p. Miguel Ángel San Martin
Los sones de la cueca se han oído con fuerza en todo el mundo. Porque lejos hay chilenos que no se olvidan de sus tradiciones y convierten sus propias realidades extranjeras en fondas multicolores y en fiestas que apenas comprenden los habitantes de allá.
Los chilenos repartidos por el mundo han conformado extensas e intensas redes virtuales, en las cuales van comentando lo que hacen, se aportan ideas e intercambian emociones.
Por ejemplo, aquí en España, desde hace muchos años que no faltan los que organizan festejos y que socializan con hispanos la alegría de celebrar la independencia de la Patria lejana. Claro que se ha tenido el suficiente tino como para no comentar que se trata de la celebración de la independencia de Chile de la dominación española…para no despertar susceptibilidades.
A propósito de esto, recuerdo que hace un par de décadas, durante una tremenda ramada que hicimos en un parque de Madrid, llamado “Casa de Campo”, con asistencia de más de cuatro mil personas, estuvimos tres días bailando cuecas, cumbias y rancheras. Y, por supuesto, comiendo empanadas y asados, acompañados de un buen “tinto chileno”. Lo servíamos en botellas con etiquetas chilenas, pero como el vino se nos había acabado, las rellenábamos con un tintito de la casa. Con un poco de emoción patriotera, convencíamos a la clientela de que era original de nuestra tierra.
En una conversa que tuve con un español avispado, le respondí a su pregunta sobre la celebración del Dieciocho. “Se trata de la fiesta de la Independencia del invasor español”, le dije provocativamente. Y me respondió con rapidez: ”Serían tus parientes, porque míos no lo eran”. Y me dejó seco. Porque tenía razón. Nosotros somos mayoritariamente descendientes de españoles. Por lo menos, nuestros apellidos así lo señalan.
En fin. Sé que en Canadá, en Suecia, en Francia, Italia, Nicaragua….y en muchos países, los chilenos desparramados por el mundo dan rienda suelta a sus emociones y añoranzas de la Patria lejana. Son los dieciochos más nostálgicos, un remedo, un sucedáneo de lo que sucede en nuestros pueblos y campos. Son el grito de amor de aquellos que por diversas razones viven en el extranjero.
Pero son igualmente dieciochos patrióticos. Son tan auténticos como el que más, porque se baila la cueca con sinceridad, se brinda por Chile y porque la vista se nubla a cada sorbo, abriendo el paisaje rotundo de la Patria lejana, que se encuentra anidada en el corazón de cada cual, esté donde esté.
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