Un
oficio en vías de extinción
La
saga de los talabarteros de apellido Isla, tiene en su haber las monturas
y aperos de modelo exclusivo más conocidas en el país. Pablo Neruda tuvo
una montura hecha por el abuelo; al padre le encargaron una montura para la reina
Isabel II en su visita a Chile, mientras que el último de los talabarteros Isla
contó entre sus más distinguidos clientes al animador Felipe Camiroaga. La Unidad de Patrimonio de
la Municipalidad de Chillán lo está postulando como “Patrimonio cultural
viviente”. Sin duda ya lo es.
p.Ursula Villavicencio
Un
profundo olor a buen cuero trasmina el local de la talabartería ubicada en un
rinconcito de la calle Isabel Riquelme, llegando a Collín. Como alguna vez le
dijera el propio Felipe Camiroaga, “usted sí que es famoso, porque las monturas
Isla trascenderán en el tiempo, en
cambio yo solo soy conocido porque rostros de televisión van y vienen”, relata
emocionado Joaquín Isla cuando recuerda al fallecido animador, a quien le
fabricó las monturas y todos los aperos de montar durante 18 años.
Cuenta
que comenzó atendiendo al padre del animador y siguió con Felipe. Hasta el día
de hoy atesora los últimos encargos que no le alcanzó a entregar antes de aquel 2 de septiembre de 2011, día en que por primera vez
no le respondió el teléfono. Entonces confirmó su sospecha: Felipe iba en el
avión desaparecido.
Joaquín
Isla es el último del clan que continúa trabajando el cuero; le colabora su
hermana Agnes, la única talabartera mujer que conoce en Chillán. A sus 54 años
dice tener trabajo de sobra hasta el día en que se muera, aunque sabe que
después nadie de los Isla continuará con este oficio.
La
montura de Chabelita
Las
actuales monturas Isla son un diseño exclusivo creación de su padre, también
llamado Joaquín, y sus tíos a principios de los años 60, quienes reformularon
la montura tradicional por una más liviana y adaptada a las necesidades del
huaso chileno: la famosa montura Isla, autorizada por la Federación Chilena de
Rodeo y denominada como “montura chilena”.
De
este sello talabartero han salido aperos y monturas para hacendados y turistas
de Argentina, Perú, Brasil, Estados Unidos, Canadá, España e Inglaterra.
Presidentes y todo tipo de personalidades han encargado durante años sus aperos
de montar a la talabartería Isla.
Su
abuelo hizo la montura de Pablo Neruda cuando el poeta vivía en Temuco, y a su
padre el Gobierno le encargó la montura que se le regaló a la reina Isabel II
en su visita a Osorno, en aquella visita de 1968 recordada por el insolente
titular en un diario de la época: “La Chabelita mostró el trutro”, cuando montó
el caballo con su “real” montura.
Joaquín
hijo, guarda reserva sobre sus más ilustres clientes, pero Felipe Camiroaga
nunca pasó inadvertido. Lo consideraba su amigo y confirma que la fama de
generoso de la que gozaba el animador, no era para nada gratuita. Otro cliente que recuerda con simpatía es el
fallecido cantante Gervasio.
El
terremoto de 1939 los trajo a Chillán
Amador Isla, oriundo de Los Ángeles, obligado por la muerte de su padre y la ruina
económica de su familia, se inició en el oficio de la talabartería siendo un
niño de 13 años; a los 18 años era talabartero mayor y a los 21 se independizó
con su propio negocio. Ya les había enseñado el oficio a sus hermanos y había
formado su propia familia cuando el terremoto de 1939 dejó en el suelo su
talabartería.Partió rumbo a Temuco, trasladado por el programa de emergencia
del Gobierno, donde comenzó desde cero. Como una herramienta que siempre podría
darles bienestar, enseñó a todos sus hijos los detalles del oficio.
