p. Patricia Orellana Cea.
Periodista Cultural, Diario La Discusión - Chillán
Chillán posee un patrimonio amplio y diverso. Es una ciudad moderna, que surge después del sismo de 1939 con técnicas de avanzada en construcción, pero que integra a los antiguos barrios.
La ciudad de Chillán está próxima a cumplir 431 años desde que fuera fundada un 26 de junio de 1580 por el mariscal Martín Ruiz de Gamboa. Cuatro siglos y tres décadas de un caminar que está cruzado de nutrida historia hecha de sudor y lágrimas, como perfectamente podría decir más de alguien.
“Silla del Sol” se le dice, y el franciscano, músico y poeta fray Ramón Angel Jara, autor de un poemario con este nombre, argumenta que se denomina así, porque aquí de verdad, el sol se sentó en su silla, aludiendo a los calurosos estíos nuestros. Los terremotos han sido la muestra de cómo la mano de la naturaleza se ha manifestado de forma categórica y ha determinado la vida y la historia de la ciudad y de sus hijos. El del 20 de febrero de 1835 deja a la ciudad tan devastada que por decisión gubernamental se le busca un nuevo emplazamiento. Se vive así lo que se reconoce como la cuarta fundación de Chillán. Es la ciudad que hoy conocemos, la anterior es el actual Chillán Viejo.
Comienza así y a partir de noviembre de 1835, la configuración de la nueva ciudad, con sus hitos más importantes como edificios públicos, plazas, iglesias, mercado, barrios, etc. Todo lo que en un amasijo vital va conformando el devenir de la comunidad chillaneja. De acuerdo a los registros, el año 1887 se da forma a lo que conocemos como las cuatro avenidas: Brasil, Ecuador, Argentina y Collín. Ya con ello, Chillán pasó a ser la ciudad de las cuatro fundaciones y las cuatro avenidas. La naturaleza del chillanejo pareciera ser contar con la capacidad de renacer constantemente, de emerger con fuerza después de cada tragedia y tener, lo que es una cualidad propia del ser humano, de reencantarse, reinventarse y seguir caminando.
El terremoto del 24 de enero de 1939 deja una vez más a Chillán en el suelo, pero esta vez con una cantidad de vidas que se perdieron que hasta el día de hoy cuando se escucha parece difícil de procesar. Más de 25 mil, se dice. Lo cierto es que en medio de tanta muerte y desastre, no fue posible inscribir defunciones y nada que se le pareciera. Los historiadores señalan que el Chillán que se perdió en la noche del 24 de enero, era una ciudad hermosa, con construcciones de gran estética y con todo lo que una urbe requiere. ¿Qué le queda a Chillán de esa ciudad que se levantó con la cuarta fundación? Hasta donde sabemos, pareciera que el único vestigio que está en pie de ese tiempo, son los antiguos muros del antiguo convento de San Ildefonso de los Franciscanos, territorio patrimonial ubicado en calle Sargento Aldea frente a la Plaza San Francisco. En construcción maciza de adobe con grandes vigas de madera y en dos plantas, con muchas áreas deterioradas por numerosos sismos, teniendo como corolario el del 27 de febrero de 2010, aún sigue en pie y guarda su señorial belleza, que con su patio-jardín con palmeras, limoneros y otras especies, invita a la paz y la reflexión. No se sabe de intenciones organizadas que se interesen por conservar este emblématico espacio a todas luces patrimonial.
En el mismo recinto se levanta la casa parroquial, el Colegio San Buenaventura y la iglesia parroquial, templo que sufrió daños severos el 27 de febrero de 2010 y que hoy está en vías de restauración y rescate en lo que es su nave central. Es una construcción de estilo románico con tres grandes naves que fue proyectada por el arquitecto italiano Eduardo Provasoli y terminada por su similar, el francés Víctor Auclair. Hoy se recupera gracias a un proyecto del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que otorgó 100 millones de pesos (fondos para edificios patrimoniales que no son monumentos nacionales). Faltan 60 millones que la orden está gestionando junto a su comunidad.
El Chillán que se levantó posterior a 1939, es una ciudad catalogada como moderna, aquí convergieron arquitectos audaces en ese tiempo, que utilizaron el hormigón armado, (la iglesia de San Francisco había sido levantada con esta nueva técnica); además de una nueva concepción de la utilización de la luz. Con otra novedad, el mirar a la altura y construir en más de una planta y, con jardines a la calle. El movimiento alemán Bahaus se replica en la ciudad y las casas que aún se conservan, constituyen un importante patrimonio. Chillán cuenta con un barrio cívico moderno y en el estilo que impusieron los arquitectos de la reconstrucción. Surge así el edificio ícono de la ciudad: la Catedral, proyecto del arquitecto Hernán Larraín Errázuriz, quien también proyecta el inmueble del diario La Discusión. Otro patrimonio arquitectónico local, al igual que la estación de Ferrocarriles, Bomberos y otros.
¿Cómo se mira y se conserva; cómo se pone en valor toda esta amalgama de la ciudad que incluye también barrios patrioniales como Santa Elvira y otros? Bueno, naturalmente con recursos para conservar y para promover políticas que llevan a crear una conciencia en lo que se refiere a memoria colectiva, identidad y patrimonio.
Preguntamos al arquitecto Carlos Inostroza (Concepción) experto en temas de arquitectura patrimonial, cómo ve a este Chillán tan histórico. Nos señala que se trata de una ciudad colonial importante en la Región del Bío Bío. “Su historia así lo demuestra, desde sus inicios. Es una mezcla de vida urbana y de vida agrícola y ganadera que sigue siendo, a través del paso del tiempo algo vivo y permanente en ella, y que ha determinado lo que es como sumatoria. Después del terremoto de 1939 emerge como una urbe moderna, pero que conserva su sello. Chillán tiene sin duda mucho patrimonio y también muy diverso, ¿cómo conservarlo?, esa es la gran tarea”.
Añade el profesional que lamentablemente el particular no tiene, no cuenta, con una política estatal que le favorezca para poder conservar este patrimonio como sucede en otros países.
“Tiene gravámenes, pero no apoyo y sin duda eso influye fuertemente en la desaparición de inmuebles patrimoniales en Chile”. Hay que cambiar de mirada, señala el profesional.
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