( Revista Chillán Antiguo & Vitrina Urbana)
El escenario de la mayoría de los recuerdos de Juan Carlos Olmedo transcurren en la “galiche”, como se conocía a la popular galería de bancas de madera (había que llevar cojín) ubicada en el segundo o tercer piso de los teatros. Era la preferida por quienes no podían pagar la entrada en platea alta o baja en los cines Central y O`Higgins, pero también era la opción para hacer el quite a los galicheros. “No solo se escupía, se tiraban cáscaras de fruta, al final todo iba a parar a la platea”, relata Juan Carlos. No había restricciones para entrar con alimentos al cine, por lo tanto se podía ir con un canasto de picnic completo que incluía sopaipillas con ají, sandías y melones, los clásicos huevos duros y el pollo frío, “de todo, según el bolsillo”, recuerda Carlos.
El escenario de la mayoría de los recuerdos de Juan Carlos Olmedo transcurren en la “galiche”, como se conocía a la popular galería de bancas de madera (había que llevar cojín) ubicada en el segundo o tercer piso de los teatros. Era la preferida por quienes no podían pagar la entrada en platea alta o baja en los cines Central y O`Higgins, pero también era la opción para hacer el quite a los galicheros. “No solo se escupía, se tiraban cáscaras de fruta, al final todo iba a parar a la platea”, relata Juan Carlos. No había restricciones para entrar con alimentos al cine, por lo tanto se podía ir con un canasto de picnic completo que incluía sopaipillas con ají, sandías y melones, los clásicos huevos duros y el pollo frío, “de todo, según el bolsillo”, recuerda Carlos.
El más popular era el cine O’Higgins, lugar de encuentro de los jóvenes que se divertían intercambiando revistas, novelas y láminas de los álbumes. El Mafor, por su parte, era considerado más “elegantito”: solo tenía platea y con butacas acolchadas, además de confitería en el primer piso. Sin embargo, tampoco estaba a salvo de las legendarias pulgas, como recuerda el profesor Alejandro Venegas, quien relata que cuando iba al Mafor llevaba mantas para taparse, pues no había calefacción en invierno, y además debían mantener los pies en alto sobre los asientos delanteros por si pasaba algún ratón cinéfilo.
Otra asidua al cine, Elcira Singer, recuerda que el Mafor era el lugar de encuentro de casados infieles... “después se iban a una casa en Cocharcas, pasadito de O`Higgins”, afirma. Y si de romances se trataba, el lugar ideal era la última fila de los cines o “fila de los cocheros”. Según Carlos, él mismo se dio en el cine sus primeras tocaditas de rodilla con su futura señora, cuando ambos eran estudiantes de liceo: “el cine era una invitación obligada para llevar a polola”.
En el corazón de Elcira quedaron para siempre películas como El doctor Zhivago, Lo que el viento se llevó y Casa Blanca. También recuerda las de pistoleros y las matinés con películas del Pato Donald. Anclada en la memoria de Carlos está El monstruo del lago Ness, primera película que vio en su infancia. “Yo alcancé a conocer películas mudas de Chaplin, luego llegaron las de cowboy, pero las que llevaban más gente eran los espaguetis italianos, como El dólar marcado y El bueno el malo y el feo. En el cine también uno se enteraba de las noticias porque en los intermedios daban noticias de Europa, de la guerra, de la reina de Inglaterra y del golf. También nos enterábamos de la carrera espacial, de los rusos, de la perra Laika y de Yury Gagarin. No existían las películas para mayores de 18 y para todo público... bueno, estaba la Marilyn, la Bardot y la Sofía Loren, que mostraban las presas pero nada más… La película terminaba cuando la niña y el joven se daban un beso..."
Otra asidua al cine, Elcira Singer, recuerda que el Mafor era el lugar de encuentro de casados infieles... “después se iban a una casa en Cocharcas, pasadito de O`Higgins”, afirma. Y si de romances se trataba, el lugar ideal era la última fila de los cines o “fila de los cocheros”. Según Carlos, él mismo se dio en el cine sus primeras tocaditas de rodilla con su futura señora, cuando ambos eran estudiantes de liceo: “el cine era una invitación obligada para llevar a polola”.
En el corazón de Elcira quedaron para siempre películas como El doctor Zhivago, Lo que el viento se llevó y Casa Blanca. También recuerda las de pistoleros y las matinés con películas del Pato Donald. Anclada en la memoria de Carlos está El monstruo del lago Ness, primera película que vio en su infancia. “Yo alcancé a conocer películas mudas de Chaplin, luego llegaron las de cowboy, pero las que llevaban más gente eran los espaguetis italianos, como El dólar marcado y El bueno el malo y el feo. En el cine también uno se enteraba de las noticias porque en los intermedios daban noticias de Europa, de la guerra, de la reina de Inglaterra y del golf. También nos enterábamos de la carrera espacial, de los rusos, de la perra Laika y de Yury Gagarin. No existían las películas para mayores de 18 y para todo público... bueno, estaba la Marilyn, la Bardot y la Sofía Loren, que mostraban las presas pero nada más… La película terminaba cuando la niña y el joven se daban un beso..."
Rememorando los tiempos en que aún no llegaba la televisión a Chile, el ex profesor de la UDEC, Mario Ibáñez, narra que cuando el hombre llegó a la Luna, en 1969, la transmisión del evento fue vista desde la plaza frente a la Gobernación, donde habían colocado en una ventana uno de los pocos televisores que había en el país. Hasta la década del 70, el cine era “la diversión” que existía en Chillán, indica Ibáñez: “El cine era la única entretención familiar; yo iba dos, tres y hasta cuatro veces por semana… era una parte importante de nuestra vida”.
CARTELERA
PUBLICADAS EN DIARIO LA DISCUSION
Cartelera 1937
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