Chillán:
Cuatro veces centenaria
Ramón
Bastías Sandoval
Sociólogo,
Universidad de Concepción
Siempre
me impactó saber que la ciudad de Chillán tuviera varios siglos de antigüedad.
Mi imaginación volaba a otros mundos pretéritos al oír decir que había sido
fundada por el mariscal Martín Ruiz de Gamboa en un lejano invierno de
1580. Casi podía ver una sencilla
empalizada con un foso, algunas casuchas y unas débiles antorchas iluminando la
noche oscura. El frío, la humedad, la lejanía de la capital de la Gobernación,
debió haber convertido dicha fundación en todo un acontecimiento para ese
pequeño grupo de españoles sedientos de aventura, fama y dinero. Otro tanto
podemos imaginarnos de las comunidades mapuche que vivían en los alrededores y
que ya conocían a los hispanos producto de las primeras encomiendas
relacionadas con la ciudad de La Concepción.
De
aquel mestizaje nacieron nuestras familias; la Iglesia dio sentido de unidad monárquica
a lugares tan alejados de España como nuestra ciudad cuatro veces centenaria; en
un momento fuimos súbditos de un rey casi desconocido. Todo esto me daba
material para más ensueños y fantasías de niño cuando en la escuela nos
enseñaban que Chillán, en particular, y Ñuble, en general, fueron protagonistas
de las luchas de la Patria Vieja. Casi
puedo ver el viejo Chillán sitiado por Carrera, escuchar los tambores y algún
cañón tronar. Nuevamente siento el aire gélido, la escarcha y la lluvia
chillaneja, veo ponchos desteñidos y húmedos y los pasos inquietos de don José
Miguel.
Los
siglos pasan y la ciudad de transforma, obligada por los terremotos y desastres. Su último gran cambio fue en 1939 que aún
vive en nuestra memoria colectiva. Mi abuela era una niña para aquella noche de
verano y con sus palabras me retrató el dolor y la pérdida, las casas crujiendo
mientras el adobe se rompía y las nubes de polvo inundándolo todo. El estruendo
y luego un breve silencio, finalmente el llanto y los gritos de dolor.
Se
podría pensar que tengo una imagen triste de la ciudad, sin embargo es lo
opuesto. Chillán se levantó de todos aquellos cataclismos y continuó su marcha
en la historia. Sus vecinos tejieron redes solidarias para acompañarse en el
dolor y ver a los niños crecer. Sus instituciones trabajaron para el desarrollo
y modernización de la ciudad y en algunos momentos hicieron un trabajo
destacado. Recuerdo al doctor José María Sepúlveda Bustos y al intendente
Vicente Méndez Urrejola, además de tantos otros hombres y mujeres
anónimos.
Hoy
mucho de esta "Gesta de cuatro siglos" se siente lejana. Vivimos en
un mundo de cambios culturales donde nacen nuevas identidades. Está por verse
como serán los chillanejos del siglo XXI, es de esperar que tomen el testimonio
de sus abuelos y padres para hacer de este espacio urbano una ciudad con
futuro. Muchas tareas están pendientes, quizás muchos errores haya que
reconocer. Pero las oportunidades están ahí, a la vuelta de la esquina,
esperando que hombres y mujeres de espíritu constructivo caminen por el nuevo
milenio.
Hacia
la valoración de la diversidad cultural
Simi
Jiménez Carrasco
Antropóloga,
Universidad Austral de Chile
La
cultura se entiende como la forma de vivir que se aprende en cada tiempo
histórico y lugar. Es un concepto que pone de relieve las diferencias entre los
pueblos y también se aplica a los distintos grupos dentro de una misma
sociedad, donde es posible diferenciar colectivos que comparten códigos éticos,
creencias o costumbres específicas; así, por ejemplo, podemos hablar de una cultura
campesina en la Provincia de Ñuble.
Toda
persona expresa y porta la cultura, desde aspectos triviales hasta nociones más
profundas. Pero resulta difícil tomar distancia de la cultura propia y medirla
con la misma vara que se aplica a las creencias de los otros. Por esto es que
la idea de interculturalidad va más allá de la coexistencia territorial; es
necesario incluir las nociones de poder y de desigualdad social.
En
la historia de Chile se puede ver la subordinación de las distintas culturas
indígenas existentes, impulsando el descrédito de cualquier elemento que se le
asocie, incluso hasta transformar en un insulto el epíteto de “indio” o
“indígena”. ¿Qué sucede en nuestra
Región del Biobío o somos cortados todos con la misma tijera? Recordemos que esta
zona se caracteriza por el carácter de frontera que adquirió en la relación
histórica entre los europeos, en un primer momento y los criollos, después,
principalmente con el pueblo mapuche, debido a la barrera natural
del río Biobío. Este aspecto favoreció una alta presencia militar e
institucional y con ello, la devoción a la patria, a la iglesia oficial y a la
idea de que ya no había indígenas a este lado, sino campesinos herederos de
tradiciones europeas. No es difícil escuchar todavía reivindicaciones de
apellidos de abolengo aristocrático como prueba de estatus en el propio
Chillán.
En
cuanto a la desigualdad social como elemento diferenciador dentro de la cultura
local, hay que reconocer que aunque se pueda compartir una cultura campesina en
parte de nuestra provincia, no es lo mismo ser el dueño del campo que un
inquilino o mediero; además de las diferencias económicas, prevalecen
diferencias de prestigio y poder, en el uso del lenguaje, entre otras.
Por
último, la migración es otro elemento que configura la diversidad cultural
local. Los migrantes extranjeros,
palestinos − varios muy importantes en la historia de Chillán −, chinos,
colombianos, ecuatorianos, peruanos, son parte de nuestra comunidad. Si bien la
población de Ñuble es diversa culturalmente, estas diferencias son poco
visualizadas, prevaleciendo creencias negativas sobre los indígenas que se
aplican también a los extranjeros indígenas y, por otra parte, marcadas
diferencias sociales que constituyen barreras culturales.
Mirarnos y mirar a los demás como portadores de
cultura, de una cultura digna, esa es la invitación en este aniversario y en
adelante.
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