
anunció que había designado Gran Maestro adjunto al Q. H. Fidel Muñoz Rodríguez
y días más tarde, silenciosamente, se retiró del cargo.
Se
dirá de él que fue pensador y guía de la Francmasonería chilena. Puso orden en
las finanzas, reglamentó el Fondo de Solidaridad, propició la ayuda material a
los masones perseguidos y protestó contra tales persecuciones. Dictó un código
de conducta masónica y dio al Departamento de Acción Masónica que se formaba el
carácter de herramienta para la docencia, la formación magisterial y la
investigación. Intensificó y amplió las relaciones de la Gran Logia de Chile
con los poderes masónicos mundiales.
(Figura 2)
En
junio del 1935 se retiró a su natal y rural Ninhue para servir y atender las
necesidades de salud de los modestos campesinos del sector. En su honor la logia
masónica de San Carlos lleva su nombre, así como el hogar de ancianos, el
consultorio, la plaza y la escuela G 30 de Ninhue, quien lo nominaría además
como uno de sus hijos ilustres.
SU
“OTRA” BIOGRAFÍA
Ciertamente
el Dr. Benavente fue un gran profesional de la medicina y un gran cirujano de
su época que aportó mucho a nuestra salud, que por ello se le encuentra nominado
entre los que formaron parte de la historia de nuestra medicina y por lo mismo muchas
entidades médicas y civiles hoy día lo recuerdan, pero nada de eso pudo haber
ocurrido si un pequeño acontecimiento en su pre adolescencia no hubiera
sucedido, hecho que muchos desconocen y que forma parte de “su otra biografía”.
El
pequeño David nació el 17 de diciembre de 1863, entre los áridos monte de rulo,
a escasos kilómetros al oriente del pueblito de Ninhue, en la provincia de Ñuble
en una pobre y humilde casa campesina de piso de tierra y murallas de barro, de
parto natural atendido por sus abuelos maternos. Su madre, la joven Lucía Sepúlveda,
era hija de unos obreros campesinos de una gran hacienda de la localidad, que
había cursado su embarazo sin que se supiera quién era el padre del niño, ya
que era soltera y sin una relación sentimental conocida.
Una
vez que el pequeño David, más delgado y pequeño que los demás niños de la
localidad, hubo cumplido
los
años necesarios, lo inscribió en la escuelita rural para que recibiera su
educación básica y lo motivó para perseverar en ella. El “huachito” David Sepúlveda
perseveró en su intento hasta estar listo para rendir años después el examen
final, vivenciando en el intertanto, la pobreza, el hambre, el frío, la tristeza
y la soledad.
En
su pre adolescencia el examen oral era dado ante una comisión formada por los
profesores de la escuelita, al que solían sumarse los principales dueños de las
haciendas locales que eran benefactores de la misma y que deseaban ver el fruto
de sus donaciones. A esa comisión asistió en esa oportunidad el rico hacendado Wenceslao
Benavente Carvajal, quien poseía grandes ancestros históricos por ser hijo de
Don Manuel José Benavente Bustamante y de Doña Mariana Carvajal Vargas y Roa.
Don Manuel José, penquista y realista, había adquirido muchos años antes la
Hacienda de Ninhue y la había heredado a sus hijos. Este había sido diputado por
Rere nominado al Congreso y participado como militar en el apresamiento del
patriota Manuel Rodríguez
Erdoiza, por lo que después había sido deportado a Argentina por los patriotas,
hermano a su vez de Don Diego José, diputado al Congreso Nacional por Concepción
el año 1824, pipiolo (Alianza-Liberal-Federal) y de Don José Tadeo, diputado
por Itata a la Asamblea de Concepción el año 1825 y de Don José María,
patriota, amigo de los Carrera, Intendente de Coquimbo, todos hijos del prócer
Don José Pedro Benavente y Roa, primer intendente patriota de Concepción.
Formando
parte de la comisión examinadora, Don Wesceslao lamentó mucho la ausencia de su
hermano Juan Nepomuceno, quien gustaba mucho de compartir con él estos
momentos, el que lamentablemente había fallecido de un infarto al miocardio
varios años antes. La presencia de Don Wenceslao ese día formando parte de la
comisión sería el gran acontecimiento que cambiaría la vida y el futuro del adolescente
David ya que frente a la comisión él hizo gala de su memoria, preparación e
inteligencia, algo totalmente inusual entre los rurales alumnos que solían dar
su examen de educación básica, sorprendiendo gratamente a Don Wenceslao al
apreciar que respondía con exactitud y conocimiento todas las preguntas que se
le hacían, luciéndose en un examen oral brillante, como el que nunca Don
Wesceslao había visto durante todos los años que había formado parte de esa
instancia.
Maravillado
y asombrado, felicitó a los profesores
que lo habían preparado para ese examen tan sobresaliente y luego les preguntó
por el origen y antecedentes familiares de David. Los profesores le contaron
que se llamaba David Sepúlveda, hijo de la Sra. Lucía, una humilde y pobre
campesina que vivía en una de las viviendas de su hacienda, lo que llenó a Don
Wenceslao de un legítimo orgullo.
