La ampliación de Plaza El Roble, hoy Arauco Chillán,
generará nuevas fuentes de empleo para una ciudad donde la tasa de desocupación
alcanza el 8,2%, casi dos puntos porcentuales sobre el promedio nacional (6,5% trimestre
móvil abril-junio de 2014). Sin embargo, hay al menos dos consecuencias
adicionales que poco o nada se han discutido. Por un lado, el factor
arquitectónico y la inserción coherente de la nueva estructura (edificio y
pasarela) en su entorno; por otro lado, su impacto en el comercio circundante y
la amenaza u oportunidad que los actores del retail – tres de ellos en el mall–
representan para los pequeños negocios del sector.
Etapa en construción del centro comercial "Mall El Roble"
Las montañas y la geografía de la zona. Esa fue la
inspiración para el diseño de las dos torres del mall Arauco Chillán, según
dijo a la prensa en junio de 2012 su gerente general, Christian Fernández, días
previos al inicio de los trabajos de remodelación y ampliación del recinto.
Meses antes, con menos metáforas de marketing y más datos duros, Fernández
había concurrido a la sesión del Concejo Municipal con el propósito de
presentar el proyecto. Primero allanó el camino con números: el nuevo mall generaría alrededor de quinientos puestos de trabajo adicionales
en tiendas y servicios, además de abundante empleo temporal durante las obras
de construcción. Esta proyección despertó el interés de los ediles, pues
Chillán alcanzaba, en ese entonces, una cifra de desempleo del 9,2% cuando el
promedio nacional era del 7,1% (septiembre de 2011).
Vista actual (2014) del centro comercial "Mall El Roble"
mirando desde calle Isabel Riquelme.
Dicho esto, vino la estocada. La ampliación del
mall requería conectar ambos edificios a través de dos accesos aéreos
(pasarelas). Convencido de que sería una solución estética y
moderna para la ciudad, a la vez segura para sus clientes, Fernández solicitó
la concesión de un bien nacional de uso público – aéreo, en este caso
– con el fin de construir ambos pasos peatonales.
Tras cuatro meses de la presentación oficial del proyecto
en la sala, en enero de 2012 se le otorgó la concesión solicitada, pero con
solo dos tercios del Concejo a favor. Según informó el municipio a este medio,
el solicitante deberá pagar la suma de 13 millones 800 mil pesos anuales por
concepto de permiso municipal por un bien de uso público aéreo.
Entre
los argumentos puestos sobre la mesa para dar el voto, la generación de nuevos
empleos fue factor el predominante. Mientras que en la vereda opuesta, se dijo
que para tomar una decisión de esa envergadura, era necesario escuchar la
opinión de los locatarios del Mercado, de su entorno y del Colegio de
Arquitectos. Uno de los partidarios de postergar la decisión fue el concejal
Cristian Quiroz. Hoy, en el cargo de consejero regional, comenta los hechos
acaecidos hace dos años y medio: “Por esa misma fecha pasó lo del mall de
Castro y en Chillán estaba ocurriendo algo similar. El principal atractivo de
nuestra ciudad es el Mercado y la edificación anexa no debe quitarle
protagonismo por todo lo que significa. Solicité en su momento al Concejo un
informe del Colegio de Arquitectos para que el diseño de la pasarela fuera
compatible con el entorno y también solicité que hubiera una reunión con el
comercio del sector; nunca se realizaron. Es cierto que el municipio debe
impulsar el desarrollo urbano, pero en este proyecto hubo apuro porque había
cierto temor de que se fueran con el mall a otra ciudad”, asevera el ex
concejal.
PONER
EN CONTEXTO
A
través de la prensa local, Víctor Palavecino se enteró de las características
generales del proyecto de remodelación del mall. Cuando vio el avance, no le
quedó más que encogerse de hombros pues la obra ya estaba en pie. “Es un
proyecto absolutamente descontextualizado. Chillán siempre ha tratado de buscar
una identidad y dentro de eso se ha resaltado lo rural. El mercado lo
representa. Entonces si la ciudad quiere vivir de esas raíces debiera tratar de
potenciarlo y las obras debieran propender hacia ese fin”, comenta el
presidente del Colegio de Arquitectos de Chillán.
Palavecino
aclara que nunca recibió alguna solicitud de las autoridades para que el
Colegio de Arquitectos aportara su opinión experta sobre la materia. De haber
sido así, probablemente la solución al problema del tránsito peatonal hubiera
sido distinta. “No soy partidario de las pasarelas. Con otros arquitectos hemos
hablado de este tema y la opinión es que la pasarela que construyeron corta visual,
espacial y vivencialmente la ciudad, es un punto negro. El espacio que está
debajo de ella se transformó en un callejón en medio de la ciudad y ahora entre
El Roble y Maipón hay un espacio inhóspito. Si tienen o no que hacer una
pasarela, es un tema de privados y ellos verán cómo lo solucionan, pero no debe
afectar a Chillán”, recalca.
El
arquitecto y doctor en urbanismo, Mauricio Cárcamo, va más allá y se refiere a
la edificación completa y a la aparente ausencia de contexto. “En el caso de
Chillán, surge el debate respecto de la adaptación contextual de esta ampliación y la asertividad de la propuesta.
