Patricia Orellana Cea
Periodísta Cultural
Empresa Periodística La Discusión S.A.
(ref. Libro Arquitectura de la Memoria Chillán Antiguo, 1a edición agosto 2011, Editorial Patrimonio, Chillán - Chile)
Chillán es una ciudad que lleva sobre sus hombros, 431 años de historia que se viene configurando como comunidad reconocida y organizada como tal desde que fuera fundada un 26 de junio de 1580 por el mariscal de campo, Martín Ruiz de Gamboa. Antes de eso y como territorio sin elementos antes indicados, estaban los integrantes de las etnias que también nos precedieron. Cuántos son entonces, siguiendo esta lúdica idea de Máximo, los fantasmas que nos rodean y de alguna manera nos contienen, aunque con frágil memoria por lo general se les ignora.
Hay interesantes posturas de quienes señalan que todo sigue ahí en el Universo, mucho más allá de nuestra pequeña realidad. Y en ese contexto, la energía sigue viva, potente y vigente. Es decir, los que ayer estuvieron, siguen rodeándonos y configuramos integrados, una enorme manta de cuyo tejido todos somos parte. Bienvenidos, entonces, los de ayer, los de hoy y los que serán mañana, para que en conjunto, demos fuerza a este sentido tan necesario de patrimonio e identidad, que nos entrega eso tan único e intransable, que es el sentido de “pertenencia”.
La Naturaleza ha tenido para con Chillán y sus habitantes a través del tiempo una mano que, representada mediante fuertes sismos y otras manifestaciones, casi nos borra del mapa. Pero ahí seguimos. Desastres naturales han obligado a que Chillán sea reubicada o refundada, después de que lo hiciera Martín Ruiz de Gamboa. Por eso se habla de cuatro fundaciones. Pero ni aún estos avatares logran romper el hilo conductor que une la vida y la historia de la ciudad. El terremoto del 24 de enero de 1939 es el hito más brutal que se recuerda. De una plumada desaparece el Chillán Señorial, de hermosas casas. Cuando miramos fotografías de la época, no deja de sorprender lo linda que era la ciudad que se perdió para el 39. Surge el Chillán actual, moderno, con una propuesta arquitectónica de avanzada en que el hormigón armado es un fuerte protagonista. Amplias calles que permiten una arborización que constituye sin duda alguna, uno de los patrimonios más importantes, pero al mismo tiempo más frágiles. ¿Qué nivel de conciencia tenemos como comunidad organizada frente a este patrimonio vivo? Una ciudad tan calurosa y con niveles altos de contaminación, sin árboles y áreas verdes se volvería invisible.
Patrimonio – Identidad – Pertenencia. Una trilogía que nos obliga a reflexionar y a tomar conciencia y responsabilidad frente a nuestro nutrido patrimonio que siempre valoramos. Tiene que haber una mirada integradora al respecto. Lo que debe poner el Estado a través de políticas que traduzcan nuestras necesidades al respecto; lo que nosotros como comunidad organizada propongamos; reforzar la capacidad colectiva e individual para reconocer, respetar y proteger lo que es nuestro patrimonio común. La memoria colectiva debe ser reforzada, alimentada, porque es una necesidad para los de hoy y para los que vendrán. La globalización sin duda tiene ventajas, pero también tiende a borrar las singularidades, y sin ellas nos desdibujamos, dejamos de ser. Tenemos que aprender a abrazar nuestra memoria de ayer, anudarla a la de hoy y proyectarla al mañana, porque no somos parcelables, somos una unidad indivisible. Yo quiero seguir como muchos, caminando lúdicamente por esta “Arquitectura de la Memoria. Chillán Antiguo”, que nos propone Máximo Beltrán en este bello trabajo. Quiero reconocer y ser parte de esos fantasmas que caminan nuestras calles y de los cuales formaré parte un día que no conozco todavía.
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