(contexto Chillán antiguo, quizás en 1870, arriba de un "carro de sangre",
de aquellos que unían el pueblo viejo con Chillán)
Carro de sangre, s. XIX, Chillán.
Los colores que despiertan; una vez que la luz artificial se apaga; me conecta con otras miradas, que pareciera atesorar como recuerdos de un lugar que no logro hilvanar.
Quizás son los pasillos de nuestros viejos que la memoria centenaria se atreve a ratos emerger para contarme “algo”. Porque ya las velas del candelabro están cobrando vida al acompañarme en estas líneas que escribo , imaginando la escritura con una pluma de esas que una vez descubrí trajinando en una cómoda vieja en la casa de mis tíos. El cuadro del fondo, el viejo cuadro de la vendimia, con esos brazos de mujeres chilenas encumbrando canastos de uvas , pintado con las luces del día comienza a cobrar vida con el tintilleo de las velas que sutilmente ilumina la escena.
Todo es un recreo, un espacio-tiempo de descanso y confidencias de recuerdos prestados de la cajita misteriosa que me acompaña y que la destapo de vez en cuando para que me acompañe en este viaje.
Sigo al encuentro de aquellas imágenes, logrando rescatarlas desde los tranvías y quizás recordando un viaje desde el pueblo viejo en el último carro de sangre, alegre, cantando y acompañado de guitarras, chinas y pendencieros, con multitud de sabores y olores guardados en mi ropa al encuentro de la casa iluminada con chonchones y preocupados por la juerga del domingo.
El sonido de los caballos que produce sobre el empedrado rustico del camino viejo es un mantra que me acompaña en este recuerdo; los olores de las chacras vecinas ayudan a la complicidad de los juegos furtivos; claro, el viaje es lento, y a veces nos bajamos y nos perdemos entre las hilera de los choclos y las melgas de los tomates………
¡¡¡¡…UFFF..llegó la luz….!!!!!!!!