El nuevo edificio incluye pasarela por sobre la vía pública, una fachada
acristalada modulada paramétricamente, ángulos varios, etc.; en suma, se le disfraza
de innovación”, explica. Cárcamo sostiene que el desafío es construir mirando
hacia la ciudad y contemplar en los nuevos proyectos sus singulares
características socioculturales: “Lo realmente complejo es innovar yendo hacia
atrás, es decir, gestar el nexo entre lo viejo y lo nuevo. Contextualizar
implica realizar una lectura integral, concienzuda y sensible de las
características del contexto referente y recomponerlas actualizando sus valores
socioculturales en una propuesta contemporánea: la versión nueva de lo
anterior. Recurrir a materiales, tipologías, elementos arquitectónicos de «lo
chillanejo» -lo que quiera que esto sea- no hace menos mall a un mall, por el contrario, lo inserta y lo ayuda a
formar parte de la ciudad y de lo propio”.
IMPACTO
EN EL COMERCIO
Hasta principios de los años 90, el comercio de
vitrina (con ventanales hacia la calle) representaba la totalidad de los
establecimientos comerciales del centro de Chillán. Eran administrados por sus
dueños, quienes tenían alguna vinculación directa con la ciudad, como vecinos,
hijos o nietos de algún chillanejo. A partir de esa fecha comenzaron a llegar
los primeros operadores nacionales interesados en explorar esta nueva plaza,
tales como Johnson, Tricot y luego Falabella.
En 1996 el Grupo Rabié dio vida al mall Plaza El
Roble y en 2007 lo traspasó a Parque Arauco S.A. La construcción del centro comercial generó
incertidumbre entre los comerciantes. “Si debía o no instalarse en el centro
fue un tema que se debatió. Preferimos la competencia aquí mismo en lugar de
que se fueran a otra área y sacaran al consumidor del centro de la ciudad. En
este entonces estuvimos de acuerdo y ahora también estamos de acuerdo con la
ampliación del mall”, sostiene el presidente de la Cámara de Comercio de
Chillán, Alejandro Lama.
Cuando llegó el retail, recuerda Lama, lentamente
fueron despareciendo algunos grandes comercios tradicionales, como Blanco y
Negro, Casa Hojas, Casa Lama y Casa Huepe. El primero en la lista e caídos fue
Casa Edison, porque la competencia en línea blanca era muy fuerte. “Se
encontraron en gran desventaja porque el comerciante no tenía, tampoco ahora,
las instalaciones, tecnificación y manejo de inventario de las grandes
cadenas”, puntualiza. Por esta razón, Lama es enfático en señalar que el mall
en sí mismo no es un problema, sino que el retail es la amenaza para el resto
del comercio: “Hay desigualdad para competir en el otorgamiento de crédito que
ellos dan a través de su propio banco incorporado al negocio, mientras que el comercio
chico debe endeudarse y pagar altos intereses para poder vender a crédito. Las
grandes cadenas hicieron desaparecer a muchos comerciantes pequeños”.
Para enfrentar las nuevas condiciones del mercado,
los comercios de Chillán tuvieron que adaptarse al cambio y sacar a relucir su
mejor arma: la atención al cliente. “Los pocos que sobrevivieron se
especializaron en lo que estaban vendiendo, ofreciendo una atención
personalizada porque esa es una de las debilidad de los grandes del retail. Esa
es nuestra ventaja”, afirma Lama.
BARRIOS COMERCIALES
Especializados en brindar apoyo a las pymes,
Sercotec ha sido la primera piedra para muchas ideas de negocio con potencial
de crecimiento y el impulso para emprendedores en fase de despegue y
consolidación. Dos cambios que el pequeño comercio debiera realizar para
esquivar los embates de la competencia, son la modernización del negocio y el
desarrollo de estrategias asociativas, tal como lo señala el director regional
de Sercotec Biobío, Daniel Cuevas. “Los comercios locales generalmente tiene el
conocimiento heredado de cómo administrar un negocio, pero hay que incorporar
tecnologías que faciliten los procesos dentro de la empresa, aunque esta sea
pequeña”, sugiere. No obstante, para mitigar los efectos de la competencia, la
asociatividad es una de las mejores fórmulas para fortalecer el negocio. “No
puedo competir solo ante las amenazas del retail ni puedo absorber el 100% de
la demanda, pero asociativamente se puede llegar a más clientes y tener mayores
beneficios”, enfatiza la autoridad regional.
Justamente a esto apunta uno de los instrumentos de
apoyo que el gobierno pondrá a disposición de las micro y pequeñas empresas
durante 2015. Se trata del programa de fortalecimiento de los barrios
comerciales, cuyo propósito es ayudarlos
a potenciar sus atributos en la oferta de bienes y servicios, o bien su
identidad cultural o patrimonial en el caso de los barrios antiguos.
Visionarios,
los miembros de Eco-Barrio formalizaron hace seis meses un modelo de barrio comercial
asociativo. Marco Cortés, propietario de Ecotienda La Canasta Nativa y activo
impulsor de esta iniciativa, es partidario de sumar voluntades para el
beneficio común. “Los malls generan individualidad, esta genera competencia y
la competencia, depredación. Cuando yo me asocio, ya no trabajo por mí, trabajo
por los demás y la idea personal se vuelve colectiva”, explica.
Consultado
por las principales herramientas para enfrentar al comercio en cadena, responde
categóricamente: “No hay defensa ni supervivencia. Existe la posibilidad de
crecer y clientes hay para todos. Las personas tienen que unirse”. A juicio de
Marco Cortés, las grandes cadenas del retail y los malls generan perjuicios que
van más allá de la competencia por ganar clientes: el alto tráfico vehicular,
el aumento de la basura en los espacios públicos y la mala calidad de empleos
que ofrecen, con jornadas sin descanso para los trabajadores, son los altos
costos que pagan las ciudades por tener estos grandes centros comerciales en
las zonas urbanas.
Interesante articulo
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