Como
ubicaba a la Sra. Lucía y sabía que vivía sola, sin marido, acompañada de sus
padres, les preguntó quién sería entonces el padre de David. Ahí se produjo un
largo silencio y miradas cómplices entre los profesores que sí conocían la
respuesta. “Es hijo natural de su hermano Don Juan Nepomuceno… su hijo póstumo”,
le contestaron en voz baja. De seguro Don Wenceslao no dudó de esa respuesta ya
que había advertido en David ciertas características hereditarias faciales y
corporales parecidas a sus hijos y sobrinos, junto a la destacada inteligencia
de su hermano Juan, que hacían que David fuera todo un Benavente, además algo
sabía de las correrías amorosas de su fallecido hermano.
Después
de ratificar esa respuesta con la Sra. Lucía y con permiso de ella, teniendo
contactos en Concepción, hizo trámites para trasladarlo a esa ciudad
facilitándole todos los medios económicos para que en un sistema de internado,
completara su educación secundaria en un liceo penquista, considerando que por
su inteligencia
sobresaliente
se le debería dar una oportunidad para continuar su educación y evitar así que
tan sólo llegara
a
ser un desconocido e inculto campesino rural.
Sabiendo
lo que era el esfuerzo, sacrificio, dedicación y autosuperación, el joven David
se graduó en su liceo con notas sobresalientes obteniendo la mayor distinción
de su promoción, manifestando ahora su deseo de estudiar Medicina en la
Universidad de Chile de Santiago. En su casa patronal de Ninhue, Don Wesceslao,
más sorprendido aún, llamó ahora a una reunión familiar integrada por Doña
Elena Serrano Vásquez, viuda de Don Juan Nepomuceno, los hermanastros de David,
Manuel Arístides y Juan, su propia señora e hijos y les comunicó de la existencia
de David, un hijo póstumo de Don Juan, junto a sus destacados logros escolares
alcanzados y su deseo de continuar su educación profesional estudiando Medicina,
explicándoles que este no contaba con un apellido paterno ni con medios
económicos para lograrlo. Acordando entonces, en memoria del fallecido y
ausente Don Juan, reconocerle su parentesco paterno, concediéndole usar su
apellido, junto con apoyarlo
económicamente con todo lo necesario para que lograra recibirse de médico en
Santiago, pasando entonces a ser conocido de ese momento en adelante como David
Benavente Sepúlveda, heredando además toda la ascendencia histórica de los Benavente.
En
la Facultad de Medicina nuevamente se destacó entre los estudiantes por su
inteligencia y capacidad de estudio, responsabilidad y trabajo, graduándose con
el más alto puntaje de su promoción.
SU
RECUERDO
En
el año 1935, a sus 72 años, a pesar de todo el gran prestigio alcanzado como
cirujano capitalino y teniendo un amplio reconocimiento en los círculos masónicos,
se retiró a su Ninhue querido a disfrutar de su solitaria vejez, construyendo
su casa en lo alto de una colina dominando el valle, denominándola “Rancho
Grande”, gozando de la buena lectura, de la música y de la naturaleza, tres de
sus grandes amores. Ya muy anciano y cercano a su muerte dejó estipulado en su
testamento que posterior a su fallecimiento deseaba tener su entierro en el
cementerio local pero haciendo saber que no quería que en dicho acto se le
realizara algún tipo de discurso, palabras de despedida o reconocimiento. “Quiero
que me olviden” ordenó, diseñando incluso él mismo su propio y simple mausoleo,
tapiado, sin ostentación y sin ninguna inscripción o simbología.
Falleciendo
en Ninhue el 16 de febrero de 1949, a los 86 años, realizándose sus funerales
según sus deseos. En una poco conocida foto de su funeral, que es un verdadero documento
histórico, aparecen seis sencillos
campesinos
de la localidad transportando a pie su urna, en medio del calor del verano,
llevándola hasta su última morada, mientras uno de ellos con reverencia y
respeto lleva su chupalla en una de sus manos, al igual que el que preside el
sencillo cortejo (Figura 3). En su sepelio se cumplió su voluntad, ya que no hubo
ningún tipo de ceremonia religiosa de despedida, largos o emotivos discursos,
cadenas masónicas que se rompían o delegaciones representando a la familia
Benavente o a las Sociedades a las que perteneció.
(Figura 3)
En
cambio fue todo el pueblo de Ninhue y sus alrededores, especialmente el
campesinado, que conocía su historia de niño, el que lo reconoció y acogió como
uno de los suyos y en masa se aglomeró para brindarle en silencio su último adiós.
Fue
nominado Maestro de Cirugía por nuestra la Sociedad de Cirugía de Chile en el
año 1945 y con orgullo podemos afirmar que recordamos su nombre, ya que año tras
año, en cada uno de nuestros Congresos, se le hace
entrega de la distinción y premio Dr. David Benavente al mejor trabajo
experimental realizado durante
el año. Consideramos que su biografía y sus logros humanitarios y profesionales
exigen contradecirlo, rescatando
su vida generosa y fecunda junto con proyectar los grandes valores que
motivaron su intensa vida.