Entre
los hijos de Amador, estaba Joaquín Isla (padre), quien ya había tomado las
riendas del negocio en 1950 cuando la familia decidió trasladarse a
Chillán. Así fue como la familia Isla
terminó instalada en Chillán, por cortesía del terremoto de 1939. Su primer
local estuvo en Libertad con Lumaco.
A
un golpe de Estado de distancia
Recuerda
con precisión que fue el 20 de agosto de 1973, el día en que ganó el Primer
lugar de un concurso de dibujo organizado por la Gobernación. Su premio fue muy
curioso para un niño de 13 años, pero muy valioso en los tiempos que corrían: 5
kilos de azúcar Iansa en pancitos y un lápiz Parker.
Él
y sus hermanos ganaban dinero haciendo filas para comprar productos en la época
de la escasez en pleno gobierno de Allende. En lugar de jugar se la pasaban
haciendo colas “Nadie ha reparado en el tiempo que perdíamos los niños haciendo
colas en ese tiempo”, recuerda.
Joaquín
estudiaba dibujo técnico en la Escuela Industrial y tenía una promisoria
carrera, pues ya le habían ofrecido una beca para cursar sus estudios
superiores. Pero todas esas ofertas
de becas se esfumaron con los
cambios ocurridos tras el golpe de Estado de 1973. Así fue como llegada la hora
de entrar en la universidad, no tuvo cómo entrar. Con su habilidad manual, poco
y nada le costó aprender el oficio de su padre.
Sobran
clientes, faltan manos
Los
Isla lograron sortear la crisis del año 1982, de modo que el negocio prosperó.
El tiempo pasó, sus hijos crecieron y no se interesaron en la talabartería, sus
hermanos se han ido retirando uno a uno y hoy, asevera, tiene clientes hasta
que se muera: “Sobran clientes, faltan manos”.
Ahora
cuenta con la colaboración de su hermana Agnes, única mujer talabartera que se
conoce en Chillán. “Mucha gente quiere que le enseñe”, cuenta, pero para formar una generación de relevo y
que la talabartería no se extinga se precisaría formar una escuela
especial, propone. La formación requiere no menos de cuatro años y que los
aprendices sean seleccionados por sus habilidades manuales: “Tiene que ser
gente que comience el conocimiento de cero y que tenga verdaderas ganas de
aprender”.
Según
él, sus clientes son exclusivos y no han cambiado con los años. Se precia de
que su trabajo no tiene competencia en calidad, pero le sorprende que haya
clientes que se conformen con la baja calidad de las monturas y los aperos
baratos que se producen, con menos meticulosidad y materiales de menor calidad,
en la zona talabartera de Parral.
¿Qué
es lo más extraño que le han encargado en todos estos años?
Prefiere
no decir qué es lo más extraño que le encargaron en una oportunidad, pero sí referirse a otros encargos insólitos como
una funda de suela gruesa con un candado para que nadie viera televisión en ausencia de la dueña de casa; un cinturón con candado para amarrar la puerta de un refrigerador,
para un precavido y ahorrativo dueño de casa que dejaba fuera del refrigerador
lo justo para el almuerzo; una funda para cubrir un teléfono celular, de los
primeros que hubo, grandes y con antena.
Pero
no solo ha satisfecho los caprichos de algunos clientes avaros, también él y su
hermano lograron hacer una suerte de pieza ortopédica de cuero. Esta innovación
cambió la calidad de vida de un gitano que tenía una lesión cervical para la
que no servían los cuellos ortopédicos estándar.
Si
pudiera dirigirse a alguna autoridad, ¿qué le pediría para Chillán?
¿Como lo puedo contactar Joaquin? escribo desde Antofagasta. Gracias. emai milenium2025@gmail.com quiero ver si me puede hacer una funda de cuero para mi cuchillo de supervivencia Aitor Jungle King. Gracias.
ResponderEliminarhola qui siera con prar montura completas con sus accesorios 2 cinchas estrivo de suela rienda con cabezada freno y una alforja cuanta la mas economica saldria
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