Hace 50
años, la avenida Ecuador, entre Lumaco y Francia, al costado norte de la vía
del trencito a Recinto, era un barrio bravo y peligroso. Dos puntos negros
avalaban el asero: “Chiflón del Diablo”, entre Lumaco y el Rancherío avenida
Francia, justo en la misma salida norte de la ciudad.
El Chiflón
del diablo, correspondía a la llamada Población Caridi, un intrincado callejón
sin salida donde se fueron instalando, poco a poco, viviendas de emergencias
edificadas con tablas y deshechos, en medio del lodazal o barrial según fuera
la estación del año. Llegaron carretones, cocheros, areneros, cargadores,
choferes, ripieros, ambulantes, artesanos, lavanderas o domesticas, mezclados
para su desgracia, con el lumpen. Dueño
del peladero era don Humberto Caridi, cuya fábrica de tallarines se ubicaba
enfrente, para usar mano de obra entre los pobladores.
Al final del
Chiflón del Diablo, se encontraban las pesebreras de las pompas fúnebres de la
familia Chico, la cual contribuía a confundir aún más los límites de la vida
infrahumano de los habitantes del baldío.
Carentes de
todo servicio básico, la vida –se así se puede llamársela- transcurría entre la
explotación laboral de hombres y mujeres, del rumiar la pobreza, del
alcoholismo, rencillas y penitencias, y del palomillerío que correteaba el
trencito a Recinto hasta la parada de “Cruz de Rifo” o bien chapuzando en el
Canal de la luz. Se mezclaban don Segundo “El Ripiero”, el mimbrero “Pate e
Palo” y su “Juana Borracha”, el “Duende
de los `pollos”, el “Calambre” caído de un puntazo, o bién, Rosalino Opazo, “El
Gitano”, un camionero amigo de los zíngaros que pasaban su temporada chillaneja
junto al “Chiflón del Diablo”, un submundo por el resto de los habitantes de la
ciudad.
El “Rancherío”
de avenida Francia, entre los canales chico y el de la luz, no sólo proveía de
mano de obra el molino San Pedro, en la Cruz de Rifo, sino que también a los
malandrines, aumentando así la mala fama del sector. Punto neurálgico era “El Negro
Bueno”, antro de guapos delincuentes y vagos, donde las riñas a “chuzazos” era
el pan nuestro de cada día, por lo cual ni los Carabineros entraban, por
precaución. Para que hablar de los “afuerinos”. Famoso fue el pendenciero “Santa
Elvira”, asi bautizado por los incautos carretoneros del pan, la leche o las
verduras a quienes cobraba “peaje” diariamente. Tampoco podía faltar entre esa fauna
un “pelao pleiteador” como el famoso José Leiva.
Estos
sectores eran tan frágiles en sus condiciones de vida, que al regidos Vitaliano
Pedrero se le consideraba un benefactor por haberles conseguido pilones de
agua, condición primaria para vida humana que casi no conocían.
La
peligrosidad del barrio quedó testimoniada en las páginas de La Discusión: “la
venta desmesurada de bebidas alcohólicas ha dado margen a pendencias y robos en
el cruce de la calle 5 de abril, por la existencia de expendios clandestinos de
alcohol abiertos hasta horas de la madrugada” (30 de junio de 1958). O esta
otra antología: “Por solicitud de la Intendencia, Carabineros de Chile deberá
intensificar la vigilancia en 5 de abril al norte, debido a los frecuentes asaltos
de más actos delictuales” (2 de julio de 1958). Para que explicar tales
noticias.
Este
peligroso y abandonado sector poblacional fue cayendo ante el progreso. Algunos de los más desvalidos fueron
trasladados en la década de los 70, hacia el “Barrio Chino”, otro punto negro
que pareció heredar la mala reputación del “Chiflón del Diablo” y del “Rancherío”
de la avenida Francia de hace medio siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario